El arte del sexo -
Capítulo 121
Capítulo 121:
– Michele… -se acerca a sus labios -. Yo también te amo -él le sonríe al tiempo que acuna sus mejillas y planta un beso en sus labios.
[…]
Al día siguiente Daviana se levanta de la cama un poco perezosa, pero debía ir a trabajar, aunque el dueño de la empresa fuese su esposo.
– ¿Qué haces Daviana? ¿A dónde vas?
– Michele se incorpora un poco al sentir vacío el otro lado de su cama.
– Se hace tarde, debemos ir a trabajar -el CEO la ve en silencio.
– No necesitas trabajar más Daviana, no quiero que sigas siendo mi secretaria. Ahora eres mi esposa.
– ¿Pero quién ocupara mi lugar? No tienes quien te ayude con todo.
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– Ya me las arreglare.
– ¿Y qué haré todo el día?
Michele sonríe.
– Dejar de preocuparte por todo, ir a ver a Arthur, comprar cosas para su nueva recámara. Creo que debes decorar un cuarto para él, aún es muy pequeño, ¿no lo crees?
– ¿Hablas en serio?
– Claro, ¿Por qué mentiría? -ella muerde sus labios -. Ven aquí, aún es muy temprano y apenas te casaste ayer. Vuelva a la cama señora Gershon -Michele la observa con aquella mirada I lasciva que eriza todo su cuerpo.
Daviana regresa a la cama y es cuando él la sujeta de la cintura para meterla nuevamente bajo las sábanas.
– ¿Ya quieres huir de mi tan rápido? -Daviana rodea el cuello de su esposo sintiendo la desnudes de su cuerpo.
– Eso jamás… -se besan con lujuria y ferocidad.
[…]
Michele le dejo una de sus tarjetas a Daviana para que hiciera las compras que deseara, mientras que él regresaba a la oficina. Si hubiera sido por él se la lleva de luna de miel, pero debido a la fragilidad de Arthur no iba a poder hacerlo por un buen tiempo.
Pero se conformaba con llegar a casa y ser recibido por esa hermosa mujer.
Cuando llega a la oficina más tarde de lo usual, su hijo lo confronta en cuanto él toma asiento en su silla. El chico entra en la oficina hecho una furia y esa actitud comenzaba a cabrearlo.
– ¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué diablos entras en mi oficina de esa manera?
– ¿Te has olvidado de la reunión que teníamos a primera hora? ¿Qué rayos te pasa padre? ¿Desde cuándo te has vuelto tan despreocupado?
– Connor, debes entender que a veces existen otras cosas en el mundo que solo trabajar. Las reuniones se pueden pautar para otras horas y otro día. No me iré a la quiebra por saltarme una reunión -responde despreocupado.
– ¿Y dónde demonios esta tu secretaria? Sabes el montón de trabajo que se encuentra sobre su escritorio.
– No soy ciego Connor, encárgate de buscar otra secretaria para mí.
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