Destino incierto
Capítulo 76

Capítulo 76:

“No Odín, las averiguaciones que hemos hecho hasta ahora no han dado fruto”.

“¡Me preocupa, amigo! Si no sabemos quién es el enemigo, no sabremos que están maquinando”.

“Así mismo es. Tengo los hombres acuartelados y alertas, así mismo doblamos la vigilancia personal”.

“Eso es correcto, hay que tomar medidas extremas”.

“Pero dime Odín, ¿Qué sabes de nuestros muchachos, han logrado comunicarse?”

“Sí Uriel, ¿Tú sabes que tengo gente ubicada en puntos han logrado comunicarse?”

“Sí Uriel, tú sabes que tengo gente ubicada en puntos estratégicos que son mis ojos y mis oídos. El pollo Rodríguez, se mandó a lustrar los zapatos, con el chico que tengo en una de las esquinas del Parque Libertador”.

“Nos confirmó que los chinos, son un grupo urbano de sociópatas de la peor calaña; dispuestos a llevar a cabo cualquier trabajo por dinero. Los cabecillas no se dejan ver, se mueven a través de jerarquías en grupos bien establecidos”.

“Tus hombres dicen que están hartos de escuchar historias tétricas, que cuentan como si fueran proezas y que son capaces de traicionar hasta su propia madre”, dijo.

“Dicen también que tienen poder bélico. Que ellos fueron probados en el conocimiento y manejo de las armas y por su buen desempeño despertaron el interés de la gente que tiene el poder, han oído el rumor que los quieren poner, como jefes de sicarios”.

“Son buenas noticias Odín, porque entre más jerarquía mayor oportunidad de acercarse a los jefes”

“Si Uriel, presiento que si descubrimos quién está a la cabeza, daremos respuesta a todas nuestras interrogantes y se nos termina el misterio. ¡Ojalá sea pronto! Porque como reza el refrán; es mejor caer que estar colgando”, dijo.

“Esta incertidumbre y esta zozobra de peligro, ¡Me tienen cansado! Y ni hablar de mis hijos, ¡Están peor que yo!”

“No es para menos, Uriel; a mí no me han jodido porque no han tenido de dónde agarrarse, no les he dejado ver mi lado vulnerable”.

“Si Odín has sido muy inteligente… tus negocios están resguardados y muy diversificados y lo principal: ¡Nadie sabe que tienes una hija!”

“Así es amigo, nunca la puse en evidencia, porque nunca quise ponerla en peligro. Fue mejor como maneje mis cosas personales, te aseguro que, todos estos años, estuve más tranquilo”, dijo.

“Por cierto, ¿Cómo está Fabiana?”

“Mejor de lo que piensas, amigo, ¡No sé cómo! Pero logró que Alejandro se enamorara de ella hasta los tuétanos”.

“¡Qué bueno, cuánto me alegra oír esto! ¡Bien por ella y bien por mi nieto!”

“Pronto tendrás noticias frescas de ese par, Odín, pierde cuidado. Van a estar bien”

“Gracias Uriel, hablamos luego”.

“Si amigo, hasta pronto”.

Lo que restó de esa semana, Alejandro se dedicó a trabajar desde la oficina de la hacienda, desarrollando sus negocios y compromisos vía online.

Fabiana aplaudía la buena actitud de su esposo por acatar las órdenes del médico, de esta manera demostraba el interés que tenía de recuperarse pronto, Fabiana, aprovechando el momento favorable y su nueva libertad de poderse comunicar a sus anchas; puso al tanto a Valeria, de los últimos y maravillosos acontecimientos acaecidos en su vida, esa semana.

“¿Aló, Valeria?”

“¿Qué, Fabiana? ¡No puede ser! ¡Qué alegría oírte! ¿Cómo es posible?”

“¡Sí, querida Valeria, tengo muchas cosas que contarte! Mi vida ha dado un vuelco de ciento ochenta grados… tu colaboración fue vital para que este milagro sucediera”

“¡Alejandro me llevó a ver a mi madre! ¡Estoy feliz, Valeria, no lo puedo creer, todo esto, parece un sueño!”

“¡Increíble, hija, cuéntamelo todo!”

