Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 116
Capítulo 116:
Entrelacé las manos detrás de mi espalda y me recosté sobre un pilar cercano, tratando de ocultar el temblor de mis dedos.
«¿Acaso eso no sería algo maravilloso?», repliqué, imitando su sonrisa.
«Desafortunadamente, mi madre solo dio a luz a una hija, y la estás viendo en este preciso instante».
Tarareaba suavemente para sí, como si toda esa conversación fuera una especie de broma curiosa, pero incluso cuando apartó la mirada de mí, no conseguí sacudirme la sensación de que podía leer mi mente.
Punto de vista de Tanya
Después de cenar, Marco me invitó a dar un paseo en su auto.
Salimos de la capital y conducimos por varios kilómetros hasta un valle a las afueras del reino.
Cuando llegamos, me dijo que estábamos en la manada Blue Moon.
Fue impresionante ver lo grande que era el Reino de Mador, y aún más impactante fue darme cuenta de cuánto poder debía tener su familia para gobernarlo todo, incluso aquellos territorios habitados por otras manadas.
«Quiero mostrarte algo», me dijo.
Marco aparcó el auto y caminamos hasta llegar a un hermoso claro en la cañada.
En el centro del lugar, pude ver un enorme árbol con cientos de pequeñas y hermosas flores. Nunca antes lo había visto, pero lo reconocí de inmediato.
Incluso yo había oído las maravillosas historias del árbol de la luna azul.
La leyenda decía que este había sido bendecido por la Diosa de la Luna hace muchos siglos.
Las flores que estaba viendo debían ser las famosas flores de la luna azul.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había muchas personas.
Algunas simplemente caminaban, mientras que otras estaban sentadas o arrodilladas junto al árbol para rezar o meditar.
Algo que llamó mi atención fue que la mayoría de los que estaban allí eran parejas.
«Aquí es donde mis padres se conocieron. Se toparon justo debajo del árbol y fue amor a primera vista.»
No pude evitar sorprenderme ante lo que Marco acababa de decir.
Según el folclore del lugar, el árbol no solo era considerado un espacio sagrado, sino también una reliquia para los enamorados.
A medida que nos acercábamos, pude ver que había docenas y docenas de cintas multicolor atadas a las ramas del árbol.
Se decía que si visitabas el lugar junto a la persona que amabas y atabas una cinta, el árbol les concedería un deseo y bendeciría su amor para que pudieran estar juntos por siempre.
Marco estaba callado, pero algo en su expresión hizo que mi corazón se acelerara.
«¿Alguna vez viniste aquí con Lily? ¿Pidieron un deseo juntos?», pregunté, tratando de sonar lo más imparcial posible.
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