Destino incierto -
Capítulo 51
Capítulo 51:
Uriel levantando la voz dijo:
“Me gusta bastante ese lugar y la verdad es que hace bastante que no vamos. ¿Estamos de acuerdo todos?”
La aprobación fue general.
“Pasan ustedes por el apartamento, nos recogen y nos vamos en caravana”
“Si mamá, nos parece bien”.
Después de disfrutar la merienda, Alejandro y Martín pidieron a su padre retirarse a la oficina para poder tratar con él un tema de importancia.
Mientras tanto, las mujeres se retiraron al saloncito de juegos para divertirse con una partida de damas chinas.
Una vez en la oficina, Alejandro, tomó la palabra.
“Mira, papá, estuvimos hablando con la Chata, sobre el asunto que teníamos pendiente con la banda de los lobos. Ella nos informó que los tres muchachos que mandamos para ayudar a controlar la discordia suscitada entre bandas, después de la muerte del búho; fueron muy efectivos, y salieron airosos del problema”.
“Si, papá, la Chata, dice que la victoria fue tal, que invitaron a los lobos a unirse a nosotros; para trabajar en paz en toda esa zona, que por cierto es bastante extensa”
Añadió Martín.
“Si eso que dice Martín, es importante, si aceptamos ese grupo de hombres entre nosotros; cubriríamos un buen número de barrios. Sobra decir que estamos hablando de dos o tres veces más, el número de clientes que tenemos en la actualidad”
Uriel se quedó por un momento callado, sopesando los pros y los contras de admitir una banda como la de los lobos, dentro de su organización.
“¿Bajo qué términos, los muchachos hicieron esa oferta?”
“Bueno, la oferta, en realidad está aún sobre la mesa. Ellos simplemente les ofrecieron la posibilidad de formar parte de esta organización; siempre y cuando se cobijaran bajo sus reglas, y terminaran con todo vestigio de lo que queda de los lobos”.
“¿Y ellos qué respuesta dieron?”
“Ellos, como era de esperarse, no dieron respuesta en el momento, hasta no hacer un consenso y que todos estuvieran de acuerdo, para que no se susciten inconformidades a última hora”, dijo Martín.
“Ah, eso me da buena espina, me demuestra que están organizados, lo que nos ahorra bastante trabajo si se lleva a cabo la fusión”, Comentó.
“Y ¿más o menos de cuantos hombres estamos hablando?”
“Pues no sé la cifra exacta, pero creo que está por el orden de los quince o veinte muchachos”.
“Mmm… es un buen número. ¿Ustedes qué piensan?”
“Martín y yo estamos de acuerdo, nos parece que es una buena adquisición. Lo único que sí me parece muy importante, es que tenemos que recalcarles, que al aceptar hacer parte de nuestra organización deben someterse por entero a nuestro reglamento; en todas y cada una de sus cláusulas”.
“¿Y si ellos dicen que se nos unen, pero manteniendo su nombre y sus reglamentos?”, pregunto Uriel.
Los hermanos entrecruzaron miradas y fruncieron el ceño. Y Martín tomó la iniciativa para responder:
“Pues yo no sé qué dirán ustedes… pero yo en lo personal digo que es todo o nada; o están con nosotros o no lo están. Porque aceptarlos bajo sus condiciones nos haría parecer débiles y más adelante se creerían con poder para decidir, en cualquier asunto que se nos presente”.
“Si estoy totalmente de acuerdo con lo que tú dices, no podemos darles concesiones, les daríamos desde el principio una ventaja que no nos conviene”
Agregó Uriel.
“Concretemos papá. Estamos de acuerdo en aceptarlos en nuestra organización, no les daremos ninguna concesión y tendrán que subordinarse a nuestro reglamento”.
“Si, perfecto Alejandro. Además, tendremos total dominio sobre toda la zona. Pienso que para incentivarles les podemos dar un beneficio de un dos o tres por ciento sobre las ventas de lo que hasta hoy ha sido su zona de influencia”.