Fabiana se dio el gusto, de contar a su suegra minuciosamente, cada detalle del reencuentro con su madre, además de la transformación asombrosa del comportamiento de su marido.

¡Cómo le había declarado su amor por ella y por su bebé!

“Fabiana, no tienes idea de lo contenta que me siento. Hacía mucho tiempo no tenía una avalancha de buenas noticias como la que acabas de darme. ¡La vida comienza a sonreírnos! ¡En hora buena, hija! ¡Disfruta al máximo tu momento!”

“Te cuento también que el miércoles próximo, tengo cita para mi primer control prenatal; voy a invitar a mamá para que nos acompañe, si tú quieres puedes venir con nosotras..”.

“No, Fabiana, disfruta la compañía de tu madre. Ya habrá tiempo con ella”.

“Precisamente de eso te iba a hablar. Organicé la reunión familiar que Odín quiere para el próximo fin de semana. Así tendremos la oportunidad de conocernos y confraternizar, como tú dices..”.

“Me parece perfecto, Fabiana. Allí estaremos sin falta. Gracias por hacerme tan feliz querida”.

“Hasta pronto, Valeria, gracias a ti”.

Fabiana no podía guardar tanta felicidad para sí sola, así que tan pronto tuvo la oportunidad de hablar con Amalia; le hizo el mismo relato pormenorizado que le hizo a su suegra.

“¡Ay amiga, cómo me alegro por ti, sabes que nunca estuve de acuerdo con el trato que te daba Alejandro; siempre me pareció un abuso. Pero bueno, Fabiana, no hay mal que dure cien años. Felicidades, querida, disfruta tu felicidad. Estoy contigo”.

Fabiana estaba viviendo su sueño, se sentía plena y feliz, por eso hizo partícipe de su felicidad a los empleados más cercanos.

Empezando por Julia, de quien se sentía agradecida porque en todo momento ella se había portado muy linda y condescendiente.

Fabiana bajó a la cocina con el pretexto de buscar su acostumbrado café de la tarde y Julia, al verla, no pudo dejar de comentar:

“¡Ay mi niña! ¿Qué te está pasando? Desde hace unos días, te ves radiante, pareces otra persona. ¡Nunca te había visto tan feliz! ¡Cómo me contenta tanto, verte así! Ojalá nunca te vuelva a ver triste, mi niña”.

“Julita, ¡Cómo no voy a estar dichosa si encontré a mi mamá!, espero a mi bebé y Alejandro me da esperanzas de ser diferente, ¡Qué más puedo pedir!”

“¡Qué bueno, ya era hora de que ese ánimo y esa carita cambiaran! Perdone el atrevimiento, pero la he aprendido a querer como a una hija”.

“Ay, Julita ¿Cómo me vas a decir que te perdone porque me quieres? Entonces perdóname tú también, dijo abrazándola y riéndose, porque yo también te quiero, tú has sido muy buena conmigo. Solo tengo motivos de agradecimiento contigo”.

“Dame un cafecito para llevarle a mi esposo, Julita; no ha salido de la oficina, le vendrá muy bien”.

Fabiana dio unos pequeños golpecitos en la puerta de la oficina de Alejandro.

“¿Quién?”

“Soy yo Alejandro, te traigo un cafecito. ¿Te apetece?”

“Pasa amor… si me apetece ese cafecito, mil gracias por acordarte de mí, y por sacarme un ratito de mi trabajo. ¡Uff! Estoy cansado”

“Alejandro, quería decirte que invité el miércoles a mamá, para que nos acompañe a mi primer control prenatal”

“Me parece bien, has como tú quieras”.

“También me parece que el compartir que Odín quiere, lo podemos hacer el fin de semana próximo; ¿Qué opinas?”

“Es perfecto, Fabiana, así lo complacemos a él, y aprovechamos para reunir a toda la familia; la pasaremos bien”.

“¿Cómo quieres hacer la reunión? ¿Dentro de la casa, un almuerzo formal o en la piscina?”

“No, no quiero nada formal… ni tampoco en la piscina. Quiero algo campestre y relajado, sin ninguna presión; donde todos nos sintamos cómodos y en familia”, dijo.

“Me gusta la idea, cariño, pero cuéntame ¿Qué has pensado?”

Tenía curiosidad.

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