Destinos entrelazados – Mi bebé es hijo del CEO -
Capítulo 2
Capítulo 2:
“Lo siento mucho, pero no puedes volver a tu antiguo puesto, ya lo ocupó alguien más,” le explicó su superior.
“¿Cómo es posible?” exclamó, incrédula.
“Solo tienes dos opciones: o regresas e intentas convencer al señor Ethan de que te acepte, o serás despedida.”
Aunque protestó alegando que era una tremenda injusticia, no tuvo más remedio que volver a la oficina del nuevo director para tratar de conservar su empleo. Sin muchos ánimos, tocó la puerta hasta que le indicó que pasara. Al entrar, lo vio sentado detrás de su gran escritorio, pero como su silla estaba de espaldas, no logró verle el rostro.
“Señor, creo que hubo un malentendido. Puedo demostrarle que estoy más que capacitada para este puesto,” comenzó a decir Sofía.
“Nunca dije que no estuvieras calificada, dije que simplemente no me caes bien,” respondió él sin siquiera voltear.
Pensando que ese era un motivo absurdo, decidió insistir. Después de todo, tenía cuentas que pagar, pues había financiado el apartamento que compartía con su mejor amiga Kate Miller. Conseguir otro trabajo sería muy difícil, y volver a México estaba descartado.
“Estoy segura de que, si me da la oportunidad de conocerme mejor, reconsiderará mantenerme en el puesto.”
“No pienso en hacerlo,” espetó Ethan secamente.
“Pero señor…”
Su grosera actitud, prepotencia y negativa a mirarla de frente, como si ella fuera insignificante, comenzaban a sacarla de quicio.
“Tengo sed,” dijo él.
“¿Qué?” preguntó desconcertada, ya que había cambiado de tema abruptamente.
“Si me traes un moca frío de chocolate en menos de quince minutos, el trabajo es tuyo.”
Ese pedido parecía estúpido, pero como necesitaba el empleo, decidió aceptar. Solo tenía que ir a la cafetería junto al edificio y listo.
“De acuerdo,” respondió.
“Hay una cosa más,” agregó él antes de que saliera. “Solamente tomo el moca de Starbucks.”
“Pero el Starbucks más cercano está a cinco cuadras de aquí,” objetó incrédula.
“Entonces más te vale correr.”
Sin entender qué clase de juego absurdo le proponía su nuevo jefe, Sofía salió desesperada a cumplir el encargo. No podía darse por vencida sin al menos intentarlo. A mitad del trayecto, se maldecía por haberse puesto tacones aquel día.
“Esto no puede ser más que una broma pesada,” se quejaba mientras hacía el pedido por su celular para poder recogerlo rápidamente. Después de comprar el café, regresó casi corriendo al edificio. Tomó el ascensor, pues le quedaba apenas un minuto. Golpeó la puerta de la oficina del director, quien le indicó que pasara.
“Aquí tiene su pedido, señor,” dijo, dejando el vaso sobre el escritorio, mientras él seguía dando vuelta.
“Ya se me quitaron las ganas,” respondió él.
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