El amor comenzó con el primer encuentro -
Capítulo 250
Capítulo 250:
Con creciente curiosidad y preocupación, Molly lo observó huir bruscamente. No sabía qué pretendía Brian y no pudo evitar caminar hacia allí para comprender lo que ocurría cuando oyó unos ruidos procedentes del interior. Le sorprendió ver todo el desorden que había dentro, con la ropa por todo el suelo. Molly miró de un extremo a otro del armario antes de fijar finalmente los ojos en Brian.
Brian preguntó impaciente con una sensación de enfado subyacente: «¿Dónde están los guantes?».
Molly frunció el ceño y señaló instintivamente un cajón situado en la parte inferior del banco del armario. La cara de Brian palideció, pues había revisado todas las partes del armario excepto este cajón, que era el correcto.
Brian cogió los guantes, se los puso en las manos a Molly y tiró de ella hacia fuera.
Pulsó un botón al salir. De repente, el oscuro patio, que antes sólo tenía una luz, se iluminó y la nieve empezó a brillar bajo las luces de colores.
De pie en el patio, Molly, vestida con un grueso abrigo que la mantenía caliente y cómoda, miró a su alrededor con curiosidad y luego miró a Brian, que seguía vestido con el traje, con el ceño fruncido, como preguntándole qué estaba haciendo.
«¿No estás contento? Recuerdo que la última vez que hicimos muñecos de nieve juntos parecías feliz. Hagámoslo otra vez y disfrutemos de estos momentos». Brian le habló con desprecio, como si fuera un rey que recompensaba a su siervo.
Pero, por el contrario, su expresión denotaba vergüenza.
Molly abrió el mes y miró a Brian como si hablara en un idioma extranjero. Para confirmar lo que acababa de oír, señaló a Brian, a sí misma y luego a la nieve. Parecía que quería preguntar: «¿Quieres hacer muñecos de nieve conmigo?».
«Es muy sencillo, ¿Quieres o no? Ya es tarde y acabas de tener fiebre. No puedes quedarte fuera mucho tiempo, empeorará tu estado», replicó Brian con desparpajo.
Con una oleada de emoción recorriéndole el corazón, la nariz de Molly se crispó y sus ojos volvieron a empañarse de lágrimas.
Brian se agitó y se enfadó al ver que Molly volvía a tener los ojos llenos de lágrimas. Se acercó a ella, le secó las lágrimas y le dijo: «Vale, vale. No hay prisa. Puedes jugar todo el tiempo que quieras. Pero, por favor, deja de llorar», la consoló con voz grave.
Mirando el fuerte perfil de Brian, el corazón de Molly se agitó por un momento. Se dio cuenta de que tenía que recordar y apreciar cada minuto como si fuera el último que pasaran juntos. Molly respiró hondo y sonrió. Se agarró al brazo de Brian con carisma y corrió hacia el mayor montón de nieve que pudo divisar.
Las bombillas de colores centelleaban bajo el cielo oscuro haciendo que toda la escena pareciera tan romántica. No había lugar para la depresión en una noche de nieve tan hermosa. Molly estaba haciendo un muñeco de nieve mientras Brian permanecía inmóvil, observándola absorto. Ella se acercó a él con cara de enfado infantil mientras señalaba la nieve como si dijera: «¡Dijiste que harías un muñeco de nieve conmigo, no que me mirarías hacerlo!».
Brian giró la cabeza. Ya se había esforzado al máximo, estando allí con ella. ¿Qué más se le podía pedir a él, el jefe de la Agencia de Inteligencia XK? Era tan poderoso que podía determinar el destino de muchas personas. Algo tan trivial como hacer muñecos de nieve no era lo que le gustaría hacer en su tiempo libre.
Molly miró mal a aquel arrogante egoísta, le puso de primera mano las caderas como una reina que exigía a Brian que la ayudara. Si él no se acercaba, Molly tampoco se movería.
Estaban frente a frente, como en un duelo de egos en el que ninguno de los dos estaba dispuesto a retroceder, en el patio cubierto de nieve. Molly sabía que tenía que irse pronto, así que quería marcharse con el recuerdo feliz de ellos haciendo muñecos de nieve juntos sólo por ella. Pero Brian no pensaba en la misma línea.
Molly bajó la cabeza mientras se perdía en sus pensamientos. Y de repente se le ocurrió una idea mientras el viento helado recorría el patio y la helaba hasta los huesos. Decidió gastarle una broma y empezó a fingir que tosía, e inmediatamente Brian volvió la cabeza para mirarla. Pero la tos fingida pronto empezó a dolerle en la garganta, que aún estaba dolorida y recuperándose. Molly frunció el ceño por el dolor punzante. El truco le salió por la culata, ya que se suponía que debía llamar la atención de Brian y no herir a Molly.
Brian la miró tosiendo y soltó disimuladamente un comentario: «¡Bueno, tú te lo has buscado!».
Molly miró a Brian con los ojos enrojecidos. Sabía que Brian se había dado cuenta de que se había puesto enferma. Aun así Brian no se movió ni dio ninguna respuesta. Molly se mordió los labios y volvió hacia el muñeco de nieve a medio construir, abandonando su repugnante puesto.
El corazón de Brian se estremeció y le dolió al ver la figura de Molly que retrocedía. En cuestión de segundos, se recompuso y se acercó mientras empezaba a hacer la cabeza del muñeco de nieve.
Eric estaba junto a la ventana del segundo piso y vio lo que ocurría en el patio. Cogió una taza de café caliente y le dio un sorbo después de pedirle a Tony que le buscara unas carpetas. La dulzura de la bebida no pareció refrescarle en absoluto.
Eric frunció el ceño mientras dejaba la taza de café sobre la mesa. Volvió a mirar por la ventana y fijó los ojos en Molly, siguiéndola allá donde fuera. Bajo la luz del exterior, en medio del intenso frío, la cara de Molly se había puesto roja, pero parecía no importarle en absoluto. En cambio, Molly estaba totalmente concentrada en su muñeco de nieve y de vez en cuando miraba a Brian con expresión enfadada. Dirigió a Brian una mirada insatisfecha y disgustada hacia la cabeza del muñeco de nieve. En aquel momento, parecía increíblemente mona y adorable.
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