Capítulo 247:

Con mis manos, traté de identificar qué me bloqueaba el paso. Esa pared se sentía extraña, su textura era muy diferente a lo que esperaba. Se sentía casi como si estuviera tocando los abdominales de un humano, e incluso pude sentir cómo se contraían al tocarlo.

En ese momento, el aroma que tanto había deseado volvió a llenar mis sentidos. Olfateé ansiosamente, como una niña pequeña atraída por su dulce favorito. Finalmente, mis labios rozaron algo suave, lo cual me sorprendió.

Aunque sonara tonto, por un momento me pregunté si lo que estaba tocando con mi boca era gelatina. Era algo blando, esponjoso y suave, como los labios de una persona. Incapaz de controlarme, comencé a lamerlo una y otra vez.

El delicioso sabor me incitaba a seguir lamiendo mientras pasaba mis manos de arriba a abajo por el resto del objeto. Cuando finalmente estuve satisfecha, sonreí y me dirigí de vuelta a la habitación de mi ama. Ya había recargado energías.

Punto de vista de Tanya

Mis dedos recorrían las páginas del cuaderno de Margaret con prisa y desesperación. Por un momento, sentí como si la arruga en mi frente se hubiera hecho permanente. Estaba tan concentrada que apenas noté cuando el huevo que estaba en mi tenedor entró a mi boca, pues mis ojos seguían leyendo las notas.

Ya había leído el diario de Margaret varias veces, y fue por eso que me enteré de que no solo creaba perfumes que podían curar enfermedades causadas por la magia negra, sino que también tenía recetas que podían tratar enfermedades naturales. La lectura en verdad era fascinante y me hizo considerarla una pionera.

Sin embargo, a pesar de que disfruté mucho leyendo lo que había escrito, ninguno de sus perfumes servía para tratar la enfermedad de Peyton. Y lo peor de todo era que dicha enfermedad no se parecía a ninguna de las que yo había tratado con anterioridad. Sin un síntoma claro a tratar, no importaba qué clase de perfume hiciera, era muy probable que este no surtiera efecto.

Mientras seguía leyendo, pude sentir que estaba siendo observada. Levanté la mirada y vi a Marco sentado frente a mí.

Él también tenía un plato lleno de comida, aunque en vez de llevársela a la boca, me estaba mirando con el ceño fruncido.

«¿Pasa algo?», le pregunté.

«¿No tienes nada que decirme?», me respondió.

Su tono de voz implicaba que debía saber lo que estaba pasando por su mente.

Negué con la cabeza, sintiéndome completamente confundida.

Al ver mi gesto, hizo una mueca con la boca. Creo que pensó en decir algo, pero finalmente decidió permanecer en silencio.

Incapaz de entender lo que ocurría y creyendo que la enfermedad de Peyton era algo más urgente, volví a centrar mi atención en el diario. Continué hojeando las páginas, tratando de encontrar un perfume que pudiera resolver el problema.

Pasaron un par de minutos antes de escuchar cómo Marco dejaba caer el tenedor sobre la mesa.

Volteé a verlo e inmediatamente él me dijo: «¿No tienes nada que decirme sobre lo de anoche? ¿Ni siquiera tienes una explicación?».

La forma en que me habló me confundió mucho, así que me esforcé por recordar qué había pasado la noche anterior que lo hubiera molestado tanto.

Sin embargo, no pude pensar en nada.

«Anoche no pasó nada», respondí. «Lo único que recuerdo es el maravilloso sueño que tuve».

«Soñé que comía gelatina», dije, dándome cuenta de lo tonta que sonaba. Me reí un poco, esperando que eso aliviara su estado de ánimo, pero no fue así.

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