El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Capítulo 936

Capítulo 936:

POV de Crystal:

Sabía que Laura quería hablar conmigo a solas, así que la acompañé a su palacio.

Después de la muerte de Ethan, ella se mudó a un lugar tranquilo para vivir. Desde entonces rara vez aparecía en público a menos que hubiera algo importante.

Por el camino, Laura me puso al día de los acontecimientos en el palacio imperial como si nada hubiera pasado.

La Real Escuela Militar estaba ahora bajo el mando de Blair.

Afortunadamente, había vuelto a ser el de siempre tras la muerte de Noreen. En cuanto a Rufus, lo había olvidado todo de mí, incluso lo que Blair había hecho bajo la influencia de la maldición. Blair tampoco se molestó en mencionarle esas cosas y ahora estaban como antes.

Yo escuchaba en silencio y respondía de vez en cuando. Y como aún estábamos en público, Laura no se atrevió a decir demasiado y sólo se explayó sobre los cambios en la capital imperial.

No mucho después, llegamos a un hermoso palacio. Laura me hizo pasar al jardín antes de despedir a los criados y guardias. Había una mesa redonda en el jardín, sobre la que había té y postres.

«Toma asiento. ¿No te sientes incómoda con esa máscara? Por favor, quítatela», dijo Laura suavemente.

En cuanto me quité la mascarilla, me relajé.

Laura me sirvió una taza de té. «Lo has pasado mal en los últimos años, y ahora Beryl se pone así. Seguro que es duro para ti».

No dije nada y me limité a sorber mi té, adivinando lo que Laura iba a decir a continuación.

Lanzó un profundo suspiro y continuó: «No es fácil que padre e hija se conozcan por fin. Han estado separados desde que ella nació. Creo que es mejor dejar que Beryl se quede con Rufus en el futuro».

«No, Rufus algún día se casará y tendrá sus propios hijos en el futuro, mientras que yo sólo tengo a Beryl y a Arron». Rechacé de plano la propuesta de Laura sin dudarlo.

Ya había perdido a Rufus. Separarme de mi hijo me resultaría insoportable.

Dudo que hubiera sido capaz de salir de la depresión en los últimos cinco años si no hubiera sido por mis hijos.

Así que los niños deben quedarse conmigo y nadie podría llevárselos.

Con expresión preocupada, Laura respondió: «Pero Beryl ha perdido la memoria y realmente quiero que Arron sea el heredero de Rufus».

Apreté los labios e insistí: «Aunque Beryl no pueda recuperar la memoria, tengo que llevármela conmigo. En cuanto al heredero, Arron no es tu mejor opción. Habrá un niño más cualificado para heredar el trono en el futuro».

Era el momento de afrontar la realidad y hacer caso omiso de la tristeza y el dolor de mi corazón. La idea de que Rufus se casara y tuviera una familia en el futuro hizo que mi corazón se hundiera. Pero sabía que si cedía, me arriesgaba a perder a mis dos hijos.

Afortunadamente, Laura no dijo nada más. En lugar de eso, suavizó su tono y se limitó a sugerirme que habláramos del asunto más adelante.

Me relajé y bajé la guardia. Mirando a Laura, cuyo pelo ya estaba encaneciendo, mi corazón volvió a ablandarse.

La compadecí. Había sido dominante la mayor parte de su vida. Y ahora que por fin había encontrado una fuente de consuelo después de perder a casi todos sus seres queridos, no podía conservarla.

«Pero ya que estás aquí, en la capital imperial, ¿por qué no te quedas un poco más? Beryl no está para un viaje largo ahora mismo. Deja que se quede conmigo unos días más. No sé cuándo volveré a veros cuando os marchéis -añadió Laura.

Antes de dar mi asentimiento, reflexioné sobre la situación y bajé la cabeza.

La naturaleza humana siempre era complicada y contradictoria. Cuando Laura mostró una expresión deprimida, pensé que no sería mala idea que Beryl se quedara con ella durante un tiempo.

De todos modos, Rufus ya no se acordaba de mí. Además, yo tenía una máscara. No pasaría nada aunque prolongara mi estancia aquí, en la capital imperial.

Hablando de la máscara, miré con disgusto la máscara negra que tenía en la mano. Tendría que elegir otra para no volver a asustar a mi Beryl.

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