Destinada a ellos -
Capítulo 2
Capítulo 2:
Estaba atrapada en el tráfico mientras intentaba entrar a la calle principal y de repente vi un pequeño espacio a través del cual podría introducirme en ella, así que aceleré, pero entonces el imbécil de la Merced detrás de mí tacó la bocina.
Le lancé una mirada hostil a través del espejo retrovisor, pues yo llevaba mucho tiempo en el desvió. Bajé la ventanilla, le hice pistola y me cambié de carril mientras sonreía al ver la sorpresa que se había pintado en su rostro.
Al parecer jamás un conductor ofuscado le había hecho un gesto obsceno. Entré en el estacionamiento. Como de costumbre, no había lugares disponibles.
Entonces me recriminé a mí misma por mi habitual tardanza, pues si llegara temprano seguramente hallaría un sitio disponible.
Conduje frente al ascensor mientras gruñía al ver que el único punto libre era el estacionamiento reservado.
Estuve a punto de estacionar allí, pero de repente vi un lugar en la parte de atrás del estacionamiento y corrí hacia allí. Al estacionar mi auto un poste lo raspó.
¡Maldición!
Salí precipitadamente del automóvil, dejando olvidados mis zapatos en la parte inferior del asiento del pasajero, así que tuve que volver corriendo al vehículo para sacarlos de allí. Los tomé con agilidad y de inmediato azoté la puerta.
Corrí descalza por el piso de concreto hacia las puertas del ascensor, las cuales estaban a punto de cerrarse. Extendí mi mano y evité que se cerraran.
Entré precipitadamente y en ese momento mi teléfono celular comenzó a sonar ruidosamente en mi bolsillo.
El hombre que estaba en el ascensor se apartó cuando yo entré y presionó el botón correspondiente a la planta baja del edificio, lo ignoré.
Al tomar mi teléfono vi que el nombre de Bella aparecía en la pantalla. Era mi compañera, la otra secretaria del mostrador.
Contesté su llamada mientras me agachaba para tratar de ponerme los malditos tacones y abrocharlos.
“Sé que estoy retrasada. ¿Ya llegó Troy?”
Entrado con Caca
“Todavía no, pero será mejor que no tardes ni un minuto más en llegar, chica, de lo contrario se enojará tanto que perderá el poco cabello que le queda”, contestó atropelladamente.
Corté la comunicación y guardé mi teléfono en el bolsillo. Trabajaba para Colten Enterprises, una prestigiosa empresa de tecnología, y si aún conservaba mi empleo era solo gracias a Troy.
Mientras trataba de abrocharme los zapatos sentí que mi trasero rozaba algo, y luego una mano se deslizó a lo largo de mi costado, debajo de mi blusa.
Entonces me sobresalté, pues el contacto de aquella mano generó en mí una extraña sensación de estática que recorrió mi costado, ascendiendo por mis costillas.
Un chillido escapó de mis labios al percatarme de lo que sucedía. Tenía tanta prisa que no me había dado cuenta de que había otro hombre en el ascensor y yo estaba rozando su zona genital con mi trasero, era como si quisiera sentarme en su regazo.
Estaba muy abochornada.
“¡Lo siento mucho!”, exclamé mientras él retiraba su mano y la llevaba a su costado, con el puño cerrado.
Me pareció oírlo decir ´Arréglate`, y entonces miré al hombre que estaba al otro lado de mí, antes de darme cuenta de que se dirigía al otro hombre, mientras yo me interponía entre ellos.
Me sentí aún más abochornada al darme cuenta de que era el hombre al que le había hecho pistola.
Rogué que no me reconociera, pues de sus elegantes trajes deduje que se trataba de altos ejecutivos.
Sin embargo, no era su encumbrada posición en la jerarquía lo que me hacía sentir intimidado, sino los ojos inyectados en sangre del hombre cuyos genitales había rozado con mi trasero.
Se quedó mirándome como si yo fuese un trozo de carne que quería desgarrar. Me sentía tan intimidada que no veía la hora de salir del ascensor. Volví a rogar que no me hubieran reconocido.
