El arte del sexo -
Capítulo 59
Capítulo 59:
– ¿Qué te ha parecido? -musita contra sus labios.
– ¿Por qué hace esto en este lugar?
– Tenemos un trato, ¿no?
– No me refiero a eso – Daviana enfoca el firme pecho de su jefe.
No encontraba las palabras indicadas para hacerle la pregunta, pero es que si la hacía le estaría demostrando que estaba ansiosa por coger de verdad.
– ¿A qué te refieres, Daviana? -le pregunta, mientras que ella sigue mirando su pecho.
– ¿No le apetece hacerme nada más? ¿Es que no soy tan atractiva como para querer hacerme algo más que tocarme con los dedos o con su boca?
La castaña levanta la mirada para verlo fijamente a los ojos, no contaba con una pregunta como esa, de verdad que lo tomó desprevenido.
– Pero ¿qué estás diciendo mujer? -sujeta el mentón de Daviana -. Yo quiero y le haré de todo a este cuerpo, pero en el momento preciso.
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Los pálpitos de su corazón retumbaron su pecho, Daviana traga saliva en seco al ver ese brillo audaz y oscuro en los ojos de su jefe. No parecía que estuviera jugando con sus palabras, de hecho, su tono de voz era bastante grave.
-Así que no pienses que no le haré nada a tu coño y al resto de tu cuerpo, porque mis intenciones para contigo no son nada buenas Daviana.
Michele besa los labios de su secretaria al mismo tiempo que envuelve su cuerpo con sus brazos, ella era tan pequeña y su contextura bastante manejable que le encantaba. Pero lo mejor de todo era tenerla así para él solo.
Podía parecer egoísta, pero no deseaba que ningún otro hombre la tocara. La quería toda para él, claro, mientras durase el convenio que tenían. Al alejarse un poco de sus labios el CEO la mira fijamente a los ojos.
– Creo que es buen momento para que regreses a tu escritorio -Daviana asiente con ciertas dudas, pero al notar que su jefe se aleja de su cuerpo es cuando reacciona de verdad.
Algo distraída se baja del escritorio para acomodar su falda sabiendo que él la estaba observando, rápidamente rodea el escritorio y sale casi que corriendo de la oficina. Al estar fuera del alcance de su jefe Daviana suelta el aliento.
– Mierda, ¿Cómo se me ocurrió preguntarle una idiotez como esa? -frota su rostro con frustración.
Cometió la mayor estupidez de su vida, era una tonta por haber preguntado algo como eso. Ahora iba a parecer una desesperada.
– ¡Joder! ¡Joder! -regresa a su escritorio aun con las piernas temblorosas, tampoco es que dejaba a un lado lo que ese hombre le había hecho -. Demonios… […]
Por la noche cuando todos terminaban de recoger sus pertenencias para regresar a sus hogares, Daviana hacia lo mismo, hasta que recibe una llamada de la clínica donde estaba su hermano.
El pequeño pedía verla, así que tuvo que salir de inmediato de la oficina sin notificarle nada a su jefe…
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