El presidente tuvo gemelos -
Capítulo 302
Capítulo 302:
La lámpara del pasillo se encendía y apagaba una y otra vez.
Joseph se apresuró a volver a casa, pero seguía introduciendo la contraseña equivocada. La puerta les avisaba de que la contraseña era incorrecta.
Al final, luego de muchos intentos, lograron entrar por la puerta.
Adentro estaba oscuro. La casa estaba vacía. Noah y Stella estaban en la Mansión de los Beckham desde hace unos días y benjamín se estaba quedando en la universidad por los exámenes finales.
La pálida luz de la luna proyectaba suaves sombras en la pared.
Al final Hayden no dijo qué León le gustaba. Por eso Joseph no se molestó en preguntarle sabiendo que a ella no le gustaba aquel ‘chico tierno’, por si seguía riéndose de él.
La casa empezó a calentarse. Hayden se sentía cansada después del se%o, tumbada en el sofá junto a Joseph.
«¿Es Anna fue quien te explico todo eso de los ‘chicos tiernos’ y los ‘chicos rudos’?».
Hayden asintió despreocupadamente.
«Los chicos jóvenes se clasifican en tiernos y rudos, pero ¿Cómo se llama a un hombre mayor?». Preguntó Joseph.
Hayden se lo pensó un segundo y lo miró fijamente: «¿Estás seguro de que quieres saberlo?».
Pensó un rato y asintió, aunque sabía que no podía ser una palabra agradable.
Hayden se quedó en blanco durante un rato y empezó a tener menos sueño. Miró fijamente a Joseph: «Anna dijo que los chicos tiernos y rudos, son siempre hombres jóvenes. Pero los hombres mayores que tienen mal carácter, nunca halagan a las mujeres y suelen ser poco amables, así que solo hay una etiqueta para ellos».
Joseph discrepó frunciendo el ceño: «¿Un hombre al que no le gusta hacer cumplidos es antipático?».
«Sí, tú nunca me haces cumplidos».
Hayden le miró un rato. No creía que fuera el tipo de hombre acostumbrado a halagar a las personas, así que le buscó una excusa: «Pero en realidad, un hablador simplón no siempre es popular».
Pero Joseph estaba interesado en lo que ella decía.
«¿Qué etiqueta menciono Anna?».
Hayden descubrió que sentía una intensa curiosidad al respecto, así que respondió: «Viejo desvergonzado».
Su voz resonó a través de la casa por un momento.
Joseph se enfadó: «Creo que deberías buscar a otra persona para sustituir a Anna».
Hayden sonrió satisfecha: «Pero hace unos días me dijiste que debía subirle el sueldo. Tú eres el tesorero y lo has aprobado».
«…».
Joseph no podía discutir eso. Hayden pensaba que Anna se merecía un sueldo más alto.
Hayden consideró necesario aprender algunas tendencias de internet.
Hayden fue a la Mansión de los Beckham para pasar un fin de semana con sus dos hijos. Joseph quería llevar a Stella y Noah de vuelta a casa. Pero Hayden no lo consintió dado que estaba ocupada en el trabajo y Harrison podría sentirse solo si se iban los niños.
Mark y otros dos criados les esperaban en la puerta.
«Buenos días, Señor Beckham, Señorita Downey».
«¿Dónde está Harrison?». Joseph bajó del auto, tomando la mano de Hayden.
«El pequeño Noah quería hacer un muñeco de nieve, así que el Viejo Señor Beckham compró un cañón de nieve y lo colocó en la colina de atrás. Anoche bajó mucho la temperatura, así que ahora Viejo Señor Beckham está jugando con Stella y Noah».
«¿Por qué quiso hacer un muñeco?». Pregunto Joseph con el ceño fruncido.
Hayden reflexionó un rato: «Quizá sea idea de Stella. Me insistió para que la llevara a jugar a la nieve en invierno, íbamos a esquiar en esta época. Según la previsión meteorológica, nevará mucho en los próximos días».
En Ciudad N siempre empezaba a nevar a principios de diciembre.
No estaban en casa, así que Hayden y Joseph fueron a la colina de atrás.
El cañón de nieve había dejado de funcionar. La colina era muy atractiva porque la nieve artificial se extendía sobre un vasto prado, creando un mundo blanco y plateado.
Había dos niños corriendo por la nieve. Iban vestidos de amarillo y rojo como bolas de colores. Stella y Noah no paraban de lanzar bolas de nieve al que se escondía detrás del árbol. Hayden reconoció que era Eleanor cuando soltó un grito.
Hayden también divisó a un hombre de negro sentado en el suelo, era Harrison. A pesar de su avanzada edad, seguía sano y vigoroso. Aunque estaba lejos de los niños, había montones de bolas de nieve a su lado.
La novedad de la situación la intrigó. Agarró a Joseph del brazo y le indicó que lo viera.
Joseph miró a Harrison y se sorprendió de que hubiera bolas de nieve cerca de él.
En la mente de Joseph, Harrison era bastante estricto, y no sería capaz de jugar con sus nietos.
«Lo creas o no, yo podría hacer que Harrison se uniera a nosotros y jugara».
«De ninguna manera». Joseph no creía: «A él no le gustan estos juegos».
«¿Quieres apostar? ¿Qué gano si lo logro?».
«Lavaré los platos durante un mes».
«Está bien, trato hecho». Dijo ella y caminó unos pasos hacia Harrison, pero se devolvió de repente: «No, tú siempre lavas los platos».
Sonriendo, Joseph no contestó. La miró tranquilamente a los ojos con los brazos cruzados, esperando su negativa.
A Hayden no le importó lo que estaba en juego. Levantó la barbilla hacia él y corrió hacia Harrison.
«Hola».
Su repentina aparición asustó a Harrison. Se levantó avergonzado, intentando esconder las bolas de nieve detrás de él: «Hola, Hayden».
«¡Espere! No pise las bolas de nieve. Son perfectas para lanzárselas a los demás». Ella misma se agachó y tomo una bola de nieve para verla de cerca.
Conversando con Harrison, le lanzó una bola de nieve a Stella.
«¡Ay! ¿Quién ha sido?». La encantadora voz de Stella llegó desde el campo de nieve. Golpeada por la bola de nieve, tropezó y se sentó en el suelo. Se dio la vuelta descubriendo que sólo Harrison estaba allí. «¡Harrison, dijiste que no te unirías a nosotros!».
Harrison estaba desconcertado: «No, yo no fui».
Hayden se escondía detrás de Harrison. Tenía una figura delgada, por lo que Harrison, que llevaba un abrigo negro, la cubría fácilmente.
Cuando Stella se distrajo, Hayden le lanzó otra bola de nieve que esta vez le dio en la cabeza.
«¡Noah, Harrison me está tirando bolas de nieve!». Stella estaba indignada. Le susurró algo a Noah y empezaron a lanzarle bolas de nieve a Harrison.
Al ver eso, Eleanor dejó de esconderse y se unió a la pelea de bolas de nieve.
«Harrison, déjame ayudarte».
Harrison no podía esquivar las bolas de nieve, así que pronto se vio cubierto de nieve. Hayden le dio una bola de nieve y le dijo: «¡Harrison, dales!».
Atravesando el cielo, la bola de nieve parecía tan grande como el puño de un humano. Después de que Harrison lanzara una bola de nieve, la pelea se hizo más intensa.
Por todo el lugar se oían gritos que sonaban bastante alegres.
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