Destinada a ellos
Capítulo 63

Capítulo 63:

“¡Sujétala!”, bramó Cyrus. Dejó de pasearse de un lado para otro y me miró.

“¿Qué dices?”, exclamé, sorprendida.

Eli aferró mi brazo y me empujó, haciendo que cayera de espaldas sobre la cama. Me agité, tratando de liberarme, mientras sujetaba mis hombros contra la cama.

“No me dejas otra alternativa”, me dijo Cyrus mientras se subía a la cama.

Se sentó a horcajadas sobre mis caderas, mientras yo continuaba agitándome y las lágrimas rodaban por mis mejillas, humedeciendo mi cabello.

“¡Recuerda tu promesa!”, le dije en tono suplicante, pero apartó la vista, incapaz de sostener mi mirada.

“Hazlo ahora mismo”, lo instó Eli.

“¡Por favor no lo hagas!”, le rogué. Eli gruñó.

“¡Vamos, Cyrus!”, lo apremió Eli al tiempo que me aferraba con más fuerza.

“No quiero lastimarla”, dijo Cyrus con suavidad.

Me miró, agarrando mi rostro.

“Será mejor que accedas. De todos modos, te voy a marcar. Si no te rindes ante mí sentirás dolor, como sucedió cuando Eli te marcó”, me advirtió.

Sacudí la cabeza, ahogada en sollozos. No recordaba que Eli me hubiera marcado.

“No comprendo”, le dije.

“Si te marco a la fuerza, te dolerá”, explicó.

“¡Hazlo de una buena vez!”, le gruñó Eli. Cyrus también gruñó, inclinándose sobre mí, y luego presionó sus labios contra los míos.

“Lo siento”, susurró, y luego vi que sus colmillos sobresalían, largos, gruesos y afilados, tres a cada lado de su boca, lanzando su brillo hacia mí. Negué con la cabeza, tratando de apartarme de él.

“Deja de resistirte”, me dijo agarrando mi rostro.

“Respira”, me pidió Cyrus. Entonces respiré profundamente y solté un sollozo, acompañado de hipo.

“Lo siento”, repitió. Lo vi moverse hacia mi marca.

“¡Espera!”, grité.

Estaba hecha un mar de lágrimas. No podía dejar de llorar. Deslizó su nariz por mi mandíbula y luego se apartó.

“No me dolerá si no me resisto, ¿Verdad?”, le pregunté, petrificada.

“Así es. Tu lucha por impedirlo es un mecanismo de defensa, pero si te resistes no solo te infliges dolor a ti misma, sino también a nosotros”, repuso.

Asentí, tratando de aplacar mis temores y esforzándome por respirar con normalidad. Giré mi cuello, ofreciéndoselo.

“Eres una buena chica”, me dijo al tiempo que besaba mi garganta expuesta.

Cerré los ojos, esperando experimentar dolor. Sentí cómo las puntas afiladas de sus colmillos presionaban mi piel, en la unión del cuello y el hombro.

La presión aumentaba cada vez más, hasta que finalmente mi piel se desgarró y lancé un grito ahogado al sentir aquel intenso pinchazo, hasta que se detuvo.

Sus dientes se deslizaban por mi carne y llegaban hasta lo más profundo de mi cuello. De repente sentí un tirón, como si me pusieran una goma elástica.

Descargó sus emociones en mí, estaba ebria de placer. Sentí que apartaba su lengua y luego la deslizaba por mi piel, sellando su marca.

Luego, una irresistible sensación de sueño se apoderó de mí, perdí la visión periférica y me sumergí en una profunda oscuridad.

Al despertar, me di cuenta de que el sol se alzaba en el horizonte, debía haber dormido todo el día y toda la noche.

Al percibir un movimiento, miré a mí alrededor. Cyrus yacía a mi lado, pero Eli no estaba en la cama.

Los sucesos del día anterior me habían afectado profundamente y, en un acto reflejo, me toqué el cuello.

Podía sentir las marcas que habían dejado sus dientes, pero no me dolían. Solo experimentaba un ligero hormigueo.

“¿Cómo te sientes?”, me preguntó Cyrus mientras rodaba sobre su costado para mirarme.

