Capítulo 61:

Estaba tan concentrada en eso que mi cerebro no registraba nada más de lo que acababa de ocurrir.

Fuera lo que fuera, tenía que averiguar cómo hacerlo a voluntad. Debía entender cómo conjurarlo y hacerlo aparecer, para saber cómo usarlo de nuevo, o perfeccionarlo.

Como aquel día en que destrocé todo lo que había en la casa… simplemente ocurrió cuando me enfadé y… ¡Realmente lo hice!

Ese pensamiento me golpeó como una bofetada en la cara, mientras mi mente volvía a ese lugar, y recordé lo furiosa que estaba con Colton justo antes de que consiguiera hacer eso. Del mismo modo que me convertí en un hervidero de fuego, sudor y desprecio, con ese oso idiota. Esa tenía que ser la clave entre lo que había hecho en la casa, y ahora esto.

Sin embargo, no creí que se tratara de la misma habilidad, y Colton había demostrado que era una especie de don de absorción, especialmente cuando se puso a prueba contra él. Definitivamente no tenía su fuerza, su velocidad o su poder esta vez, de lo contrario habría aniquilado al oso en cuestión de segundos.

Vi lo que le hizo al vampiro esa noche. Así que absorbí y desvié sus propios dones. No podía ser el mismo caso, a menos que ese oso tuviera poderes extraños y fuera una especie de cambia formas y no un oso negro normal.

Le eché otro vistazo al cuerpo sin vida del animal, con una pizca de aprensión e inseguridad, y sacudí la cabeza, eliminando esa duda por completo. Los cambia formas volvían a su forma humana después de morir, y esa cosa seguía siendo una alfombra de pelo negro bastante grande.

Parecía una masa oscura contra los árboles.

Sentí ira, y coraje, y en lugar de miedo, quise ejercer mi dominio. Me protegí instintivamente con algo que conjuré, y no recordaba haber estado en contacto con algo así.

No era tan reciente como para absorberlo, y sabía que no habría permanecido en mí. La absorción no duraba, como no lo había hecho con los dones de Colton.

Me miré las patas una vez más, sopesándolo en mi mente y me di cuenta de que fue así como lo hice. Me enfurecí con Colton y también con el oso, así que mi enojo era una fuente de poder que debía aprovechar. Necesitaba aprender a usar mi rabia para controlar mi don.

No es que fuera difícil encontrar una razón para hacerme enfadar, solo necesitaba acordarme del dolor de cuatro días después de marcharme, y bingo, podría alimentar la rabia durante una eternidad mientras maldecía su nombre de ‘p%ta’.

Si dejaba de lado la autocompasión y recordaba que unos días más tarde, en la luna llena, no sentía ninguna nueva agonía… y por lo tanto ninguna nueva traición, entonces sabía la respuesta. Debió marcarla antes de la ceremonia de conversión, una vez que estuvo seguro de que me había ido.

Ojos que no ven, corazón que no siente. Ni siquiera esperó. Me senté toda la noche a esperar y mirar la luna, pero no sentí nada. Podía desatar mi furia, pero luego no sabía qué hacer con ella.

Miré mis garras, que poco a poco se estaban convirtiendo en manos humanas, había fallado en conjurar esa niebla lechosa y me rendí.

Supuse que sin tener dónde dirigir la ira, o sin algo que me amenazara de alguna manera, no tendría ni idea de cómo conjurarla correctamente. Tal vez si Colton estuviera frente a mí…

Eché la cabeza hacia atrás mientras suspiraba hacia el cielo y exhalaba con fuerza. Estaba desnuda en el bosque y finalmente volví a la realidad. Se me presentaba una oportunidad si dejaba de lado mis poderes y mi furia.

Acababa de matar a un oso, uno grande, y su piel no debía desperdiciarse cuando trataba de hacer más llevadera la supervivencia rural.

Me apetecía tener algunas comodidades en casa, y una cama blanda… ese gran trasero tenía la piel perfecta para un abrigo, y sería un desperdicio no aprovecharla. Tenía que recordar lo que mi padre me dijo sobre la supervivencia fuera de la comunidad, era esencial utilizar todo lo que se pudiera en cada oportunidad.

Volví a centrar mi atención en la bestia, con una punzada de culpabilidad que finalmente se clavó dolorosamente en mi corazón, recordándome que, de hecho, era humana, mientras observaba su ahora inmóvil y patética figura, e intenté no volver a caer en ser una chica débil con demasiada empatía.

