Capítulo 29:

Lloraba a una familia que nunca había sabido que era mía, y reproducía los horrores en mi mente al mismo tiempo que intentaba hundirlos en lo más profundo de mi cerebro.

“¿Cómo lo estás pasando aquí?”, la voz de Colton llega hasta mí mientras él se desliza hacia adentro con esa seductora sensualidad que aún logra provocar un hormigueo ilícito en mi piel, cerrando la puerta detrás de él rápidamente, y lo veo revisar el pasillo antes de hacerlo.

Es obvio por su rápida maniobra que no debería estar aquí conmigo, y está desafiando alguna regla, probablemente de su padre, o tal vez de Carmen.

Verificando que nadie lo haya seguido hasta el lado abandonado de su palacio. Suspiro, miro hacia el techo y lo ignoro. Molesta, porque él es parte de todo esto, y es solo otro miembro de una manada que me ha marginado durante años.

“¿Todavía estás enojada?”, dijo con cualidad defensiva en su tono, no su fuerza de mando habitual, y me alejo para quedar de cara a la pared y darle la espalda. Dije todo lo que necesitaba decir, y no sé por qué no puede dejarme en paz.

Me había dicho que iba a ser así, ese día en el bosque, y sin embargo es él quien sigue faltando a su palabra y acercándose a mí. Es bastante ineficaz para mantenerse alejado, y eso no ayuda.

Cada contacto, cada conversación, nos hace unirnos más, y me hace sentir que realmente lo conozco. No importa si nuestras interacciones hasta la fecha han sido esporádicas y breves, lo conozco por dentro y por fuera de una manera que solo la impresión puede brindarte.

“No te culpo. Lo que dijiste antes… es verdad. Tomé una decisión, pero sabes por qué, Lorey. No me odies por eso. No es que en este momento nada de eso tenga importancia, tomando en cuenta los nuevos eventos. Los sabios están encerrados en el gran salón, pero ya no podía soportar estar allí, tenía que venir a arreglar las cosas contigo y hablar”, dijo con su voz agradable, única, sensualmente melódica, y que solo eso ya sea suficiente para afectarme.

Cierro los ojos para borrarlo, preguntándome si el tema del día son los vampiros o la loba extraña que acaba de destrozar su casa. No es que me importe lo suficiente como para preguntar. Me quedo quieta, no reacciono, abro los ojos de nuevo y sigo mirando la aburrida y sombría pared pintada de color crema.

Mi cuerpo me traiciona de pequeñas maneras ante su cercanía, pero contengo las sensaciones que recorren mis miembros y me pongo rígida para detener su efecto sobre mí.

“Di algo, por favor”, dice y Colton aparece más cerca en un instante, y me sobresalto cuando la cama se hunde detrás de mí.

Su cálido cuerpo se desliza cerca mientras él se acuesta y desliza un brazo alrededor de mi cintura para darme vuelta.

No me resisto, pero dejo que me haga rodar sobre mi espalda, acercando mi rostro hacia el suyo hasta que estamos casi nariz con nariz, él inclinándose sobre mí, acercándose para cerrar la brecha. Una intimidad que yo no debería alentar.

La habitación no está muy iluminada, solo las velas en la esquina más alejada, ya que yo había hecho estallar todas las bombillas de la casa, por lo que él proyecta una sombra sobre ambos, lo que hace casi imposible distinguirlo.

Me estremezco involuntariamente ante nuestro contacto cercano, instantáneamente se me pone la piel de gallina al sentir su contacto y su efecto general en mi cuerpo y alma.

Maldigo al destino por hacerme desear su toque incluso cuando estoy hirviendo de rabia por dentro.

“Algo”, murmuré de manera apagada, y capté el ligero indicio de una bella sonrisa en él, haciéndolo aún más guapo.

Se divertía conmigo por enfrentarlo, y eso sirve para ablandarme de manera imperceptible.

No puedo negar la forma en que el contacto con él siempre me calma, me brinda paz instantánea cuando no está siendo un idiota, y pone mi cuerpo y mis sentidos en alerta máxima, incluso cuando me siento como ahora. Pongo a un lado mi amargura y dejo que su estado de ánimo más cálido se filtre.

“Me hiciste una pregunta abajo. Me preguntaste si siquiera te recordaba”, habla en voz baja, de la forma en que un amante te susurraría mientras estás en sus brazos.

Levanta las manos para trazar mi mejilla con el dedo, quitando un mechón de cabello que ni siquiera podía sentir y se inclina más hacia mí para que su aliento acaricie mi rostro y, por un momento, me pregunto si podría volver a besarme.

Alejo de inmediato la idea, sabiendo lo estúpida que estoy siendo. Ya había dejado claro que nunca seríamos eso.

