Capítulo 170:

Finalmente, decidí que quería que aquel fuera mi último recuerdo de él y que, sin importar lo que pudiera suceder, perdurara eternamente en lo más profundo de mi corazón.

En ese momento, mi timidez y nerviosismo habituales dieron paso a mi deseo de estar junto a él.

Aparté la cabeza de su pecho y contemplé su rostro.

Lo miré fijamente a los ojos con la firme intención de guardar en lo más profundo de mi memoria el color cautivador de sus ojos.

Luego, presioné mis labios contra los suyos y noté que se había sentido levemente sorprendido.

Sin embargo, no intentó detener mis avances y me correspondió con la misma pasión. Nos besamos despacio.

Decidida, pese a nuestra ansiedad, nos besamos con suavidad.

Yo parecía no respirar.

Como si quisiera que nos fundiéramos en un beso interminable, pues pensaba que, si nuestros labios llegaban a separarse, jamás se volverían a juntar.

Al advertir que estaba exhausto como consecuencia de la agitada transformación que había sufrido, tomé la iniciativa y empujé levemente uno de sus hombros, de manera que su espalda quedara completamente apoyada en la cama. Luego, me encaramé sobre él a la altura de la mitad de su torso sin dejar de besarlo.

Como parecía que me había concedido plena libertad durante nuestro encuentro íntimo, besé con avidez cada centímetro de su pecho desnudo, como si pretendiera que aquellos besos hicieran desaparecer el profundo dolor que ambos experimentábamos.

Correspondiendo a mi pasión, echó la cabeza hacia atrás mientras le daba prolongados besos en el cuello y succionaba su piel, lo que al parecer le agradaba mucho.

Marco, por su parte, acariciaba mi espalda y la parte inferior de mi cuerpo, apretando con firmeza mi piel en un despliegue de sensualidad.

Pese a que la forma en que sus manos recorrían mi cuerpo demostraba un gran romanticismo, yo pensaba con melancolía que bien podría ser la última vez que sentiría el contacto de sus manos en mi piel, explorando rincones delicados y vulnerables.

Tal vez llegaría el día en que él encontraría de nuevo el amor, mientras que yo, por el contrario, no podía imaginar que llegara a amar a nadie más que al hombre que yacía debajo de mí.

Aquel pensamiento hacía que se me estrujara el corazón, pero, mientras besaba la línea plateada que surcaba peligrosamente su brazo y marcaba su piel, me decía a mí misma que nuestra separación era lo más conveniente, pues él merecía seguir viviendo.

Me había dado la vida.

Y ahora había llegado el momento de devolverle el favor.

Punto de vista de Marco.

Jamás había despertado en mi habitación sintiéndome tan bien tras una noche de descanso. Al recordar los sucesos de la noche anterior, una sensación de calidez inundaba mi corazón glacial.

A pesar de la encrucijada ante la que me encontraba, me sentía en paz conmigo mismo.

Incluso había contemplado la posibilidad de morir.

Utilizaba la fría lógica para hacer elucubraciones sobre el destino que me aguardaba.

De hecho, resultaba sorprendente que, a pesar de la maldición que había caído sobre mí, aún siguiera con vida.

Pero, aunque acabara muriendo…

Al menos lo haría sabiendo que había encontrado el amor de mi vida y que los recuerdos de nuestra relación serían eternos.

Confío en que sabrá criar a mi futuro hijo con firmeza y estoy seguro de que le hablará de mí.

«Les contará todas las cosas que amó de mí, incluso algunas que escapan a mi atención.

Y hará énfasis en el hecho de que los amo y que mi espíritu jamás los abandonará.»

Suspiré, sonriendo, mientras me volvía para encararla…

Fruncí el ceño al ver que ya no yacía junto a mí y entonces la confusión se apoderó de mí, mientras la incertidumbre crecía en mi habitualmente insensible corazón.

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