El contrato del Alfa
Capítulo 80

Capítulo 80:

«¡Mierda, mierda, mierda!» Raven entra en pánico, rebuscando frenéticamente en los armarios, sacando botellitas y tarrinas, buscando algo. «Neah, respira». Le suplico. Estaba agonizando. Lo notaba. Sentía cómo se desvanecía.

Suelta un grito desgarrador y me cubre de sangre, al tiempo que empieza a gotear más sangre por la nariz.

¡No lo encuentro! ¿Dónde está? grita Raven.

«Raven», mi voz se reduce a un susurro. «Raven, no podemos hacer nada».

«Lo tengo, ¿dónde está?» Raven solloza mientras rebusca en otro armario. Hacía mucho tiempo que no veía llorar así a Raven. El miedo, el pánico, lo desconocido. No había reaccionado así de mal cuando Salem la rechazó. De hecho, no había estado así desde que murieron nuestros padres.

«¡Raven, para!»

«¡No, está aquí, aún hay tiempo!».

Los rápidos latidos del corazón de Neah se habían ralentizado. Apenas latía, y su respiración era cada vez más superficial. Sentía un dolor agonizante, y ahora le goteaba sangre por las comisuras internas de los ojos.

«¡AQUÍ!» Raven se dio la vuelta y clavó una enorme jeringuilla en el corazón de Neah. Su corazón se detuvo por completo.

«¿Qué coño has hecho? gruño a mi hermana.

«¡Es un antídoto!»

«¡No hay antídoto para esto!»

«Pagué a una bruja de la ciudad para que me ayudara a fabricarlo». Grandes lágrimas ruedan por sus mejillas. «Después de que casi os envenenaran, tenía que encontrar algo. Tiene que funcionar. Tiene que funcionar».

Miro fijamente a mi hermana. No se había oído hablar de un antídoto, no para la Sangre de Acónito. Si hubiera uno, todas las manadas de Lobos lo tendrían fácilmente disponible.

«Escucha», murmura Aero.

Su corazón empieza a latir lentamente. Débil, pero latiendo al fin y al cabo. Los pulmones de Neah también empiezan a llenarse correctamente al aspirar oxígeno. Tose un poco, sacando menos sangre que antes.

Raven mantiene la distancia, temerosa de acercarse más. «Necesitará descansar». Murmura, negándose a mirarme a los ojos.

«¿Por qué ha hecho esto? Se ha pasado todo el tiempo hablándonos de los licántropos, rogándome que mantuviera a salvo a su hermana. ¿Por qué haría esto? murmuro más para mí misma que para Raven.

«¿Dónde está ahora?

«Con Eric, van de camino a la ciudad para intentar localizar a Trey y a su zorra».

«No le conozco, pero ¿no lleva años en las mazmorras? No habría tenido acceso a nada de esto. Y has dicho que le agarró la muñeca. No le inyectaron en la muñeca».

Raven se acerca a otro armario y saca toallitas. Se acerca a Neah: «¿Puedo?».

Asiento con la cabeza y empieza a limpiar la sangre de la cara de Neah, que por fin deja de gotear.

«Era sangre pura de acónito, no algo que se hubiera dejado macerar. Estaba recién extraída del tallo. Estoy segura de que me dijiste que así sólo dura un tiempo, como si hubiera que usarla inmediatamente».

Tenía razón.

«No tiene sentido. ¿A quién más ha visto últimamente?» pregunta Raven.

«A Eric, a Klaus. Mierda».

«¿Qué?»

«Verónica, nos vio venir de las mazmorras. Cayó dentro de Neah».

«No, seguro que ella no haría esto. Seguro que… En realidad, ni siquiera sé por qué la defiendo».

«¿Alguien más sabe lo del antídoto?» pregunto.

«No, bueno, sólo tú ahora». Peina el pelo de Neah hacia atrás, intentando limpiar la sangre.

«Sigue así».

Raven me mira con el ceño fruncido y los ojos muy abiertos. «¿Vas a decirle a Veronica que la ha matado?».

«Bueno, ése era su plan, ¿no? Más vale que piense que ha funcionado».

«Supongo que estás….»

«Por supuesto que sí. No va a pasar otra noche con aire en los pulmones».

Presionando mi mano contra la frente de Neah, noto que su fiebre retrocede. No quiero dejarla, pero hay que hacerlo.

«No dejes entrar a nadie y, desde luego, no hables con nadie», le digo a Raven.

Saliendo del hospital, enlazo a algunos de la manada mientras me dirijo por el terreno hacia el lugar donde Veronica había tropezado convenientemente con nosotros. No había nada en el suelo, nada enterrado en la nieve, pero ella ya sabía que sería un error dejar caer algo.

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