El arte del sexo
Capítulo 108

Capítulo 108:

– Michele, Michele… -jadeaba su nombre una y otra vez manteniendo los ojos cerrados, segundos después el pelinegro toma con su boca una de sus tetas, pero ella no se detiene y sigue empujando su pelvis contra la polla de ese hombre.

Estaba dispuesta a conseguir ese orgasmo como diera lugar.

Aprieta los barandales de la cama pensando que quizás los rompería, pero no le importo. La cama se estremecía con violencia, de adelante hacia atrás, su cuerpo ya estaba todo sudoroso y la humedad que yacía entre sus muslos era increíble.

– ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! -grita sin miedo, su cabello era un completo desastre, pero aun así no se detuvo hasta que Daviana frunce un poco el ceño al sentir que el climax la ataco con todo lo que tenía -. ¡Ahhhhhh! -exclamo un gemido largo y liberador, ella abre los ojos e inclina la cabeza hacia atrás para disfrutar del orgasmo.

Traga saliva al ver el blanquecino techo, la polla de Michele palpitaba en su interior con bastante fuerza lo que la llevo a bajar la vista. Él sudaba mucho, sus ojos brillaban con gran intensidad y la miraba de una forma que erizaba todo su maldito cuerpo.

Segundos después de eso, el CEO la hace girar quedando él sobre ella. Besa sus labios con ternura mientras que aprieta una de sus tetas.

Al separarse, sonríe con malicia que le provocó escalofríos a la castaña.

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En fracción de segundos él la hace dar la vuelta dejándola en una posición algo extraña.

Se encontraba a gatas sobre el colchón, él abre sus muslos y luego siente como su cuerpo se pega al de ella.

Daviana mira de soslayo, pero no consigue mirar mucho, pero no hizo falta, puesto que Michele penetro su coño en esa posición arrancándole un gemido doloroso a Daviana.

Automáticamente, ella presiona la mano en su ombligo puesto que siente que el pene de ese hombre perforo sus órganos.

Coloca una expresión de dolor cuando siente que él mueve su polla dentro de su coño. Era hombre grande y fuerte, mientras que ella era pequeña y de contextura débil.

– Michele… -menciona su nombre con un poco de pesar, pero él no se detiene -.

Michele… -insiste.

Daviana sufría, pero en ciertos momentos le gustaba.

– ¡Michele! -exclama con voz más fuerte.

Pero justo en ese momento el pelinegro le propina una nalgada que la hace despabilarse, y a decir verdad como no reaccionar, donde le había nalgueado le escocia.

– Eso te mereces…

– ¿Qué dices? -frunce el ceño.

Y entonces le propina otro azote, pero con mucha más violencia que antes, Daviana da un respingo ante los golpes que seguramente dejarían marcas.

– Michele, ¿Qué demonios haces?

Ella hace amago de incorporarse y es cuando él la sujeta por la cintura apretando su cuerpo contra el suyo, sin sacar su polla del coño seguía penetrándola en esa posición consiguiendo que Daviana dejara de estar tan tensa.

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