El arte del sexo -
Capítulo 27
Capítulo 27:
No tenía tiempo para estar pensando en esas pendejadas. Ya tenía suficientes problemas con el idiota de su exjefe.
[…]
Al llegar la noche Daviana se dispone a retirarse a casa, ese día había sido mucho para ella. Recoge el bolso y se pone en pie, pero de la nada aparece Connor delante de su escritorio con una sonrisa dibujada en los labios que no le gusto.
– ¿Ya te marchas?
– Si señor Gershon…
-Puedo llevarte a casa si lo prefieres -Daviana aprieta su bolso con fuerza.
– No gracias, estaré bien -avanza hacia el ascensor, pero este se interpone en su camino.
– Mi padre solo ha venido a molestar, todo resultara más fácil si tan solo siguieras siendo mi secretaria.
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La castaña permanece callada, era incomodo que su exjefe la estuviera acosando. El problema era como se lo quitaba de encima siendo el hijo del dueño. Pensó en contarle todo a su jefe, pero luego recapacito en como lo tomaría.
Era su hijo, por más que sea no iba a defender a una simple empleada que era reemplazable.
Se sentía entre la espada y la pared; no tenía ningún tipo de apoyo en esa empresa.
-Lo siento señor Gershon, pero ya debo irme.
– ¿Segura que no quieres que te lleve a casa?
Daviana hizo amago de responder, cuando la puerta de la oficina se abre y por esta ve salir a su jefe. No supo porque, pero sintió real alivio de verlo.
– Señorita Morris, ¿Por qué no se ha ido aun?
– pregunta con aquella voz tan ronca que sintió temor.
– Ya me voy, con su permiso -pasa a un lado de su exjefe directo hasta el ascensor. Connor la mira de reojo y luego voltea a ver a su padre.
– ¿Qué es lo que haces aquí?
– He venido a por ti, vamos a tomar unos tragos, como los viejos tiempos.
-Sera para otro día, por ahora no estoy de ánimos -y menos después de que le arruinara el momento con Daviana.
Michele avanza hasta el ascensor esperando que este regrese, entre tanto su cabeza no dejaba de pensar en Daviana. Apenas y conocía esa chica y ya la tenía entre ceja y ceja, la única explicación que se le ocurría para su comportamiento era que esa mujer se le estaba volviendo un reto.
Por dos oportunidades se le escapo, y esa clase de situación no le solía ocurrir con una mujer. Por lo general siempre podía coger con cualquiera y ninguna objetaba, en cambio ella era harina de otro costal.
Necesitaba averiguar la razón del porque lo estaba rechazando, era imposible que fuese solo por ser su empleada, eso era absurdo.
[…]
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