El destino de la huerfana -
Capítulo 10
Capítulo 10:
Le pone una mano a Colton en el hombro y gentilmente lo trae de regreso a mi lado. Levanta mi mano y la coloca suavemente sobre la de Colton, antes de darnos una palmadita y decirnos que nos sentemos.
La animación y la calidez que se creó entre nosotros, de manera inmediata, me da todo tipo de buenas vibras, sensaciones familiares y de una seguridad que hacía diez años que no experimentaba, desde la última vez que vi a mis padres vivos en casa.
Parece que en él tuvo el mismo efecto, sus ojos han recobrado su color marrón, y respira lentamente, trayendo paz al aura que nos une.
“La compañera de él tiene la llave que le abre la puerta de la calma. ¡Qué así sea en este momento! Necesitamos hablar sin ustedes presentes. Vayan para aquella habitación”.
El chamán nos señala una puerta contigua, y Colton me agarra los dedos con fuerza y su energía palpita y choca con la mía, y parece que esto le ha devuelto la calma.
No puedo explicarlo, pero aquí sosteniendo su mano, es la primera vez, en mucho tiempo, que siento que establezco con alguien una conexión de amor. Es ese sentido de pertenencia que perdí el día que mi familia me abandonó.
Esta mañana, prácticamente era un desconocido para mí y, sin embargo, en este momento y lugar, mi instinto me dice que moriría por él si tuviera que hacerlo, y en la medida que esto avanza, se hace más fuerte la necesidad de estar cerca de él. Es una locura, y no entiendo cómo puede ser posible, pero es lo que es.
Ahora, Colton es parte de mí y no puedo hacer nada al respecto. Nuestro apego físico es un arma de tiro rápido y continuado, al tiempo que nuestra ansiedad aumenta y yo lo sigo, obedientemente, adonde él quiera.
Nos llevan hasta la puerta, tomados de la mano, y lo sigo de cerca. La adictiva necesidad de sentirme envuelta por él se intensifica cuando tenemos un contacto prolongado, y por mucho que mi voz interior me diga que lo deje ir, parece que no puedo hacerlo.
El dolor que tengo en el estómago y en la pelvis está adquiriendo una intensidad fastidiosa, y soy más que consciente del placer que experimenta su piel al tener contacto con la mía. Nuestras manos se funden, cálidas las dos, lo que resulta en una sensualidad excepcional.
Colton me lleva a la otra habitación y cierra bien la puerta.
Me lleva de la mano y no me aparta de su lado, mientras se gira hacia mí. Baja la mirada y contempla nuestros dedos entrelazados durante un largo segundo. Parece que se está diciendo a sí mismo que debemos soltarnos, pero no me suelta.
Estamos de pie, rígidos, y una energía creciente palpita entre nosotros a medida que el aire se hace denso, y mientras más tiempo permanece cerquita de mí, más se me dificulta respirar.
Soy totalmente consciente de cuánto sobresale frente a mí, con todo su esplendor, la belleza de sus músculos, su cuerpo sensual y su atractiva apariencia.
Hasta su voz me saca de mis cabales, y cuando absorbo su calor e inhalo su aroma sin par, se me humedecen partes que, sería indecoroso decir.
Mis ojos no se apartan de su lindo rostro y de su boca, y me le acerco, absorta, mordiéndome los labios mientras me invaden pensamientos alocados e inquietantes, como inclinarme y morderle los labios.
Necesito calmarme, contenerme. Obviamente, las hormonas están funcionando bien. En realidad, comienzo a ver su efecto cuando estoy cerca de él y necesito respirar un poco.
‘¿Cómo puedo tener tantas ganas de besar a alguien que hace unas horas ni siquiera conocía? Mi cabeza es un desastre’, pienso.
La turbación se refleja enseguida en su rostro, y me atenaza la mano antes de soltarme, de mala gana, y dar un paso atrás. Me calmo, me controlo, mientras el remordimiento me golpea, y me doy cuenta de que tal vez a él no se le ha despertado el deseo se%ual como a mí.
“Esto es una locura. No te conozco… ¿Cómo podemos…?”.
Él se aparta de mí, aparentemente confundido, luego pasa por mi lado dos veces, de un lado a otro, y por último se dirige hacia mí.
Me encojo de hombros, sin saber qué más decir. Si supiera las respuestas, supongo que no estaríamos aquí de esta manera.
La situación me supera, y estoy luchando por controlar este intenso fuego en la pelvis, que debe de ser mi libido que finalmente hace acto de presencia. Y tengo que dejar de mirarle el trasero mientras él sigue moviéndolo al pasar por mi lado. Me está poniendo incómoda, me está inquietando.
