El bebe de mi jefe -
Capitulo 97
Capitulo 97:
Narra Asher…
Catorce años después…
Con veinte años ya debería considerarme un adulto responsable, pero lo cierto es que estaba lejos de serlo.
Había tenido la suerte de criarme en una buena familia, con padres que me lo habían dado todo y con mis abuelos por ambas partes, quienes me consentían en todo lo que se me ocurría, pero aún así, ahora sentía que había vuelto a fallarles a todos.
Nunca fue mi intención el hacerme cargo de Intelligent, la empresa de mi padre, simplemente porque yo había heredado el talento de mi abuela paterna, y el arte corría por mis venas, por lo que hace un año había sido beneficiado por parte de ella para abrir mi propia galería de arte, con la cual actualmente me estaba yendo muy bien.
Además, el imperio que mi padre y abuelo habían construido sí tenía otros herederos, aquel par de adolescentes hormonales que aún no eran capaces de hacerse cargo, pero que seguro con el tiempo lo estarían.
“¿Estás listo, amor?», preguntó Dalya, la hermosa rubia que se encontraba a mi lado.
Y así era como estaba por volver a fallarles a mis padres, pues hace varios meses en una loca fiesta había conocido a Dalya, quien era una hermosa modelo que venía desde Rusia, y luego de comenzar una relación amorosa, por obra del destino, ahora ella se encontraba esperando un hijo mío.
“Lo estoy, cariño», mentí, pero Dalya no lo notó.
Toqué el timbre de aquella enorme casa en donde había crecido y de inmediato mi madre abrió la puerta con una enorme sonrisa, la cual se desvaneció cuando observó a la chica a mi lado.
“Hola, chicos»
Saludó con algo de incomodidad, y no era para menos, pues no le había avisado que vendría acompañado de mi novia, a quien por cierto, nadie en la familia conocía.
“Madre, te presento a Dalya, mi novia»
Sonreí de medio lado y mi madre alzó ambas cejas hacia mí, para después mirar a la rubia con interés.
“Wow…”
Soltó impresionada.
“Pensé que nunca llegaría el día en que mi primer bebé me traería a una hermosa chica a la casa», terminó por decir.
Mi madre se caracterizaba por ser una mujer amable y cordial, por lo que no me esperaba menos de ella.
“Es un gusto conocerla, señora Smith», dijo Dalya con algo de timidez.
Entramos en aquella enorme casa y a lo lejos pude escuchar las voces de mis hermanos gemelos, Abraham y Antony.
“¡Te dije que Federik era un inepto!», gritó Antony hacia su gemelo, quien solo negó con la cabeza.
“¿Por qué diablos estás enamorado de aquel imbécil?», preguntó furioso y yo miré de reojo a Dalya, quien parecía no entender nada.
“¡Niños!», los llamó mamá al ver que se encontraban discutiendo como siempre.
“Su hermano llegó, con su novia».
Marcó en exceso la última palabra, consiguiendo con eso que ambos repararan en nosotros y en nuestras manos unidas.
“¿Novia?», preguntó Abraham abriendo los ojos con amplitud.
“Sí, Dalya, mi novia», dije con una sonrisa torcida, pues había mantenido mi romance en secreto por largos meses.
No quería hacerlo oficial ante mi familia si no estaba seguro de que esto resultaría, y ahora que lo estaba, era momento de que conocieran a mi novia. Aunque no me esperaba ser un padre tan joven, yo realmente amaba a Dalya.
A pesar de que llevemos un par de meses juntos, había aprendido a conocerla y a enamorarme de cada detalle que ella me entregaba a diario.
Era una chica hermosa, y siempre me tendía una mano cuando lo necesitaba.
“Es un gusto conocerte, cuñada», dijo Antony guiñándole un ojo a la rubia, quien sonrió para ambos adolescentes.
“¿Ya llegó Asher?», preguntó papá gritando desde el segundo piso.
Un vacío se formó en mi estómago al escucharlo, pues temía que la noticia del bebé lo hiciera odiarme, pero no me quedó más que alzar la cabeza y no dejarme amedrentar por nada.
Yo debía hacerme cargo del niño en camino y además, de la relación que Dalya y yo manteníamos.
“¡Baja, Athom!», ordenó mamá en un grito y luego nos miró con una sonrisa.
“El almuerzo está casi listo”
Dalya parecía sentirse cómoda con mis hermanos y mi madre, quien no dejaba de conversar con ella y hacerle preguntas sobre su vida.
“¿A qué te dedicas, Dalya?», preguntó papá finalmente, mirando con cautela a mi novia.
Mi padre no era un mal hombre, pero era muy cuidadoso cuando se trataba de integrar a alguien en la familia, pues decía que en su vida muchas personas habían intentado acercarse a nosotros por un interés económico, razón por la que había mantenido mi relación fuera de su juicio por meses, ya que temía que hiciera sentir mal a Dalya.
“Soy modelo», respondió Dalya con una sonrisa cordial.
“Vengo desde Rusia. Mi madre y yo nos mudamos hace dos años a este país, buscando un nuevo camino, y así fue como me contrataron en una revista. Ahora me encargo de modelar la ropa que ellos venden», le explicó con educación.
Mi padre la miró de una extraña manera, y eso no me estaba gustando para nada.
Mi madre construyó su propio negocio, tiene una florería.
“¡Qué genial!», dijo mamá con ánimo.
“Son muy valientes tú y tu madre», comentó con una enorme sonrisa típica suya.
“(¿Cómo se conocieron?»
Cuestionó papá con brusquedad.
“En una fiesta», respondí yo cortante y él captó mi actitud, por lo que suspiró y finalmente me dedicó una sonrisa de disculpas.
“Me alegra conocerte, Dalya», dijo papá con mejor actitud, lo cual agradecí.
“No parece que tuvieras veinte años», comentó Abraham.
“Yo diría que tienes menos, te ves muy joven”
“Aw, muchas gracias», respondió ella con una sonrisa amplia y yo sonreí también, pues mi hermano se caracterizaba por ser el gemelo bueno y carismático, al contrario de Antony, quien era un gruñón sin remedio.
“Quisiera darles una noticia, familia», dije entonces, pensando en que no podía darle más larga al asunto.
Mi padre se tensó evidentemente y solo inhalé con profundidad.
Dalya tomó mi mano por sobre la mesa y sus lindos ojos verdes me dieron el empujón que necesitaba.
“¿Qué pasa, hijo?», preguntó mamá.
“Dalya y yo estamos esperando un bebé”
“¡No jodas, Asher!», espetó Antony con la boca bien abierta y papá comenzó a toser como si estuviera poseído.
Abraham corrió a él y lo ayudó golpeando su espalda y alzando sus brazos.
“¿Qué…?»
Mamá dejó la pregunta a medias y alzó ambas cejas. Sus ojos me escudriñaron y no fui capaz de interpretar lo que había en ellos.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar