El arte del sexo -
Capítulo 69
Capítulo 69:
– Daviana… -escucha su nombre entre gemidos.
Y la mención de su nombre fue como un detonante para ella, su coño hizo explosión, todo su cuerpo se fragmentó en miles de pedazos y por un instante su mente se puso en blanco. Pero la ronca voz de su jefe la trajo de vuelta a la realidad llevándola a abrir los ojos.
Ella enfoca ese par de ojos verdes mirarla fijamente mientras seguía entrando y saliendo de su cuerpo sin parar, la expresión de su jefe era tan varonil, sus rasgos tan masculinos eran tan atrayentes y seductores que la envolvía por completo.
Sentía como si él fuese un magneto y ella una simple pieza de metal. Era estúpido sentirse tan atraída por un hombre que no llevabas mucho de conocer, y lo más insólito era que le entregara su virginidad, pero Michele era…
En ese momento de ensoñación, ella siente como él aprieta la curva de su culo y cierra los ojos a la vez que frunce el ceño. Las nalgas de Daviana son abiertas un poco más causándole un poco de dolor, sin embargo, no dice nada puesto que deseaba ver como aquel hombre acababa.
Era su primera experiencia con él, porque negarse el privilegio de ver como él se corre.
No imagino que su mente llegase a ser tan depravada, pero estar con Michele le hacía tener pensamientos sucios y no le molestaba.
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El rostro del pelinegro se contrae al tiempo que entreabre la boca para soltar un ronco gemido de placer, luego muerde sus labios con ganas al vaciarse dentro de Daviana.
Todas esas veces que ella lo dejó duro por andar huyendo se las estaba cobrando en ese momento. Cuando su polla eyaculó por completo, el CEO reposó la frente contra el pecho de ella.
En ese instante Daviana olía exquisito, bueno, desde que la conoció su aroma era increíble. Michele abre los ojos mirando la piel de su cuerpo, se había llevado la virginidad de esa mujer.
En eso, se aleja un poco de ella notándola algo agotada. Pero ese brillo de placer en sus ojos lo reconforto.
– ¿Te ha gustado tu primera experiencia sexual? -Daviana siente que se le coloran las mejillas.
– No siento las piernas… -termina por decir, la verdad es que estaba muerta de la vergüenza.
– Lo siento mucho -Michele la baja, pero continuaba sosteniendo su cuerpo por la cadera ¿Te duele mucho?
-Creo que debería de terminar de ducharme… -responde echando la mirada hacia el suelo y es cuando repara en el remolino de sangre que se iba por el drenaje -. ¡Ay, joder! -exclama espantada.
– Descuida, eso es normal. No pasa nada -el CEO hace que levante la mirada para que lo viera a los ojos -. Tranquila.
Los hipnotizantes ojos de ese hombre eran como un bálsamo para sus males. Sin embargo, lo que estaba ocurriendo entre sus muslos le parecía algo vergonzoso.
– ¿Puedo terminar de ducharme?
– Yo terminare por ti.
Y entonces, de la nada, sin que ella se lo esperará Michele comenzó a enjabonar su cuerpo y terminar por lavar su cabello. Cuando estuvo lista, la dejo ir y él termino por ducharse.
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