Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 22
Capítulo 22:
Mis pensamientos seguían la misma línea, aunque en ocasiones hablo en voz alta.
«Siempre eres frío y aterrador», siguió murmurando. «Si sigues así, lo más seguro es que terminarás solo».
«¿Solo? ¡Imposible!», respondí, divertido. «Te tengo a ti».
«Sabes a lo que me refiero», replicó Manuel, burlándose, o, mejor dicho, me lo imaginé riéndose de mí. «Necesitas ser cálido y abrirte a la gente.
Siempre te portas como si fueras una pared de hielo que nadie podrá penetrar, mientras que Eric es un chico alegre y cálido.
Probablemente por eso Lily…».
«¡Manuel!», respondí, callándolo.
«¡Vaya! Lo siento». Él dejó de murmurar, dándose cuenta de que todavía soy muy sensible con ese tema en particular.
Estaba nervioso porque se excedió en lo que dijo y tosió un par de veces para disimular. «Si analizamos las cosas, a mí nunca me gustó Lily; aunque sea tu compañera predestinada.
Ella parecía tener una energía extraña a su alrededor con la que no me sentía cómodo.
Así que estoy bastante contento de que ya no estén juntos».
«¿Estás satisfecho?», pregunté con sarcasmo, riéndome del interés de Manuel sobre nuestra vida amorosa.
«Lo cual sería la razón perfecta para que te hagas amigo de esa inocente chica», insistió él, con el mismo tema. «Aunque sea débil y no tenga loba, hay algo diferente en ella.
Es especial, única; puedo sentirlo. ¡Además, me gusta mucho!».
Manuel tenía razón.
Cuando estaba dentro de ella, sentí una fuerte conexión, algo inexplicable entre nosotros.
No sé por qué sucedió eso, siendo que yo tenía muy claro que Lily era mi compañera predestinada.
«Tu compañera se ha ido», continuó Manuel. «Tienes que olvidarte de ella. ¿Por qué no exploramos en la manada? ¡Quién sabe! Podríamos encontrarnos con esa chica».
«Eres demasiado parlanchín».
En realidad, el discurso apasionado de Manuel me era indiferente.
Ni siquiera me di cuenta de que llevábamos dos semanas aquí.
Supongo que ha llegado la hora de volver a la capital, pero podríamos echarle un vistazo a esa manada.
No porque tú lo hayas mencionado.
«¡Por supuesto!», contestó riendo Manuel.
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