Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 172
Capítulo 172:
Apenas puedes cuidar de ti mismo, así que es claramente imposible que seas capaz de brindarme protección.
Has perdido toda tu fuerza y energía», señalé, tratando de hacerle pensar que solo me interesaba por ser poseedor de tales cualidades.
Hice una mueca de disgusto mientras fingía estar desilusionada de él.
«No tiene sentido que permanezca aquí.
No quería quedarme solo para cuidarte, de manera que acepté el dinero que me ofreció el rey.
Me marcharé», comenté.
Me miró sorprendido y sacudió la cabeza con incredulidad.
«No, no puede ser cierto.
Jamás harías tal cosa.
No eres de esa índole», repuso.
Tenía razón; no acepté el dinero del Rey cuando decidí irme; no me pareció ético hacerlo.
Mi esposo me conocía muy bien, así que estaba seguro de que nunca actuaría de esa manera, pero por ningún motivo podía revelarle la verdad.
«¿Acaso crees que es fácil cuidar de ti? Tu maldición es una enfermedad incapacitante, por lo que desperdiciaría varios años de mi vida cuidándote hasta que finalmente sucumbas, y entonces habría vivido en vano», espeté.
A decir verdad, me sentía profundamente conmovida al ver la angustia reflejada en su rostro mientras yo hablaba sobre su debilidad, pero, lamentablemente, hacerle pensar que no quería estar junto a él presenciando su sufrimiento era la única forma de conseguir que me creyera.
«¿Y qué hay de nuestro hijo? Aunque no me ames, por favor quédate conmigo para garantizar el bienestar de nuestro futuro hijo.
No debes permitir que crezca sin la compañía de su padre.
Te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para lograr sobreponerme a esta terrible maldición», declaró en tono suplicante.
Nunca lo había visto comportarse con tanta desesperación; me sorprendía verlo tan dispuesto a bajar la guardia y abrir su corazón.
La nota de súplica en su voz era como una daga clavada en mi corazón.
Tomó mi mano en un intento desesperado por restablecer nuestro vínculo, pues le había hecho creer que nuestra conexión era irrecuperable.
Y debía sostener aquella mentira.
Tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para ser capaz de apartar mi mano sin mostrar un ápice de piedad.
«Nuestro matrimonio es un simple contrato sustentado en un trozo de papel.
Entre nosotros jamás surgirá el amor verdadero, y por eso necesito aprovechar todas las oportunidades que me ofrece la vida; no puedo vivir eternamente a tu sombra. Estoy decidida a abortar el bebé», observé.
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