El camino a reparar tu corazón -
Capítulo 732
Capítulo 732:
La criada, una mujer tranquila pero eficiente y con talento para cocinar, tenía todo dispuesto a la perfección.
Después de la cena, que se asentó en su estómago, Sabrina caminó como un pato por la sala de estar, frotándose la parte baja de la espalda.
Estiró los hombros doloridos y suspiró. El cansancio del embarazo era un verdadero dolor de cabeza.
Para evitar la acidez de estómago, Sabrina adoptó la estrategia de comidas pequeñas y frecuentes.
Dio unas cuantas vueltas más por la habitación antes de llamar a la criada: «Me voy a la cama. ¡Gracias por la deliciosa cena!» Sabrina entró a su habitación y encendió el interruptor de la luz.
De repente, una mano gigante le tapó la boca, ahogando su grito. Antes de que pudiera reaccionar, otra mano le agarró las muñecas y las sujetó contra la puerta.
El pánico inundó las venas de Sabrina mientras era presionada contra la puerta. Un gemido estrangulado escapó de sus labios.
Cegada por la repentina oscuridad, la mente de Sabrina comenzó a trabajar a toda velocidad. ¿Cuántos de ellos había?
¿Estaba la habitación llena de estos atacantes invisibles?
La sofocante oscuridad y la absoluta impotencia provocaron una oleada de terror que la invadió.
Su corazón latía frenéticamente contra sus costillas y un sudor frío brotó de su frente.
Justo cuando Sabrina estaba considerando patear la puerta para alertar a la criada, un tirón brutal la hizo tambalearse lejos de la puerta.
Una mano fuerte la agarró por la cintura y la presionó contra la pared. Una voz áspera y gutural le susurró al oído: «Ni lo pienses. ¡Un movimiento y estás perdida!» El borde helado de un cuchillo presionado contra su garganta envió una nueva ola de terror a través de ella.
Sabrina se quedó paralizada, con todos los músculos del cuerpo tensos. La escalofriante realidad se apoderó de ella. Lo que había sucedido hoy la perseguía.
Cuando regresó a su casa, ingenuamente creyó que lo peor ya había pasado. Pero no sabía que le esperaba una pesadilla.
Con la casa llena de actividad abajo, lo último que esperaba era un asesino. ¿Qué se suponía que debía hacer? El cerebro de Sabrina sufrió un cortocircuito.
Entonces, oyó un crujido. El corazón le martilleaba las costillas cuando se dio cuenta de que tenía las muñecas atadas con una cuerda.
El hombre le puso una mordaza en la boca, y la tela áspera ahogó sus gritos. Con una facilidad escalofriante, la levantó, como una muñeca de trapo, hacia la cama.
Sabrina se retorció y se agitó, en un estado de lucha o huida primario, pero sus esfuerzos fueron inútiles.
El hombre aprovechó la oportunidad para atarle los pies, le pellizcó los pechos y le susurró al oído: «No te resistas, es inútil».
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