Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 196
Capítulo 196:
Pero lo que más me sorprendió fue el muñeco que Claire había estado aferrando. No parecía ser simplemente un muñeco viejo y ordinario, pues extrañamente se parecía a mí: tenía mis mechones rubios, mi complexión esbelta pero musculosa, y mis ojos, idénticos a los de Claire.
Antes de que pudiera seguir haciéndome más preguntas inquietantes que me hicieran dudar de mi equilibrio mental, la multitud vitoreó y aplaudió mi decisión. La anfitriona se acercó a felicitarnos.
Me volví para mirar a los niños que habían estado intimidando a Claire y vi que estaban boquiabiertos. Me preguntaba si ahora creerían que era su padre. Pero nada de eso parecía importarme realmente. Me volví para mirar la mano de Tanya, que aún descansaba en la mía. Y entonces tuve la sensación de que debía haber llevado algo en su mano, la cual carecía de adornos. Su semblante traslucía confusión mientras yo hacía girar su mano con curiosidad, primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda, tratando de pensar qué era lo que le faltaba a aquella mano.
Entonces supe de qué se trataba: ¡Un anillo de bodas! Desde el día en que nos vimos por primera vez, jamás la había visto usar un anillo de bodas.
Punto de vista de Tanya
Mi corazón galopaba dentro de mi pecho mientras abandonábamos el escenario. Si bien estaba encantada por el hecho de que había reconocido mi mano, no podía dejar de pensar que aquello era bastante extraño, pues se suponía que había perdido la memoria.
En tal caso, ¿cómo había logrado reconocerme? ¿Acaso se había dejado guiar por su instinto? ¿O quizás estaba recobrando la memoria? ¿Habría elegido mi mano al azar?
“Tanya”, me llamó.
Al oír que pronunciaba mi nombre y se aproximaba a mí, me volví, saliendo de mi ensimismamiento. Parecía escudriñar los alrededores, como si temiera que oídos indiscretos escucharan nuestra conversación. Los latidos de mi corazón se aceleraron mientras aguardaba con impaciencia sus declaraciones.
«No pretendo ser rudo, pero hay algo que me intriga: ¿por qué nunca has llevado un anillo de bodas?», preguntó.
En un gesto automático, levanté la mano y la coloqué contra mi clavícula. Debajo de mi camisa estaba el anillo al que se refería. Ni siquiera tras lo que había sucedido me había atrevido a deshacerme de él. De modo que allí estaba, unido al collar de rubíes que me había regalado mi madre. Por lo tanto, los dos objetos que yo más valoraba estaban cerca de mi pecho y corazón; jamás se alejaban de esa zona de mi cuerpo.
Desde luego que Marco no podía ver el anillo porque estaba escondido debajo de mi camisa.
Sin darme tiempo para pensar en una respuesta, mi hija, que ahora estaba entre nosotros dos, respondió por mí: «Mami me dijo que no usa su anillo porque papá se había marchado a un lugar muy lejano. ¡Pero no importa porque por fin has vuelto! Así que ahora todos podremos vivir felices juntos para siempre.»
Antes de que cualquiera de nosotros pudiera hacer acopio del valor necesario para corregirla, se distrajo con sus amigos del colegio y todos salieron corriendo a jugar.
Una sonrisa agridulce se dibujó en mis labios mientras la veía alejarse corriendo, antes de volverme hacia Marco, quien me dijo con gravedad: «Lamento haber sacado el tema a colación. Ignoraba que tu esposo había fallecido».
Obviamente pensaba que le había dicho a Claire una mentira piadosa para que no se enterara del «fallecimiento» de su padre. Yo tenía sentimientos encontrados, puesto que su verdadero padre estaba justo frente a mí, consolándome por su propia «muerte», lo que era ligeramente divertido, por decir lo menos.
«Lamento mucho tu pérdida, Tanya; supongo que debe ser muy difícil sobrellevarla», observó.
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