Probablemente está expresando, con la mirada, que estoy a unos tres segundos de lanzarme sobre él. Estoy arrastrando los pies y haciendo de tripas corazón, respirando profundo para liberar esta presión, que es cada vez mayor en mi estómago.
“Por favor, dime que tú también estás sintiendo esto. Dime que no soy la única que lo siente”.
Se detiene y me frunce el ceño. Sus ojos se ven un poco borrosos e intensos mientras fija la mirada en mi boca, y esta conexión casi me electrocuta. Aparto la mirada.
Me impacta él de tal manera que me sonrojo, y trato de concentrarme en el piso, en la mesa, en una pared, y refrescar así la atmósfera de la habitación que, de súbito, se ha vuelto insoportablemente sofocante. Soy capaz de sentirlo sin tocarlo, pues su presencia fluye hacia mi y despierta todo tipo de anhelos y sensaciones.
“Creo que esa es la manera en que debe funcionar. Se espera que sintamos el deseo, ya sabes… compañero”.
Me sonrojo mientras lo digo y vuelvo a desviar la mirada, abrumada por una repentina timidez. Incómodo con esta confesión, él siente ganas de besarme, mientras yo estoy hecha un manojo de nervios y siento calor, un hormigueo y una picazón al deslizar mis manos sobre ese pecho fuerte y grande y:
“¡Oh cielos!, detente”.
Quiero decir, yo también quiero besarlo. Comencé a sentir ganas de besarlo después de todo el asunto de la impronta, pero no pensé que entre nosotros, debíamos admitir ese tipo de cosas, sobre todo cuando ninguno de los dos quería esto.
Y me está resultando muy difícil respirar, ya que mis pulmones se contraen y mi corazón desfallece cuando él está lo suficientemente cerca como para olerlo, lamerlo, manosearlo… de veras necesito controlarme.
Tiro del escote de mi camiseta para liberar el calor que me sale a borbotones, y me abanico la cara para sacarme de la mente estos locos impulsos e imágenes mentales de él desnudo. Estoy desesperada por sentir sus besos, a tal punto que casi puedo saborearlos.
No me es posible responder con palabras, ni incentivar, ni siquiera puedo mirar hacia arriba o pensar, y el hecho de que me abordara de repente y que sus dedos me levantaran la barbilla mientras sus labios chocaban contra los míos, me ha tomado totalmente de sorpresa.
Estoy conmocionada.
El breve contacto labial me petrifica, pero tan pronto como su cálida boca se ajusta a la mía, pierdo todo el control, propiamente hablando.
Le devuelvo el beso, las hormonas se liberan y esa hambre, ese deseo intenso, finalmente halla lo que busca, con un ardor que no se compara con nada.
Y me pierdo en el pasatiempo más dulce y gustoso que se haya inventado jamás. Ahora sé lo que es sentirse poseída por un deseo, y que el animal que llevo dentro tome el control de mis acciones.
Sus labios abren los míos, su lengua y la mía se encuentran por primera vez y experimento mi primer beso de lengua, con una boca experimentada. G!mo, sucumbo a su pericia mientras me hala hacia él y nuestros cuerpos chocan y se funden.
Nuestros dientes colisionan ferozmente debido a la forma voraz en que nos agarramos, y sus manos acarician mi cuerpo, y me aprisionan en su cuerpo como si se afanara por tener más espacio, porque no le basta el que tiene; mientras yo sucumbo por completo.
La lujuria alimenta las bestias que llevamos dentro, y él me levanta por debajo de los muslos y su agarre magulla mi tierna piel, mientras introduce su cuerpo entre mis piernas, rodea con ellas su cintura y me lleva hacia atrás para poder apretarme contra la pared y darme la estocada mortal.
Me besa con más fuerza, con una pasión que nos abrasa y lo agarro por los hombros y el cuello, en una entrega total.
Lo araño, lo muerdo, lo beso y, confiada, adecuo mi cadencia a las acciones que ejerce en mi boca. Su lengua acaricia la mía y, en mi mente, articulo… como quien ha perdido los estribos.
Te quiero dentro de mí. Voy a sufrir una auto combustión si no lo haces.
Ni siquiera tengo la certeza de si mi mente se conectó, o de dónde vino este pensamiento, dado que soy virgen y nunca antes tuve un deseo se%ual, pero parece que logré incitarlo a que me besara apasionadamente.
Todos los sentidos se desvanecen mientras este vínculo nos envuelve, y mientras él restriega mi interior, hasta que mis deseos alcanzan la cima de la excitación y empiezo a jadear por el esfuerzo, al tiempo que mi cuerpo vibra y anhela el suyo perdidamente.
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