“Si, papá, me parece bien. Voy de una vez, a mandarle mensaje a la chata, comunicándole nuestra decisión; porque los muchachos tienen reunión este fin de semana”.
“Me parece bien todo, estoy satisfecho con los resultados. Si las cosas siguen saliendo de esta forma, podemos decir que vamos bien”, Concluyó Uriel.
Mientras la conversación de los varones, Cruz, desarrollaba su rumbo; las mujeres echaron una partida de damas chinas. Pero a la final Amalia, se vio obligada a retirarse a sus habitaciones por causa de un pequeño mareo y sensación de náuseas que la molestaron de repente.
Oportunidad que aprovechó Fabiana, muy bien, para, por fin, darle a Valeria el número de teléfono y la dirección de su madre; con la esperanza de saber de ella y con buena suerte volver a verla.
“Mira Vale… anoté en este papelito por si no nos daba chance de que lo anotaras en tu libreta, el número de teléfono y la dirección de mamá. Disculpa mi insistencia, pero tengo una ilusión muy grande de volver a abrazarla y hablar con ella. Tengo muchas interrogantes en mi corazón y ella es la única que puede aclarar mis ideas”.
“No tengas cuidado, no hay nada que disculpar. Quiero tu felicidad y te aseguro que haré todo lo posible para traerte razón de ella.
Acto seguido, Valeria, tomando su bolso, guardó muy a tiempo la nota de Fabiana, porque ya se oían por el pasillo los pasos de Uriel y sus hijos.
“Vámonos Valeria, me siento cansado, quiero estar temprano en el apartamento”
Entrando Martín detrás de su padre, extraño no ver a su mujer y preguntó:
“¿Y Amalia, dónde está?”
“Subió a su habitación, estaba un poco mareada y con sensación de náuseas, pero no te afanes, no hay de qué preocuparse; ese problemita es totalmente normal en los tres o cuatro primeros meses del embarazo, ya después van desapareciendo”, comentó Valeria.
“¡Habló la voz de la experiencia!”, comentó Uriel, riéndose.
“Pues sí, ¿Qué te parece? Fueron tres embarazos, lo que me da la suficiente autoridad para opinar sobre el tema”.
“Me encantó verlos, queridos padres, me voy a ver a Amalia para saber cómo se siente”.
“Chao, hijo, si ve con tu mujer. Despídeme de ella” dijo Valeria.
Alejandro, pasando su brazo por encima de los hombros de Fabiana, dijo a sus padres:
“Vamos, los acompañaremos hasta la puerta”
“Gracias por todo querido hijo, Fabiana, hasta pronto”.
Se despidió Valeria, dándoles un beso en la mejilla.
“Hasta luego”, dijo Uriel dirigiéndose al par de esposos.
“Cualquier novedad que se presente me llamas por teléfono”.
“Si papá, no tengas cuidado. Eso haré. Ese fin de semana fue bastante ajetreado, todos tenían misiones, compromisos y planes que desarrollar”.
El pollo Rodríguez, urgido por la misión que tenía por delante, se encaminó a uno de los supermercados del norte de la ciudad; a fin de captar, cualquier vehículo que, por afán o descuido.
Alguno de sus dueños dejaran con fácil absceso, de manera tal que le facilitara el podérselo llevar con la menor dificultad.
No fue difícil, porque fueron varias las familias que distraídas con sus compras y cuidado de sus niños; ciertamente prestaban poca atención a sus vehículos.
El pollo, desde su lugar de observación, pudo casi que escoger a su gusto el carro que según su experiencia produciría el resultado que él perseguía.
Calculó el tiempo que los dueños salieran del supermercado para que se dieran cuenta de que su auto estaba siendo robado y dieran la voz de alarma.
Efectivamente, tres calles después estaba siendo interceptado por la patrulla de la policía y tomado preso.
Lo siguiente ya había sido organizado por gente de Odín.
Campanita, por su parte, tampoco dio largas al asunto y la misma noche del sábado, intercepto a una pareja de enamorados que salían de un club nocturno; intimidándoles con un arma y llevándose todas sus pertenencias de valor.
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