Capítulo 6:

Tironeo, pero la manta empieza a rasgarse por la presión cerca de mi extremo y no tengo más remedio que detenerme o quedarme con un retazo que no cubrirá nada.

Sé que otros están mirando; mis sentidos están sintonizados al máximo, y siento la piel en todo mi cuerpo erizarse. Puedo sentirlos mirando desde todas partes, y quiero hundirme en el suelo y desaparecer.

Tiro de la manta, pero esta comienza a rasgarse a causa de mi estirón, y no tengo más remedio que detenerme o quedarme con un trozo que no cubrirá nada.

“Por el amor de Dios, Damon. Este no es el momento ni el lugar. Mi padre te está mirando”.

“Detente ya, Colton”, gruñe en su dirección, lo empuja por detrás y aparece frente a él, lo empuja fuera de la manta y se abalanza rápidamente hacia abajo para recogerla.

Da dos pasos confiados hacia adelante y me la entrega, inclinándose ligeramente mientras lo hace para asegurarse de que la tome sin más interferencias. Sé que solo lo está haciendo para guardar las apariencias, demostrar su dominio frente a su padre y salvar a Damon del castigo posterior.

De cualquier manera, por primera vez, estoy agradecida con él, y aliviada de que sea un Alfa en formación.

Extiendo la mano y tomo agradecida la manta, rápidamente me cubro con ella y oculto lo que está a la vista, temerosa de mirarlo. Pero en mi prisa por cubrirme, su mano, que todavía sostiene una esquina de la manta, toca brevemente mi hombro.

Un destello abrasador recorre mi cuerpo de manera alarmante, provocando un hormigueo en mi interior que no logro identificar. Es como ser alcanzada por un shock eléctrico de baja potencia, y jadeo a causa del contacto, mirándolo mientras él intenta ponerse de pie, en apariencia también sorprendido por lo que tal vez había sido solo una descarga eléctrica.

Por una breve fracción de segundo de sorpresa sincronizada, nuestros ojos se encuentran… Eso es todo lo que se necesita. Un segundo de enfoque directo, un encuentro con unos ojos que nunca antes me había atrevido a mirar, y me sucede lo peor del mundo.

Nos conectamos; visiones, imágenes, y proyecciones comienzan a fluir a través de mi mente a una velocidad desgarradora que fríe mi cerebro, y no puedo apartarme de su mirada, o mirar a otro lado, Sorprendida, en silencio, atrapada, incapaz de luchar contra lo que sucede,

Mi cuerpo se siente rígido y paralizado, controlado por este poder superior que nos fuerza a la inmovilidad, conectados por un duelo de miradas, y siento que sus ojos oscuros, casi negros, se comen mi alma.

Sus recuerdos, mis recuerdos, sus miedos, mis miedos.

Todo se convierte en una masa desordenada de información que va aumentando, inundando, invadiendo mi mente y superándome mientras mi cuerpo es golpeado por una abrumadora cantidad de emociones que podrían potencialmente freír mi cerebro hasta la muerte, literalmente en segundos.

Mi cuerpo, mi corazón, mi alma, todo atrapado en este destello de aliento que hace girar completamente mi mundo y lo cambia todo al instante.

Paralizada en el lugar, consciente solo de aquellos oscuros ojos clavados en los míos, incapaz de liberarme pero, a la vez, como si estuviera a la deriva y de repente encontrara mi hogar. Su mirada pasa de ser la mirada de un enemigo a muerte a ser una tabla de salvación en mi oscuridad.

Ninguno de nosotros puede hacer nada en aquel estado de parálisis excepto dejar que suceda, hasta que aquel viaje salvaje de transferir todo lo que somos, sabemos, sentimos, llega a su fin, y quedamos impactados por las consecuencias.

Sin aliento, tambaleándome a causa de la invasión de su vida, sus recuerdos, su historia, todo eso vertiéndose en mis conmocionados bancos de memoria, finalmente logro emerger de aquel estado, y caigo de espaldas hacia atrás.

Liberada de lo que demonios fuera, y momentáneamente aturdida, era totalmente incapaz de cualquier tipo de movimiento mientras yacía en el suelo, asustada y en silencio, mareada por lo que se sentía como si hubiera sido un asalto físico.

“Mi%rda”, la voz de Colton llega hasta mí, sonando tan conmocionado y sin aliento como yo. Me esfuerzo por mirarlo y veo que está también en el suelo,

Sin embargo, él está de rodillas, con el aspecto de que alguien que acaba de recibir un puñetazo en el abdomen, y se inclina hacia adelante para apoyar las palmas de las manos en el suelo, para intentar sostenerse.