La energía que emanaba del hombre de los ojos inyectados en sangre era la de un asesino en serie.
Era alto y apuesto, mientras que yo, pese a no ser una enana, era una mujer de baja estatura. Ambos eran al menos medio metro más altos que yo.
La forma hostil en que me miraba me hizo sentir un poco inquieta, así que me moví hacia las puertas para que él dispusiera de más espacio.
Quería fundirme con las paredes de acero inoxidable de la lata de aluminio en la que estábamos atrapados.
Entretanto, el otro hombre evitaba mirarme. Contemplaba el techo, como si algo interesante hubiera captado su atención.
De repente bajó la mirada y me sorprendió mirándolo: Sus ojos eran de color castaño oscuro, casi parecían negros. La luz me permitió notar unos matices de caramelo en ellos.
Una mueca se dibujó en sus labios mientras me escrutaba con la mirada de arriba abajo. Incómoda, cambiaba el peso de mi cuerpo de un pie al otro.
La temperatura de mi cuerpo aumentó repentinamente. Al volverme hacia el otro hombre vi que todavía me miraba fijamente, haciéndome estremecer de terror.
Tiré del cuello de mi blusa. Sentía que me estaba estrangulando lentamente mientras una gota de sudor se deslizaba por mi nuca.
Para colmo de males, aquel ascensor se movía con la lentitud de un dinosaurio. Si hubiera tomado el otro ascensor ahora no estaría experimentando aquella terrible sensación de angustia que me provocaban los ojos inquisidores de aquellos hombres.
“Me gustan tus lentes de contacto”, le dije tratando de aliviar la tensión mientras seguía observándome.
Hizo una mueca y parpadeó de una manera extraña, haciéndome dar un salto y acercarme aún más a la pared. Me miraba como un depredador a su presa.
Me aparté y choqué con el hombre de ojos castaños y saco gris. Llevó su mano a mi cadera, sosteniéndome firmemente, mientras el calor que emanaba de su mano estaba a punto de electrocutarme.
¿Qué pretendían aquellos dos extraños hombres? ¿Acaso alguna sustancia presente en el café que había bebido esa mañana me hacía imaginar cosas?
Aunque aquel hombre guardaba silencio y me generaba temor, su barba de pocas horas, su cabello oscuro y su complexión grande me atraían mucho.
Podía distinguir sus fuertes músculos a través de su traje hecho a la medida. Ambos hombres eran enormes, mientras que yo era una mujer menuda, de modo que me sentía intimidada en medio de ellos, como un ciervo deslumbrado por los faros de un automóvil.
Di un paso adelante y me di cuenta de que todavía presionaba con fuerza el cuerpo del hombre que estaba detrás de mí.
Podía sentir en mi espalda el calor que desprendía su cuerpo, lo que despertaba en mí una sensación de calidez.
Por fin la puerta del ascensor se abrió, emitiendo su sonido característico. En ese momento me volví y salí de prisa del ascensor, sin esperar a que las puertas del mismo se abrieran por completo.
Necesitaba escapar de aquellos hombres con los que había estado atrapada en el ascensor. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras me alejaba velozmente de sus miradas inquisidoras.
…
Troy estaba de pie junto al escritorio del vestíbulo, con los brazos cruzados sobre el pecho, con una fea corbata verde con lunares y un traje azul. Su abultado v!entre le impedía abrocharse el saco.
Disminuí la velocidad y lancé un gruñido de disgusto, pues había vuelto a llegar tarde, lo cual era impropio de un profesional.
Bella me lanzó una sonrisa comprensiva, fingiendo estar haciendo algo en la computadora.
“Esta debe ser la centésima vez que llegas tarde”, me reprochó mientras me aproximaba al escritorio.
“No exageres. Aún no llevo cien días trabajando aquí”, repliqué.
Entrecerró los ojos. Me había hecho la vida imposible desde que había comenzado a trabajar allí.
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