Había tenido que hacerlo muchas veces en los últimos días al cazar mi propia comida, y necesitaba aceptar que la vida podía ser cruel, y en la naturaleza, era comer o ser comido. Ignoré el creciente nudo en mi garganta y en mi pecho, aparté esos pensamientos y encontré mi fuerza interior.

Saqué mi cuchillo de la mochila y este brilló bajo el sol del claro y me cegó con su luz. Llevaba días utilizándolo para despellejar conejos y cosas así, pero era pequeño y no era el más afilado, aunque había intentado utilizar piedras de sílex para mantenerlo así. Me llevaría un mes despellejar a ese maldito oso.

Extendí las manos, convirtiéndolas de nuevo en garras de lobo. Los licántropos podíamos usar nuestras patas como manos, o pies, y volví a mirar mis garras, midiendo mentalmente el tamaño y el filo de mis uñas, sabiendo que eran todas las herramientas que necesitaba.

No me molesté en vestirme, ya que estaba sucia después de aquella pequeña batalla y estaba a punto de estarlo aún más.

Las heridas que me infligió el oso se habían curado, pero la sangre seca dejó un rastro asqueroso en mi piel. Mi aspecto era probablemente tan salvaje como esta situación me hacía sentir. Necesitaba bañarme antes de vestirme, ya que esto iba a ser un desastre.

Acorté mi distancia con el oso, extendiendo mis garras por completo, con la mente puesta en una tarea que me revolvía el estómago. Me agaché para rescatar todo el pelaje que pudiera, y tal vez una garra de trofeo, como recordatorio de que acababa de ganar mi primera marca de guerrera.

Contuve las ganas de vomitar y la repentina oleada de excitación que me hizo sentir ligeramente vulnerable, mientras me situaba sobre mi presa y examinaba lo que estaba a punto de hacer.

Ni siquiera sabía si la carne de oso sabía bien, tal vez si la cocinaba sería comestible, y supuse que estaba a punto de averiguarlo.

Fue el primer día desde que me fui que la tristeza y la desesperanza disminuyeron, y sentí que podía aprender a salir de esto con un poco más de determinación que en las últimas dos semanas.

Podía aprender a crecer, a ser fuerte si me daba más tiempo y algo de fe. Si podía enfrentarme a un oso, tal vez podría enfrentarme a algo más pálido, más rápido, más mortífero y sediento de sangre si me encontraba con uno.

Necesitaba descubrir cómo liberar mi potencial y, por primera vez, me pregunté si Colton lo había visto antes que yo. Quizás pudo ver lo que otros no pudieron, y captó un destello cuando se acercó a mí. Tal vez yo era especial después de todo. Los lobos no podían lanzar aire.

Me acosté en la cama improvisada de pieles que me había hecho anoche, descansando perezosamente con un buen trozo de piel encima.

Crucé las manos debajo de la barbilla, mientras observaba a los pájaros de la madrugada picotear los restos que dejé en mi piedra para cocinar, bailando alegremente y comiendo lo poco que dejé atrás.

El fuego se había extinguido hacía tiempo y todo a mí alrededor estaba cubierto del rocío mañanero, tan quieto y pacífico, en medio del resplandor matutino de un sol naciente y extrañamente sereno. Pasé una noche más, y todavía estaba aquí, despertando de mejor humor cada vez.

A pesar de que anoche no encontré una cueva o refugio, la pasé bien, acurrucada en la piel de oso, que me tomó cuatro días completos raspar, limpiar y secar al sol en las rocas más calientes que pude encontrar.

No era experta en curtir o conservar pieles, pero hice lo que pude, aunque quedó un poco rígida y huele mal. Pensé que valía la pena cargarla conmigo todos los días, a pesar del volumen y el peso adicionales.

Corté la piel en cuatro pedazos manejables para enrollarlos y atarlos sobre mi espalda, dos servían para ponerlos debajo por la noche, uno extendido como un colchón delgado para brindarme algo de comodidad, otro enrollado como una almohada improvisada.

La pieza más grande me servía como un cobertor resistente a la intemperie, cubriendo la sencilla manta que había traído conmigo.

No necesitaba calor, pero la piel me mantenía seca y con una agradable sensación de calidez, incluso dentro de las cuevas. Me daba una sensación de seguridad y no me sentía tan expuesta dentro de ese entorno oscuro, hecho de piel ligeramente áspera.

Desde la batalla estuve durmiendo mejor. No sabía si se debía a que aprendí algo sobre mi propia fuerza y eso aumentó mi confianza, o si fue solo el consuelo de tener ropa de cama, y el saber que hice todo esto sola, lo que me ayudó a dormir más fácil.

Últimamente mis sentidos no estaban tan inestables y llenos de pánico, y me sentía menos inquieta.

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