Destino incierto -
Capítulo 33
Capítulo 33:
“Ah, no hay de qué, Te repito nuevamente estoy para servirles”, dijo Odín.
“No creas amigo”, continuo Uriel.
“El favor que nos hiciste, fue grande en virtud de que nos sirvió para no mostrarles debilidad, porque esto perjudicaría nuestra reputación. Así, con tu método tan sugestivo, de hacer efectivo el cobro de las deudas, agarran mínimo y saben que a la próxima, no pueden jugar con nosotros”
Uriel puso rostro de sentirse robado.
“Quieren dinero rápido, se les ayuda a solucionar su problema, adquieren un compromiso con nosotros y después no quieren pagar..”.
Odín poniendo rostro de acontecimiento añadió:
“Bueno Uriel, Alejandro, no podemos quejarnos. trabajo es trabajo… y estos inconvenientes a la hora de la verdad. Son solo gajes del oficio”.
“¡Aja!, por esa buena actitud que tienes, queremos darte las zonas que dejaron pendientes por de cobrar, los hombres de Alejandro, los que murieron; porque ya la noticia corrió como reguero de pólvora y como la gente no deja pasar una..”., dijo.
“Pueden creer que este golpe que recibimos, les dio alguna ventaja, que estamos intimidados o algo por el estilo; y nos quieran ver el rostro..”.
“Por ese motivo nos parece bueno que tú te hagas cargo, claro, con las mismas reglas de juego que en la cobranza anterior, y desde luego, si quieres aceptar”
Concluyó Uriel.
Odín, aprovechando a tomarse el último trago que quedaba en su vaso, les respondió:
“Si, me parece bien, no veo ningún inconveniente. Me mandas las facturas bien codificadas y empezamos el trabajo”
“Está bien, no tenemos problema con eso. Creo que todos esos papeles están en orden papá,”, dijo Alejandro dirigiéndose a Uriel.
Alejandro, echando una mirada a los vasos de sus invitados, les dijo:
“¿Van a tomarse otro o pasamos a almorzar?”
Y mirando su reloj de pulso, comentó:
“Ya es hora… ustedes ordenan… todos estuvieron de acuerdo en aceptar la propuesta de ir a almorzar”.
“Pasemos por favor al comedor”, invitó Alejandro.
Una vez sentados a la mesa, Odín pregunto a la familia:
“¿Y Martín, que no lo he visto, no nos va a acompañar?”
A lo que Alejandro respondió:
“Si claro, ya no debe de tardar, lo mandé a entregar una mercancía que necesitaban urgente. Papá está al tanto de esto… Pero él sabe que ustedes están aquí para almorzar y no debe faltar”, explicó.
“Mientras tanto, aprovechemos a disfrutar de este sabroso Pinot Noir, delicioso vino tinto, que nos trajo nuestro gran amigo Odín, es un vino joven y suave, perfecto para estimulamos el apetito, y acompañar ese sabrosísimo estofado de ternera con setas que nos preparó nuestra muy apreciada Julia. Excelente cocinera. ¿Verdad mamá?”
Alejandro no pedía evitar su echonería que hasta a la cocinera sacaba a relucir.
“Luego hijo, eso ni se diga… Julita nos ha deleitado por años con sus excelentes recetas. Cuando hay ocasión de un evento especial en casa, es un regalo al paladar saborear sus platos”.
En ese preciso momento hizo presencia Martín y Amalia, su pareja.
“Hola familia, ¿Cómo están, llegamos a tiempo?”
Martín fue directo a saludar a su madre, dándole un beso en la mejilla, al pasar por la silla donde estaba sentada Fabiana, le tocó ligeramente los hombros y alzó la mano para saludar a su papá y enseguida se dirigió a Odín dándole un efusivo apretón de manos.
“Qué bueno que pudiste dejar por un rato tus compromisos, para acompañarnos, Odín. Es muy grato tenerte hoy con nosotros”.
Mientras tanto, Amalia saludaba de beso en la mejilla a las mujeres y sacudía su mano derecha, acompañada de una amplia sonrisa, para saludar a los varones. A la vez que decía:
“Buenas tardes, ¿Cómo están todos ustedes?”
Cada uno respondió por su lado:
“Bien, gracias Amalia”.
Valeria, con un gesto amable, los invitó a sentarse y ponerse cómodos.
Alejandro, mirando a los recién llegados, les dijo:
“¿Cómo les fue con el compromiso, alcanzaron a entregar a tiempo?”
“Si… ¡Muy a tiempo!, menos mal fuimos temprano, la gente nos estaba esperando y todo salió bien..”.
“Ah, está correcto, y ¡Qué bueno que ya están aquí! Así nos acompañan a catar este sabroso vino que nos trajo Odín y damos, de una vez, la orden de servir”.
Así disfrutaron aquella tarde de un estupendo guiso.
Todo en medio de bromas, camaradería y risas.
Ya a la hora del postre a Odín se le ocurrió la flamante idea de hacer una pregunta por demás indiscreta a su hija; porque pareciera que le encanta meter el dedo en la llaga. Como se dice popularmente.
Mirando a los jóvenes esposos Cruz, les dice:
“Miren muchachos y ¿Para cuándo nos van a hacer abuelos?”, dijo haciéndose el inocente.
“Ya casi llegan al primer aniversario de casados, y no nos han dado esa alegría. ¡Queremos conocer los nietos ya!; ahora que podemos disfrutarlos, ya cuando estemos más viejos para que, ni vamos a poder jugar con ellos, porque entre más viejos, más pendejos”, remató en medio de carcajadas.
Fabiana quedó pasmada.
Menos mal que ya habían terminado de comer el plato fuerte, de lo contrario, seguramente se hubiese atragantado con algún pedazo de carne.
La muchacha palideció, no daba crédito al tamaño de la imprudencia de este individuo; que parecía que el único propósito que tenía en su vida era el de amargar y hacer trisas la suya.
‘¡Uff!’, pensó Fabiana.
‘Este tipo era un desgraciado con todo y ropa…’
Este tema era, precisamente, uno de los más grandes temores que ella albergaba en su corazón, desde el primer día de casados.
No había querido tocar este espinoso asunto con nadie, ni siquiera con ella misma. Porque como dice el dicho no quería ni invocarlo, el más leve pensamiento acerca de tener un hijo con Alejandro era algo que la llenaba de pánico.
Ella amaba a los niños, al punto de soñar desde siempre ser médico pediatra, y pocas cosas la ilusionarían tanto en su vida, como la idea de ser madre.
Pero este no era el momento, porque no se sentía aún preparada para tener una responsabilidad de tal envergadura ni mucho menos, y este era el mayor de los problemas, con un hombre como Alejandro Cruz.
Con una trayectoria de vida tan funesta, un capo del crimen organizado, un psicópata sin sentimientos.
Que alguien le explicara de qué forma ella iba a educar a un hijo, ¿Qué ejemplo recibiría de su padre?
Valeria le había comentado que Uriel se había apoderado de sus hijos para formarlos a su imagen. No dudaba que su marido siguiera su ejemplo.
¿Cómo llevaría sobre sus hombros una pena tan grande, cuando alguien en la escuela le preguntara de qué familia venía?
¡No, eso ni pensarlo, para delincuentes con todos ellos había de sobra!
A la pregunta capciosa de Odín, Alejandro le respondió de forma suspicaz:
“Me sorprende, querido suegro, ese interés tan repentino de ver crecer a la familia… no le conocía esa fase, porque que yo sepa usted no ha sido muy hogareño, que digamos, Pero como dice la canción: Sorpresas te da la vida..”., le dijo Alejandro con sorna.
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