El innombrable vive en New York -
Capítulo 2
Capítulo 2:
“Sí, empiezas tu día laboral a partir de mañana”, dijo sonriéndome de lado.
“Muchas gracias”, dije muy emocionada.
“Tu jefe vendrá mañana así que se muy puntual”.
Le hice todas las preguntas que me surgieron a la Señorita Smith quien respondió cada una de ellas amablemente, recibiría mis pagos semanalmente lo cual sería perfecto así podría enviarles dinero a mis papas lo antes posible para pagar los gastos de la casa y medicamentos de mamá antes de fin de mes.
Al salir de la empresa me di cuenta de que había empezado a llover, corrí hacia la primera tienda que encontré en el camino para comprar una sombrilla.
Nueva York es una ciudad muy hermosa, especialmente por la noche, parecía un gran espectáculo de luces.
Suspire un poco triste.
Me habría encantado que mis padres entendieran las razones por las que hui y que por un momento se detuvieran a pensar que soy su hija y no un premio de caridad.
En ese momento sentí como toda mi ropa se mojaba y me dejaba completamente empapada del charco que acababa de levantar ese auto rojo que acaba de pasar frente a mí.
“¡Maldito demente!”, grite enfadada viendo como el auto rojo se alejaba como si nada.
Alcance a ver las placas del Audi rojo y abrí los ojos muy sorprendida.
El número de placa era L666.
“Maldito satánico”, dije enfadada.
Juro por lo que más quiera que si vuelvo a ver ese maldito auto rojo rayaré toda la parte lateral del auto.
“Solo un café normal”.
Llegué a mi departamento y me desvestí.
Al menos al vivir sola me podía dar el lujo de caminar en ropa interior por todo el departamento. Metí toda la ropa empapada por el charco a la lavadora y me fui a acostar. Cuando estuviera lista la pasaría a la secadora.
El sonido de la alarma me despertó.
Mire la pantalla de mi celular con el ceño fruncido para luego levantarme de golpe de la cama, me había quedado dormida la noche anterior y había olvidado por completo mi ropa.
Fui a la lavadora y saque la ropa.
Al menos no sería necesario gastar más electricidad porque ya estaba completamente seca mi ropa.
Fui al baño para ducharme y bufé enfadada.
El dueño del departamento me dijo que la regadera de la ducha a veces tenía problemas y que haría todo lo posible por cambiarla lo antes posible pero no lo ha hecho todavía.
Metí mi cabeza en el lavamanos para lavar mi cabello y empecé a limpiar todo mi cuerpo con toallas.
No era una gran ducha, pero al menos no apestaría el resto del día.
Salí de casa a las 6:50 y tomé un taxi, de repente recordé el café que tenía que llevar para mi jefe y le dije al taxista que se detuviera, pague el taxi y me baje.
Frente a mi había dos cafeterías una era Starbucks y la otra era Camelia’s Coffee, decidí ir a la segunda cafetería ya que la primera estaba muy llena y perdería demasiado tiempo y no llegaría a tiempo.
Cuando estuve dentro de la cafetería me detuve a pensar qué clase de café le gustaría a mí jefe, ni siquiera lo conocía y tampoco me habían dicho que comprar.
Supuse que tal vez sería una persona mayor que de seguro está cansada de tanto revisar documentos la noche anterior y necesita algo muy fuerte para que lo mantenga despierto por el día así que le pedí un café doble.
Esperé en la orilla de la calle al menos 10 minutos a que algún taxi se detuviera, pero todos iban llenos, empecé a caminar unas calles hasta que al fin conseguí un taxi el cual me llevo hasta la empresa.
Subí hasta el último piso e hice todo lo que me habían indicado, ordené las carpetas, encendí la computadora de escritorio y limpié ambos escritorios, el de mi jefe y el mío.
Todavía tenía tiempo de sobra antes de que mi jefe viniera así que arregle los cables que le daban energía a la computadora.
Miré la hora en la pantalla de mi celular y vi que solo faltaban 5 minutos para las 9 así que salí de la oficina y me quedé parada en la puerta.
Me quede ahí parada allí hasta que fueron las 9:00 am se escucharon las puertas del ascensor abrirse.
“Buenos días, Señor Spinter”, dijo la Señorita Smith saludando.
Me sorprendí al ver a aquel hombre que caminaba hacia mi dirección, su semblante parecía muy serio, era un hombre muy alto, debía medir al menos 1.90 m, piel clara, cabello marrón oscuro y ojos azules, el traje que llevaba le encajaba a la perfección en su cuerpo que se veía bien tonificado.
“Buenos días, Señor Spinter, yo seré su nueva…”, ni siquiera me dejo terminar cuando había pasado de largo y entro a su oficina.
Mis mejillas se empezaron a ruborizar de la vergüenza, miré a la Señorita Smith quien me hizo un gesto diciéndome que entrara a la oficina, yo asentí y entre.
Él se sentó frente a su escritorio y tomo el café que había dejado en su escritorio, tomo un sorbo e hizo una mueca.
“¿Qué es esto?”, dijo haciendo una mueca con su boca.
Su voz me causó escalofríos.
Jamás había escuchado una voz tan grave.
“Es café…”.
Él me miro intimidante.
“Un café doble, pensé que le gustaría”, dije en susurro.
“Deshazte de esto”, dijo.
Al parecer ni siquiera había podido acertar en su café favorito.
Caminé rápidamente a su escritorio para tomar su café y botarlo.
“¿Cuál es mi agenda para este día?”, preguntó.
Tomé la agenda de este día que había impreso y puse las papeletas en su escritorio.
“Esa es su agenda de hoy”, dije, pero él ni siquiera vio los papeles.
Solo siguió viendo su computadora.
Tomé de nuevo la agenda y aclaré mi garganta para empezar a leer toda su agenda.
Estaba tan concentrada leyendo que ni siquiera lo había volteado a ver, cuando terminé de leer él me miraba directamente a los ojos.
“Gracias”, dijo mirándome.
Era la primera vez que me miraba a los ojos y preferiría que no lo volviera a hacer, no fui capaz de mantener mi vista en sus ojos cuando decidí apartar mi mirada porque me intimidaba.
“Todavía tiene 30 minutos antes de su reunión”.
“¿Quiere que le consiga otro café?”, pregunté.
“¿Cuál es su nombre?”, preguntó ignorando completamente mi pregunta.
“Soy Olivia Baldinelli”, dije.
Bien Señorita Baldinelli, le daré algunos consejos que quiero que cumpla al pie de la letra.
En ese momento abrí mi libreta para empezar a anotar lo que estaba a punto de decir.
“Consiga una Tablet y deje de anotar datos importantes en su libreta, es muy anticuado y poco profesional, compré esa Tablet de la tarjeta de la empresa”, lo miré avergonzada, mordí mi labio inferior y deje de escribir para verlo a él.
“No me vuelva a traer un café doble a menos que me quieras asesinar, quiero un café normal”.
Yo asentí.
“Mientras yo no la llame usted deberá permanecer fuera de esta oficina, solicite que pongan un escritorio enfrente de esa ventana”, dijo señalando la ventana que estaba justo en la entrada.
“¿Sabe manejar?”
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