El presidente tuvo gemelos -
Capítulo 301
Capítulo 301:
León se quedó atascado un momento en la pregunta de Hayden. Con los dientes castañeteándole, parpadeó y dijo: «Tienes razón».
Hayden pensó que no lo había considerado bien antes de venir.
Entonces se sintió enojada: «Ya está bueno. Olvídate de la cena, te estás congelando aquí fuera. ¿Dónde vives? Te llevaré a casa».
León no se atrevió a discutir, así que se subió al auto de Hayden.
No estaban lejos de donde se estaba quedando. Hayden lo dejó en la puerta del hotel: «Guarda el abrigo. Si no, puedes resfriarte».
Después de todo, él era el portavoz de la marca del Grupo Downey. Si se enfermaba justo después del rodaje, sus fans se pondrían furiosos y les echarían la culpa a ellos.
Pero León estaba encantado: «Haré que te laven el abrigo y luego te lo devolveré».
«Solo si vienes otra vez a Ciudad N». Hayden sonrió y agitó la mano. Respiró aliviada cuando cerró la puerta del auto.
La gente se volvía loca con las estrellas, pero no era tan fácil tratar con ellas.
Hayden vio a un hombre de negro de pie delante del edificio cuando el auto llegó a la zona de la Villa Imperial.
Estaba tan contenta que corrió hacia Joseph y le abrazó cuando el chofer paró el auto.
Ella le miró: «¿Cómo sabias a que hora venia?».
Al ver que no llevaba abrigo, Joseph frunció el ceño y se desabrochó el suyo para abrigarla: «Se lo he peguntado a Anna».
«Vaya, ¿Le has preguntado por mi horario? ¿Qué te ha dicho?».
«Dijo que deberías haber llegado a casa hace media hora». Joseph estaba un poco molesto: «Te he esperado durante más de cuarenta minutos. Resulta que no es tan confiable su información».
Hayden se echó a reír: «Anna no siempre está al tanto de mi itinerario. Además, hoy ella invito a los miembros del rodaje por mí. Así que no debiste haberle preguntado, era mejor que me preguntaras a mí directamente».
Al ver que ella seguía resoplando, tomo la tomo del brazo y entró en el edificio: «Últimamente has estado muy ocupada con tu trabajo».
Hayden no estuvo de acuerdo: «Tú estabas mucho más ocupado que yo. Sigo viniendo a casa todos los días, pero tú siempre estabas de viaje de negocios».
Joseph pulsó el botón del ascensor, pero éste tardó demasiado en llegar. Así que se giró y le pregunto: «¿Por qué no te pusiste el abrigo?».
«¡Por nada!». Hayden suspiró: «Es complicado».
«¿Qué ha pasado?».
Hayden le miró fijamente de repente y preguntó: «¿Entiendes la moda de los chicos tiernos y los chicos rudos?».
A Joseph le desconcertó lo que dijo.
«Son dos estereotipos de novios muy populares hoy en día. Los chicos rudos son más varoniles y fiables, mientras que los chicos tiernos son más dulces y atentos».
A Joseph no le interesaban esas cosas y siguió preguntándole por el abrigo: «¿Qué tiene que ver esto con tu abrigo?».
«Le di mi abrigo a ‘un chico tierno'».
Hayden se acurruco en abrigo y le miró a la cara. Su abrigo era demasiado grande para ella y era rígido en los hombros, lo que la hacía parecer una niña disfrazada.
Llevando su abrigo, ella esperaba que él se pusiera celoso. Pero al cabo de un rato, él simplemente le preguntó: «¿Qué clase de ‘chico tierno’ se llevaría tu abrigo?».
Ella perdió de repente el entusiasmo y se resignó: «¿No entiendes lo que acabo de decir? La etiqueta de ‘chico tierno’ se refiere exactamente a eso, un chico tierno y delicado. Es el nuevo embajador de la marca del Grupo Downey, su nombre es León y le di mi abrigo».
Joseph no supo qué responder.
El ascensor se detuvo por casualidad delante de ellos. Hayden entró directamente en el ascensor, con cara de no querer hablar con él.
Joseph entró también en el ascensor y preguntó con el ceño fruncido: «¿Un chico?».
«Sí». Ella observó disimuladamente su expresión, y se burló de él a propósito: » Me gusta mucho León».
«¿Qué has dicho?». Su expresión cambió de repente y hablo con una voz más grave.
«He dicho que me gusta León. No soy fan de ninguna estrella popular, pero soy fan de León». Desde el espejo del ascensor, vio que Joseph se enfadaba.
Él le repuso: «Nunca has hablado de qué tipo de famosos te gustan».
«Eso es porque no lo digo cuando alguien me gusta». Consiguió mantener una cara de póquer e iba a salir del ascensor cuando éste estaba a punto de detenerse.
El ascensor llegó y la puerta se estaba abriendo. Pero repentinamente él le agarro la muñeca.
Exclamó sorprendida. Antes de darse cuenta de lo que había pasado, estaba atrapada entre él y la pared del ascensor. Su mano estaba presionada contra la pared.
Él la miró y le dijo enfadado: «Has llegado tarde porque habías quedado en salir con León, ¿Verdad?».
«¿Por qué estás tan enojado?». Ella forcejeó, pero no consiguió tirar de su muñeca. Volvió a reírse de él: «¿Estás celoso?».
«¿Todavía te ríes?». Joseph estaba indignado: «Contéstame».
Hayden se apoyó contra la pared, con cara de haber renunciado a la lucha: «Sí, fui a reunirme con él. Me invitó a cenar. Pero tenía frío, así que me quité el abrigo y se lo di».
Al oír eso, se enfureció aún más, sobre todo cuando vio que ella llevaba su abrigo. Le agarró la muñeca con más firmeza.
Hayden ya no reía: «¡Suéltame! Me haces daño».
Sintió un viento helado que le recorrió el hombro al terminar sus palabras.
Joseph volvió a tomar su abrigo y se negó a dárselo.
Hayden tembló de frío y se agarró a su brazo.
«¿Qué haces? Me muero de frío».
«Podrías pedirle a León que te devolviera el abrigo».
Joseph sabía que era imposible que Hayden tuviera una aventura. Y era comprensible que fuera fan de alguna estrella. Pero estos días había estado celoso de otros hombres, así que dio rienda suelta a su ira y a sus celos.
A Hayden le hizo gracia la inusual expresión de su rostro. Ella quería saber su fondo, pero se quedó helada.
Pero ya era suficiente. Parpadeó: «Me gusta el León de mi película favorita. No León modelo que elegimos para el rodaje. Lo entendiste mal».
Su rostro adoptó una expresión fija. Se dio cuenta de que le habían engañado cuando vio que Hayden soltaba una risita.
Entonces ella volvió a quedar entre él y la pared: «¡No me hagas cosquillas! Lo siento, ¡Fue culpa mía!».
Hayden riendo intensamente y trató de detenerlo.
Al ver que Hayden jadeaba con un rubor en las mejillas, Joseph dejó de hacerle cosquillas.
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