El arte del sexo
Capítulo 54

Capítulo 54:

Baja la vista, y si Connor logra convencer al padre de que ella no es buena, y si hace algo en su contra que la hunda en cosas sucias y Michele termina por creerle. Era su hijo, era posible que le creyera cada palabra.

Si eso pasaba su trato quedaría vulnerable, cabe destacar que aún no habían follado y si no cumplía esa parte ella quedaría debiéndole de por vida a Michele.

Daviana rasca su cabeza, estaba entre contarle la verdad a Michele o no decirle nada.

Pero luego como demonios iba a sobrellevar la situación con el idiota de su exjefe.

– Joder, ¿Qué demonios debo hacer?, si tan solo Connor no fuese su hijo las cosas serían un poco más fáciles. Tengo todas las de perder.

Niega sintiéndose frustrada.

[…]

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Michele ajusta su traje mientras baja los escalones, se encamina hasta la cocina para fijarse que un solo plato estaba servido en la mesa. Se detiene en seco y busca a Daviana con la mirada, cuando la pilla salir del cuarto del baño de los empleados se enfurece.

– ¿Qué rayos es esto? -le reclama señalando su plato.

– ¡Es su desayuno! ¿No desayuna por las mañanas?

– ¿Dónde está el tuyo? -la pregunta la infarto.

– Comeré en la cafetería de la empresa.

– ¿De verdad? -frunce el ceño mientras camina hacia ella irritado.

Daviana no comprendía porque estaba cabreado, ¿acaso hizo algo malo?

– ¿He hecho algo mal?

– Ve y te sirves un plato y desayunas conmigo -le ordena deteniéndose delante de sus narices.

– Pero…

– He dicho que vayas.

Ella asiente y va enseguida hacer lo que él le dice, la verdad es que el desayuno que preparo esa mañana era toda una delicia, en el cafetín de la empresa no servían nada comparado con eso.

Regresa a la mesa con su plato y para ese entonces, Michele ya estaba comiendo. Ella se sienta a su lado y también empieza a comer.

– Comerás en mi casa, espero que eso lo entiendas -musita mientras hojea el diario del día.

– Está bien… ¿está seguro de que quiere que lleguemos juntos a la empresa? No quiero que se corra el rumor de que nosotros dos andamos en algo.

– Daviana, nosotros ya tenemos algo.

– ¡Un trato! Lo sé…

Aquella contesta lo sacó de quicio, pero ella tenía razón. Solo era un trato, y debía recordarlo. Pero es que cuando la tenía desnuda y solo para él se le olvidaba porque demonios estaban juntos en su casa.

– En la empresa, llámame señor, pero fuera de la misma quiero que me llames Michele.

– De acuerdo.

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