“Despierta”, respondí mientras rodaba sobre la cama, apartándome de él, pero tiró de mí, me tendió de espaldas sobre la cama y cubrió mi cintura con una de sus piernas.

“Supongo que eres consciente de que no tenía opción”, señaló al tiempo que me apartaba el cabello del rostro.

“Todos tenemos libre albedrío”, le dije, sin importarme que mis palabras lo lastimaran, Rozó mi mejilla suavemente con su pulgar.

“No quería marcarte así”, susurró, al tiempo que rozaba mi mandíbula con su nariz.

“Pero lo hiciste, forzaste mi mano”, protesté.

“Y tú forzaste la mía. No te imaginas cuán fuerte es el impulso de poseerte. Sabías que no aceptaríamos tu relación con Sam. ¿Qué esperabas que sucediera?”, declaró, mirándome.

“No esperaba que sucediera nada, solo somos amigos”, repliqué.

“De modo que tu amigo está enamorado de ti”, señaló en tono mordaz.

“Así que recelas de mí cuando estoy con otros hombres”, comenté,

Negó con la cabeza.

“No es así. Confío en ti, pero no en él. Deberías habérnoslo informado, en lugar de esconderlo, como si se tratara de un oscuro secreto”, señaló al tiempo que se incorporaba, molesto.

“¿Dónde está Eli?”, le pregunté, levantándome al oír que alguien llamaba a la puerta de la entrada de la casa.

Cyrus gruñó, salió de la cama y abandonó la habitación a toda prisa. Lo seguí mientras bajaba las escaleras para verlo abrir la puerta. Sin embargo, Eli no estaba allí.

De repente experimenté una desagradable sensación en el estómago, al ver a Sam de pie en el umbral.

Parecía sorprendido de ver a Cyrus. Yo estaba aún más sorprendida que él cuando Cyrus abrió completamente la puerta, señaló el punto de las escaleras donde me encontraba y le franqueó el paso. Sam le lanzó una mirada y luego avanzó con cautela hacia mí.

“¿Lo saben?”, susurró al tiempo que miraba a Cyrus, nervioso.

“Nada puede permanecer oculto durante mucho tiempo, chico”, le dijo Cyrus. Advertí la ira en su voz.

“Tienes razón, incluso los secretos mejor guardados acaban por salir a la luz. Por cierto, me gustaría saber si ya le revelaste el tuyo”, repuso en tono desafiante. Los ojos de Cyrus brillaron, amenazantes, y adquirieron una inquietante tonalidad carmesí.

“No olvides que esta es mi casa. Haz de saber que no me agrada tener huéspedes, y mucho menos uno como tú. Deberías andarte con cuidado. ¿Acaso has olvidado que no somos humanos? Quitarte la vida no supondría una dificultad para mí”, contraatacó Cyrus.

“Es verdad, pero al parecer no te has parado a pensar cómo la afectaría mi muerte”, repuso audazmente.

Cyrus me contempló mientras yo estaba allí de pie, incómoda. Aquella situación, inimaginable para mí hasta ese momento, me hacía sentir más incómoda de lo que cabría esperar.

“Si eres tan valiente, entonces adelante, haz lo que sueles hacer. Intenta hacer algo con mi pareja y pronto tu cuerpo estará enterrado en esta propiedad, hay aquí un sinfín de lugares donde puedo deshacerme de tus restos”, le dijo Cyrus en tono amenazante, al tiempo que cerraba la puerta y se dirigía a la cocina.

“¿Te apetecería una taza de café?”, fue todo lo que acerté a decir.

Sam observó que Cyrus entraba en la cocina y luego asintió con la cabeza. Sam me ayudó a preparar el café mientras Cyrus permanecía sentado a la mesa del comedor, leyendo su periódico.

Aunque aparentemente nos ignoraba, yo sabía muy bien que estaba muy atento a todo lo que sucedía a su alrededor.

“Bueno, esto no es incómodo en absoluto”, murmuró Sam. Entonces lo golpeé con mi cadera mientras sacudía mi cabeza.

“Será mejor que no se toquen el uno al otro”, nos dijo Cyrus en tono de reproche al ver aquello.

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