Levanta una ceja como si esperara que al menos dijera algo, pero lo miro fijamente y no le doy nada. Mi cabeza está ocupada con pensamientos ridículos, y trato de vaciar mi mente antes de que él se dé cuenta.

“¿Vas a ser así?”, dice y él suspira, ajustando su posición para apoyarse en su brazo, con la mandíbula apoyada en un puño, y me da un poco de espacio para respirar retrocediendo unos centímetros, pero aún pegado a un lado de mi cuerpo, y aun tocándome la cara.

“Hace dos veranos, antes de que Carmen y yo empezáramos a salir. Llevabas un vestido verde, servías algodón de azúcar en el festival del prado. Me serviste, no me miraste a los ojos, y cuando me pasaste mi cambio, lo dejaste caer en lugar de dármelo. Tenías una flor amarilla en el pelo”, dijo con voz suave y ronca, y me esfuerzo por enfocarme en su mirada mientras mi memoria retrocede, tratando de precisar lo que él está recordando.

Es algo vago, pero recuerdo el festival, y la forma en que su manada había pasado todo el día intentando dominar al resto dé nosotros, y causando caos. Había sido un día intrascendente, y nada sobresalía como algo memorable.

“Tienes mis recuerdos, así que, ¿Cómo sé que no estás simplemente usando uno de los míos?”, suelto, con algo de indignación obstinada tiñendo mi voz, porque sé que está tratando de que esté un poco menos enojada con él.

No es difícil para él ahora mirar hacia el pasado y verme, cuando tiene todos mis recuerdos de donde elegir.

Colton sonríe, sacude suavemente la cabeza con el ceño fruncido, levanta los dedos hacia mi sien y presiona suavemente, proyectando su recuerdo hacia mí, uno de los muchos que ahora compartimos.

Tengo una visión mental instantánea de aquel día soleado, y allí estoy, de pie frente a ese carrito, haciendo algodón de azúcar con el aspecto de que tal vez el día no había sido tan malo como lo recordaba.

Tengo un vestido con tirantes de un lindo tono verde menta, que resalta el color dorado en mi cabello. Mi pelo ondula libremente con el viento y, por un segundo, me veo casi despreocupada. Tal vez incluso bonita. Puedo verme a mí misma, así que estos son sus recuerdos, no los míos.

Desde lejos, me veo a mí misma girar y ver a un grupo de hombres de los Santos dirigiéndose hacia mí, mirando hacia esta persona dentro de cuya mente me encuentro ahora, e instantáneamente bajo la cabeza y me someto por completo.

Casi se puede palpar el cambio en mi humor cuando me doy cuenta de que vienen hacia mi puesto, y no estoy feliz al respecto.

Aparto los dedos de Colton bruscamente e interrumpo la imagen. He visto lo suficiente, y no quiero ver lo débil e indigna que siempre había sido en presencia de ellos.

“Eso no prueba nada”, digo y me encojo de hombros y aparto mi rostro de él. No quería volver a visitar el recuerdo de aquellos hombres haciéndome sentir como basura cada vez que tenían que hablar conmigo.

“El recuerdo es de mis ojos, no de los tuyos. Creo que prueba bastante. ¿Quieres otro?”, insinúa de manera arrogante.

Casi puedo sentir su sonrisa cuando su mano vuelve a descansar sobre la parte plana de mi abdomen, un poco demasiado cómoda para mi propio gusto. Me molesta la facilidad con la que se desliza hacia este lado sentimental, cuando es él quien eligió cortar nuestros lazos. Tiene una mujer en algún lugar de esta casa, suspirando por él y, sin embargo, aquí está de nuevo, tocándome como si todavía fuera de su propiedad.

Por una vez, siento que Carmen se merece algo mejor, que tal vez él había perdido su afecto por ella, pero ella no por él, y él aún debería preocuparse por sus sentimientos. Si ella nos viera así, eso la lastimaría.

“Está bien, así que te acuerdas de mí. Da igual. No significa mucho, excepto que interactuamos antes. Un par de veces, en realidad. Por supuesto, estaré entre tus recuerdos. Ese no era el punto de lo que estaba diciendo. Todo lo que demuestra ese recuerdo es que me viste, no que haya tenido ningún tipo de importancia para ti”, me alejo, aparto su mano por completo, como pidiendo que me dé espacio.

Y vuelvo a mi posición anterior Me erizo internamente una guerra iniciándose dentro de mi cabeza y vuelvo a sentir irritación.

Odio el hecho de que todos los pequeños indicios habituales están comenzando a estallar dentro de mí ante su proximidad y que mi cuerpo está comenzando a anhelarlo, nuevamente

“No me recuerdas, ¿Verdad”, Colton me empuja ligeramente en la parte posterior de mi hombro, casi en broma y no me esquivo.

Él está tratando de darle la vuelta a la situación. Y no puedo más que rodar los ojos.

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