Capítulo 596:

El nuevo flequillo enmarcaba maravillosamente la cara de Jennie, resaltando sus ojos grandes y expresivos, su nariz pequeña y bien formada y su piel suave, realzando su ternura.

El comportamiento tranquilo de Jennie en la peluquería destacó, sobre todo porque muchos niños se inquietan en esos ambientes. Su serenidad le valió los elogios del peluquero.

Después de cortarse el pelo, fueron a KFC, donde Jennie hizo su pedido entusiasmada.

Mientras esperaban la comida, Sabrina se levantó y sugirió: «Necesito ir al baño. Jennie, ¿quieres venir conmigo?».

Jennie aceptó, con el ceño ligeramente fruncido indicando su necesidad: «Sí, quiero».

Se levantó de la silla, cogió a Sabrina de la mano y ambas salieron.

Este KFC en concreto no tenía baños propios, por lo que Sabrina guió a Jennie siguiendo las señales hasta los baños comunes del centro comercial, que estaban relativamente vacíos.

La zona de aseo era compartida por ambos sexos.

Jennie, que había terminado antes que Sabrina, se puso de puntillas para lavarse las manos.

Cuando oyó abrirse el grifo contiguo, vislumbró a un hombre a su lado. Después de cerrar el grifo, miró más de cerca y vio a un señor mayor extranjero.

La estaba observando. Con sus rasgos prominentes y sus sienes canosas, sonrió a Jennie e inició una conversación: «¿Cómo se llama, señorita?».

Le preguntó en un idioma que no era el suyo.

Jennie, escudriñando la bulliciosa multitud, le devolvió la mirada, parpadeó y respondió en el mismo idioma extranjero: «Soy Jennie».

«¿Jennie? Es un nombre precioso. ¿Sabes quién soy?», siguió preguntando.

Jennie hizo un gesto negativo con la cabeza.

Justo entonces, Sabrina salió del baño. Al ver a Jennie charlando con un extranjero mayor que ella, la llamó enseguida: «Jennie».

«Hola, Sabrina». Jennie sonrió al anciano y se acercó de buena gana a Sabrina.

La mirada del anciano pasó de Jennie a Sabrina, su expresión se volvió distante y aguda, mientras escrutaba a Sabrina de pies a cabeza, su mirada penetrante imposible de ignorar.

Sabrina, imperturbable, se lavó las manos.

Sabrina guió a Jennie y le dedicó una sonrisa amistosa mientras salían del baño.

La mirada de Jennie se movió entre Sabrina y el baño, y captó la mirada del anciano cuando salió, observando su salida.

Cuando el anciano sonrió, Jennie apartó la mirada, sumida en sus pensamientos.

A Jennie le pareció peculiar la actitud del hombre. Normalmente, cuando uno se encontraba en un país extranjero, lo normal era aprender saludos sencillos en el dialecto local. Sin embargo, este hombre decidió preguntarle su nombre en una lengua extranjera, sin pararse a pensar si un niño lo entendería.

El hecho de que no se sorprendiera de que ella lo entendiera dejaba entrever que esperaba que le resultara familiar. Era como si el hombre la conociera de antes.

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