Destinos entrelazados – Mi bebé es hijo del CEO -
Capítulo 5
Capítulo 5:
Ella sabía que su amiga seguiría insistiendo hasta que aceptara. Ya arregladas y listas para salir, tomaron un taxi rumbo al bar del Paradise Club, uno de los lugares más populares cerca de Times Square. El ambiente estaba oscuro y había pocas personas en ese momento.
“¿Daniel?”
Kate saludó a un hombre alto que estaba sentado en una de las pequeñas mesas del bar.
“Hola, Kate, qué bueno que viniste,” respondió él, y se saludaron.
Mientras Sofía comenzaba a sentir que estaba de más en ese lugar. Al final, realmente lo estaba. El amigo de Daniel no iba a venir y él no se lo había dicho a Kate, temiendo que ella cancelara la cita.
“Ustedes pueden hablar tranquilos, yo iré a pedir un trago en el mostrador,” dijo Sofía, porque lo último que quería era ser una tercera rueda.
Se sentó en el pequeño taburete junto al mostrador y pidió un Dry Martini. Mientras bebía su primera copa, ya estaba pidiendo otra. Al darse cuenta de que su amiga estaba muy feliz conversando con ese…
Tal médico, decidió quedarse allí para brindarle apoyo. La música alta empezó a sonar y el lugar se llenó de más gente. Mientras tomaba su décimo trago, un hombre alto con una camisa blanca de vestir se sentó a su lado.
“Pareces estar disfrutando bastante de la bebida,” comentó el hombre.
Sofía miró al extraño a su lado y casi se desmayó al darse cuenta de lo atractivo que era. Con el cabello negro liso, peinado hacia atrás, barba bien arreglada y una nariz recta, típica de un griego.
“Un Adonis,” susurró.
“¿Qué?” preguntó él, sin haber escuchado bien lo que dijo.
“Eres muy guapo, más que Mateo,” continuó ella, con el alcohol subiéndole a la cabeza, ya no hablaba con mucha coherencia. “De hecho, mucho mejor que Mateo, él ni siquiera era tan alto.”
“¿Me estás comparando con alguien?” preguntó él, confundido.
“No, no lo estoy haciendo. Eres demasiado guapo como para compararte con nadie.”
“Eres bastante directa, ¿verdad?” comentó él.
“Solo cuando realmente quiero algo,” reveló ella.
“¿Y qué es lo que quieres ahora?” preguntó el hombre con una voz cautivadora.
“Quiero tu número de teléfono,” dijo ella sonriendo, ni siquiera sabía qué estaba diciendo.
“No suelo dar mi número a desconocidos,” respondió él.
“No quiero ser una extraña, pero tampoco puedo conocerte hoy,” dijo ella, haciendo un pequeño gesto de disgusto al recordar que debía trabajar temprano al día siguiente. “Mañana tengo que enfrentar al diablo,” masculló, pero el hombre logró escuchar lo que dijo.
“Parece que estás diciendo muchas cosas sin sentido.”
“Claro que no,” respondió ella. “Estoy completamente sobria, solo estoy bebiendo para relajarme un poco. Mi día ha sido horrible y parece que mañana será aún peor.”
“¿Quieres desahogarte?” preguntó él.
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