Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 185
Capítulo 185:
Punto de vista de Tanya
Los débiles rayos del sol de la tarde entraban por la ventana de mi escaparate. A esas horas, el Sr. Barlow solía entrar en mi tienda en busca de compañía, y aquel día no fue la excepción.
A pesar de ser un anciano rechoncho, uno podía adivinar que en su juventud había sido un hombre guapo.
Su cabeza era calva y lisa, y sus hombros anchos. Aunque, debido a su edad, había perdido fortaleza, era evidente que en sus años mozos había sido muy musculoso.
Si no hubiera sido un beodo, tal vez aún conservaría su antiguo aspecto y además olería menos a whisky añejo, lo que hacía que la gente evitara su compañía.
Al parecer, yo era la única persona que lo toleraba. Me agradaba porque era bastante encantador; tenía el carácter difícil propio de un chico.
Siempre contaba algunos chistes y soltaba peroratas que, a su juicio, eran muy interesantes.
A mí no me molestaba en absoluto su forma de ser, pues siempre me había agradado la compañía e incluso me divertía regañarlo cuando entraba en mi tienda con su infaltable bebida en la mano.
Según las normas, estaba prohibido ingresar a mi tienda con bebidas alcohólicas.
Ojalá hubiera comprado alguno de mis perfumes.
La extraña amistad que nos unía había comenzado cuando le salvé la vida.
Tres años antes, lo había encontrado malherido en la frontera del territorio de la manada Blue Moon.
Lo cuidé hasta que se recobró, y desde entonces no había pasado un solo día sin que viniera a visitarme.
Cada vez que lo hacía, intentaba convencerlo de que se llevara a casa uno de mis perfumes.
Si bien jamás lo hacía, al menos me daba la oportunidad de pulir mis habilidades como vendedora.
«Créame que todos estos perfumes tendrán un efecto decididamente positivo en su vida, señor Barlow», comenté.
«No me vengas con cuentos. Explícame eso, chica», repuso.
«Bueno, verá usted, este, por ejemplo, hará que el aroma de su casa siempre sea agradable y fresco, algo que ambos sabemos que nunca le ha interesado, pero que en realidad es muy importante.
Estoy segura de que le agradaría que su casa tuviera un aroma muy agradable», declaré.
Aunque se burló, tenía una mirada juguetona.
En realidad, no existía animadversión entre nosotros; simplemente bromeábamos.
Criticaba sin rudeza el elevado precio de mis perfumes, mientras que yo lo censuraba por hablar solamente conmigo.
«Si rocía este perfume en su espalda, ni el dolor que le provocan sus viejas lesiones ni el que siente en sus articulaciones serán tan intensos.
Además, alivia la artritis», señalé.
Le enseñé una botella brillante de color naranja y se la entregué.
«Este otro hará que no sienta deseos de beber.
Debería dejar de consumir licor, Sr. Barlow, pues es nocivo para su salud», expliqué mientras le enseñaba otra de mis fragancias.
Puso los ojos en blanco en señal de impaciencia.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar