El destino de la huerfana -
Capítulo 120
Capítulo 120:
“No pares”, le dije, aferrándome a sus brazos, cerrando los ojos con fuerza y sujetando sus bíceps con fervor.
Bajó la cabeza una vez más y pasó su lengua por mi garganta, distrayéndome durante un segundo, encendiendo pequeñas chispas y poniéndome la piel de gallina antes de mover sus caderas y volver a penetrarme. Fue el dolor más placentero que jamás haya conocido.
Entraba y salía hasta que encontró un ritmo lento, y me adapté para moverme mejor con él. Al principio fue incómodo, pero cuando volví a auto lubricarme y su cuerpo chocó contra el mío, uniéndonos como era debido, se convirtió en aquella ondulante y sensual experiencia que sentía cuando él usaba su mano.
Una vez más, mis jadeos se convirtieron en g$midos, aunque el leve ardor en mi interior se amortiguó gracias al cálido contacto, había un pequeño dolor en lo más profundo de mi ser que él masajeaba deslizándose dentro y fuera de mi con lentas y uniformes embestidas.
Me besó, me acarició la cara con una mano, recorriendo mi mejilla, mi ceja, y me colmó de mordisquitos y pequeños besos en la mandíbula y la boca mientras aumentaba la velocidad y me hacía gemir y arquearme bajo él.
A medida que pasaban los minutos, él intensificaba lo que me hacía, siendo un poco más agresivo con cada p$netración.
Se tendió sobre mí, con cuidado de no aplastarme y de poder moverse libremente, centrando toda su atención en los ruidos que yo hacía y ajustándose a lo que él consideraba que me gustaba. Hizo sutiles cambios de ángulo, ritmo, ferocidad, mientras me exploraba, escuchaba y respondía a mi cuerpo, con el objetivo de hacerme gozar.
Era atento, y di gracias al destino por haberme dado un amante que sabía lo que hacía. Entendí que probablemente él quería cambiar de posición, pero esto me funcionaba y yo no estaba en esa fase de inmersión total en la que quería empezar a experimentar.
Esto era lo suficientemente abrumador, y me sentía bien como estaba, y no quería moverme en caso de que me volviera a doler.
El se%o era algo único de un modo sorprendente. Nada se comparaba con lo que estaba sintiendo, pero supuse que mal hecho podría ser horrendo. Con Colton era alucinante y extasiante, a pesar de la primera oleada de dolor. Conforme él dominaba mi cuerpo yo me convertía en un pesado bulto inútil que se envolvía a su alrededor.
Me rendí por completo a lo que él me estaba haciendo, y solo fui capaz de emitir ruidos y respirar superficialmente mientras la excitación crecía en mi interior hasta niveles que anulaban cualquier capacidad de pensar más allá de las sensaciones.
“El marcaje duele… no puedo hacer nada al respecto, pero si te acerco lo suficiente al clímax, debería disminuir”, escuché su voz justo al lado de mi oído, entrecortada, grave, ronca y muy se%y, mientras él se deleitaba con el placer de estar dentro de mí.
A media p$netración, a medio gemir, me sentía tan perdida en la oscuridad de mi propio cuerpo, abrumada por esa creciente masa de placer que trepaba por mis extremidades y devoraba lentamente mi piel y mi cuerpo.
Una ola abrasadora de sensaciones y placer me envolvió hasta llegar a mi vientre y me provocó fuertes espasmos. Mi respiración era rápida, mis g$midos eran ahora jadeos sin voz y sin aliento, a medida que aumentaba la intensidad del momento, amenazando con nublar mi mente y mi visión.
Él se acercó y, sin previo aviso, hundió sus dientes en la suave curva de mi pecho, infligiéndome una agonía punzante que fue cien veces peor que la ruptura de mi h!men. Grité, tanto de dolor como de éxtasis, cuando su plan se hizo realidad y todo mi interior estalló magníficamente en un org%smo abrumador.
La marca de la mordedura se adormeció por completo debido a que perdí el control de mi cuerpo, mientras mi primer org%smo real me devoraba, fue más potente de lo que podría haber predicho.
Un cúmulo de estrellas me cegó y titiló frente a mí mientras sufría espasmos y mi cuerpo palpitaba y se sacudía con un placer extremo que agitaba mi mente, lo cual me hizo gritar.
Para ser la primera vez, fue probablemente lo mejor que había sentido en mi vida. Era como estornudar muy fuerte, pero cien veces mejor, afectaba a cada una de las terminaciones nerviosas y te dejaba completamente saciada y contenta.
Duró solo unos segundos, pero esos deliciosos y prolongados momentos sucedieron mientras lo absorbía entre mis muslos, y fueron de pura felicidad.
Sentía un cosquilleo residual en la piel, el interior de mi estómago y mi pelvis me hacía estirarme como un gato satisfecho y disfrutar de las olas que se desvanecían lentamente con g$midos de aprobación.
Me desplomé como un bulto pesado e inútil en cuanto me calmé y volví a la realidad, completamente consciente de que él ya no estaba ni dentro de mí ni mordiéndome. Abrí los ojos para mirarle. Ruborizada y un poco avergonzada, acababa de sufrir un ataque de espasmos y había gritado como si me estuviera matando.
No me dolía el pecho ni entre las piernas y, sin embargo, no quería mirarme y ver un desastre sanguinolento. No sentía ninguna humedad, y por lo que podía apreciar, no había ni rastro de sangre en su rostro.
“Mírate”, me sonrió, pellizcándome muy ligeramente la mejilla, donde pude notar una acumulación de calor, y supuse que estaba sonrosada.
Debía de parecer que me había dormido y me habían despertado de repente, porque tenía los ojos pesados y casi desenfocados. Supuse que tenía el aspecto que se espera después de un org%smo tan alucinante, y él parecía muy orgulloso de sí mismo.
Los efectos posteriores fueron tan buenos como él durante, y mi cuerpo se sentía ligero y relajado, como si mil años de estrés y tensión se hubieran desvanecido de golpe en una explosión asombrosa. Podría volar si no estuviera atrapada debajo de él, y él parecía igual de relajado y feliz.
“¿Te parece bien que sea mi turno? Todo lo que tienes que hacer es completar la unión, pero tienes que estar encima”, me indicó, con una pizca de cansancio, y levanté la mano para acariciar su mandíbula con los dedos, disfrutando de la sutil barba que rozaba mi delicada piel. No podría amar más ese rostro, aunque lo intentara. Me dejaba sin palabras.
Parpadeé mirándole, y luego bajé la mirada entre nosotros mientras pensaba en ello, y por muy bueno que fuera lo que había hecho, sinceramente aún no podía soportar un segundo asalto. No sentía mi cuerpo y mis piernas eran como gelatina, por lo que ni siquiera estaba segura de poder usarlas plenamente.
Mis partes femeninas palpitaban ahora que el placer había cesado, y definitivamente me dolía ahí abajo, como si tuviera algo roto o rozado por dentro. Me ardía un poco. Me sentía sensible y quizá no tan dispuesta a volver a meterme su virilidad, al menos por esta noche.
“Puede que tengamos que esperar algo de tiempo para recuperarnos”, señalé, en mi cara debía de notarse el terror a que hubiera una segunda ronda, pero él se limitó a negar con la cabeza, esbozando una sonrisa con aquel gesto de chico guapo y luciendo mis hoyuelos favoritos.
“Créeme, por mucho que odie admitir que nuestra primera vez duró menos de seis minutos, porque es bastante vergonzoso, ya me he corrido. Debido a la falta de acción, demasiada anticipación, y la emoción de finalmente poder tocarte. Todavía no necesitamos repetirlo. Llegué al clímax y allí abajo está sensible, así que, los dos necesitamos un descanso antes de compensar este triste intento y darte una segunda vez decente”, explica.
“Solo necesitas levantarte y marcarme, para terminar con esto. Eres mía… para siempre y por toda la eternidad…”, enterró su cara en mi cuello y empezó a mordisquearme juguetonamente, torturándome con todo el peso de su cuerpo al colocarse encima de mí, y arrancándome un ataque de risa hasta que luché con él y lo aparte de un empujón.
Estaba dolorida por todos sus pellizcos y besos, y por esa barba que empezaba a arañarme. Mi piel se sonrojaba por sus atenciones, y el cansancio que percibía en el empezaba a menguar.
“¿Cómo se supone que voy a levantarme si tú no te quitas de encima?” repliqué, demasiado ocupada intentando calmar el ataque de risa que él me había provocado como para poder hablar y respirar al mismo tiempo, y rodó sobre mí para dejarme ir.
Soltó un sonoro suspiro de satisfacción y se tendió en la cama con la cabeza ligeramente inclinada hacia mí.
“Solo tenías que pedírmelo, Princesa”, se echó hacia atrás, sacando las sábanas de debajo de él y empujándolas hacia abajo.
Me senté, tiré de mi lado para ayudarlo. Me acerqué con cuidado sin ningún pudor, y me coloqué a horcajadas sobre él, en la zona de sus caderas, para no sentarme sobre su virilidad, que ya no estaba erecta. Estaba segura de que no le gustaría que se la aplastara cuando estaba ‘sensible’.
Me estremecí cuando mi cuerpo se unió al suyo, encajando perfectamente, a pesar de que nuestra unión había sido breve, y capté la mirada de culpabilidad que recorrió su rostro antes de que él la disimulara.
Su mano se acercó al lugar donde me había marcado y, por primera vez, presté verdadera atención y me atreví a mirarlo. Me sorprendió que la razón por la que no me dolía ni palpitaba era que ya estaba curada, y ni siquiera me había dado cuenta.
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