Capítulo 111:

El almuerzo de negocios duró unas tres horas, y después de estar libres, Ethan invitó a Sofía a pasear por la ciudad.

“Quiero comprar algo hoy, ya que mi compra de anoche fue un fracaso”, dijo él.

“¿Estás hablando del amuleto?”, preguntó ella. “No creo que sea lo que esperabas”, agregó.

“No vamos a hablar de eso, ¿está bien? Ya sabes lo que pienso sobre ese tema, así que no arruines mi día.”, respondió él seriamente.

“Está bien.”

Caminando por las concurridas calles de Tokio, se sorprendió cuando Ethan tomó su mano.

“¿Qué estás haciendo?”, le preguntó, soltándola inmediatamente y mirando a su alrededor.

“No seas tonta, ¿olvidaste dónde estamos? No tengas miedo, nadie nos verá aquí”, explicó.

“Aun así, prefiero no arriesgarme.”

“No arruines nuestros últimos días, ¿olvidaste lo que hablamos ayer?”, preguntó él.

“No recuerdo haber aceptado nada.”

“¿En serio, que tu beso no fue una respuesta positiva?”, sonrió. “Solo serán dos días, olvidemos el exterior y concentrémonos en nosotros dos.” Nuevamente, tomó su mano. “Además, la calle está muy concurrida. Si no te tomo de la mano, será muy fácil perderte.”

Aunque sentía miedo y rabia, sabían que estando prácticamente al otro lado del mundo, sería muy difícil encontrarse con alguien conocido en ese lugar, así que simplemente aceptó caminar con él tomados de la mano.

Hacer eso le causó mariposas en el estómago. Nunca había caminado con alguien de esa manera, y si se permitía un poco, dejaría volar su imaginación. Podía aprovechar esa oportunidad. Ya hacía tiempo que estaba tensa y preocupada, sintiendo solo cosas que no le hacían nada bien a su bebé. Sería un regalo para él, darle un poco de felicidad.

“Estamos caminando de la mano con papá”, pensó ella, sonriendo internamente.

Aprovechando que estaba en el centro de Tokio, compró algunos recuerdos para Kate y otros para su familia, que llevaría a México cuando tuviera al bebé.

“Creo que podemos descansar y comer un poco”, dijo Ethan, señalando un pequeño restaurante al aire libre. “¿Qué quieres comer?”

“Cualquier cosa que no esté cruda”, bromeó ella.

Se sentaron en la mesa y fueron atendidos. Mientras conversaban, en la mesa de al lado había una pareja con dos niñas que parecían tener cinco y tres años. Las dos pequeñas, de ojos rasgados y cabello negro atado en coletas, jugaban, corriendo de un lado a otro, lo que parecía estar molestando a Ethan.

“No pongas esa cara, son solo niñas”, dijo ella, después de que él comenzara a mirarlas con una expresión incómoda.

“No sé quién es peor, si ellas o los padres que no controlan a esas criaturas ruidosas”, respondió él.

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