Ojos muy abiertos, piel pálida, algo muy inusual considerando su tono bronceado habitual.

Parece que alguien le acaba de dar la peor noticia de su vida, y está recuperándose de las consecuencias. A nuestro alrededor hay un silencio total y absoluto, como si se pudiera escuchar hasta la caída de un alfiler. No tengo idea de qué pensar.

“Se han impreso el uno en el otro”, chilla una voz solitaria, y resuena a nuestro alrededor como si alguien pronunciara una sentencia de muerte.

“No, eso no puede haber pasado…”, otra voz, momentos después…. y entonces otra y otra más. Las voces se mezclan y se vuelven difusas mientras mis dedos encuentran mi cráneo y empiezo a frotarme la cabeza intentando que mi cerebro comience a funcionar.

Para descifrar que era lo que me acababa de pasar. Uno o dos murmullos se convirtieron en muchos, ensordecedores a medida que todos comienzan a verbalizar sus preguntas sobre lo que acaban de ver.

“¿Yo hice qué?… no, No puede ser”.

Me quedo ahí, estupefacta, tratando de ordenar mis pensamientos, sin saber por qué ahora sabía cómo le gustaba su café, o su canción favorita, o porque de repente no podía sacar su intenso aroma de mi nariz, o sacar de mi mente la necesidad de levantarme e ir a abrazarlo.

La ciega y animal urgencia de ir a sentarme sobre él y hacer cosas que nunca había querido hacer antes, incluso hace unos segundos. Es como si cada parte de mi alma de repente estuviera en sintonía con él, a pesar de que está a unos metros de distancia.

Me acuesto y trato de respirar a través del pánico que se avecina, tratando de racionalizar lo que me ocurre, mientras inhalo rápida y superficialmente e intento dejar que mi cuerpo se recupere del enorme shock que él me había dado.

“¡Silencio!”, Juan Santo exige en un tono venenoso, que resuena alrededor de la montaña y, como un trueno repentino, su voz detiene el resto del caótico ruido, dándome un poco de alivio antes de que mi cerebro explote.

Se precipita hacia nosotros y físicamente arrastra a su hijo por el hombro desde donde se encontraba desplomado. Agarrándolo e incorporándolo como un demente, y volteando con furia para mirarlo una vez de pie, su cruda ira hizo erupción.

“¡Dime que no lo hiciste!”, le exige en un tono cruel, pero Colton parece tan consternado como yo, conmocionado e inseguro de qué diablos nos acaba de pasar.

Su postura, normalmente confiada, ahora es dubitativa, y parece inestable sobre sus propias piernas.

“No sé qué fue eso… yo nunca…. ¡No lo sé!”.

Tampoco hay rastros de su tono arrogante y dominante, y puedo sentir sus ojos en mí mientras lucho por sentarme, rodeando mis rodillas con los brazos, y al fin reúno el suficiente coraje para mirarlos.

Tan pronto como miro a Colton a los ojos, la misma sacudida me golpea el corazón y el estómago con un impacto masivo, y entiendo que esto no se trata de ninguna otra cosa. Había escuchado lo suficiente como para saber qué se trataba.

Lo había visto pasar con otra gente.

La necesidad de acercarme a él y envolverme en sus brazos, la manera anhelante en que nos miramos mientras nuestras urgencias borran todo rastro de sentido y la bestia supera el razonamiento humano.

Me mira con el mismo anhelo instintivo que me encuentro lanzando en su dirección, la necesidad no expresada de caminar el uno hacia al otro y tocarnos.

Acabamos de imprimirnos el uno en el otro, y las Parcas me habían dado mi pareja. Colton Santo es mi Alfa predestinado, el lobo con el que debo pasar la eternidad, y seguir donde quiera que vaya.

Hasta el fin de los tiempos. Él es mi camino grabado en piedra, mi amante, mi vida, el padre de mi futura descendencia.

Y no puedo imaginar nada peor.

Todo sucede tan rápido que la cabeza me da vueltas, y apenas puedo recuperar el aliento.

Lo sucedido hace que la ceremonia concluya y se disperse rápidamente.

La manada de Santo me arrastra y me hace entrar a un automóvil que espera, me arrojan la ropa a la cara y me ordenan que vaya a la casa de la manada y me calle.

Todo está alborotado, como si yo hubiera cometido el crimen del siglo, y el hecho impacta a todos los presentes.

Juan explotó espectacularmente ante la posibilidad de que nuestro futuro Alfa se hubiera comprometido con una de las más humildes de la manada y yo tampoco estoy muy feliz al respecto.

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