Destinada a amarte
Capítulo 49

Capítulo 49:

“Y una noche contigo, desnuda y dispuesta”, agrega, abro los ojos.

“Púdrete”, gruño enervada.

Él se carcajea de manera sardónica. Las puertas del despacho se abren de repente y giro mi rostro limpiándome el rastro de las lágrimas.

“Llegaste a tiempo, ya hemos terminado de conversar”, anuncia Dmitry.

“Nos vemos hermanito”, agrega y escucho los pasos alejarse de él.

Mi respiración está alterada, aprieto la hoja; arrugándola en mi mano mientras que, con la otra sostengo con fuerza el celular.

El sonido de las puertas cerrarse rompen mi perturbación. Unas manos cálidas se colocan sobre la piel de mis brazos proporcionándome una estática fascinante y mi corazón reconoce tal tacto.

“¿Qué sucedió aquí, cielo?”, pregunta la voz rasposa y excitante de Vlad. Giro mi cuerpo para encararlo, él gruñe al ver mi rostro.

“Lo voy a destruir por hacerte llorar”, dice con dureza,

Niego con la cabeza abrazándole y el sollozo estalla de mí por la ofuscación. Él me envuelve en sus brazos haciéndome sentir segura y protegida.

“Cielo”.

“Vlad, hay algo que no te conté”, digo, arriesgándome. Pero Vlad me hace sentir muy segura. Me aparto de él pasando saliva para tomar una bocanada de aire y mirarle,

“Dime, te escucho, cielo”, dice y asiento con mi cabeza.

“Hace más de cinco años quedé embarazada por un error… en el hospital, fui por un chequeo ginecológico; me estaba sintiendo mal y mi Madre falleció de cáncer, pensé lo peor…”.

Hago una pausa y él arruga su cejo escuchándome con atención.

“Me inseminaron, Vlad, era una chica virgen e inexperta en el ámbito se%ual, el hospital no me dio razones por más que peleé y el Doctor quien lo hizo falleció en cuanto me enteré que la inseminación había resultado muy bien. No te había comentado”.

“Nunca te pregunté, cielo. Es tu pasado, pensé que habías estado con un sujeto y ese imbécil no tuvo los pantalones para hacerse responsable. No quería hacerte sentir mal recordando eso”.

Le miro con adoración.

“Gracias por pensar así”, murmuro apenada.

“No tienes que agradecer”, sostiene con sus manos mi rostro llevándome a mirarle.

“¿Cómo se llama el hospital? ¿Es el mismo donde perdiste a tu bebé?”, pregunta con interés.

Asiento sin más.

“Entiendo…”, el aclara su garganta dando un paso atrás cosa que llama mi atención.

Pasa sus manos por el cabello azabache y brillante que le cae por la frente de vez en vez. Se denota ofuscado y me deja confundida.

“Disculpa… tengo que irme”, dice repente.

“Vlad… no te he contado todo, falta una parte”, insisto deteniéndole, él se gira para observarme, le tiendo la hoja en mi mano donde está la prueba.

“Tu hermano me acaba de decir que él es el padre biológico de Zayn”, manifiesto y su mirada se perturba.

Observa el papel leyendo rápidamente y luego vuelve a posar sus pupilas en mí.

“¿Qué te pidió?”, pregunta con dureza, con una rabia que eriza mi piel mientras sus ojos se oscurecen ante mí.

“Vlad, no puedo decirte… me quitará a Zayn”, respondo con el nudo en mi garganta, doloroso.

“Bien, si tú no me lo vas a decir, él lo hará mientras lo muelo a golpes”, dice asustándome.

“¡No!”, exclamo detrás de él quien se dirigía poseso hacia la puerta, detengo su salida.

Aprieta sus manos en puños y noto las venas marcarse en su cuello y antebrazos. Como si se estuviera convirtiendo en una bestia”.

“Puedo resolverlo… lo haré”, digo nerviosa sin saber realmente eso.

Se gira mirándome con intensidad.

“¿Lo resolverás? Cielo, tú no tienes que resolver nada, soy tu esposo estoy para protegerte”.

“Esto se trata de mi hijo, Vlad, de lo que más amo en este mundo. El que amenaces a Dmitry o lo  golpees solo traerá más problemas”.

Él se acerca a  mí como una montaña gigante que me acelera el corazón.

“También es mi hijo”, reitera.

“Este papel no me dice nada, realmente no me importa quién sea su padre biológico, el mismo Lucifer podrá venir a decírmelo y le diré que se equivoca”, sus manos se vuelven a posar en mi rostro, pero su cuerpo también se acerca al mío acorralándome contra el escritorio, mi respiración se altera por todo.

“¡Déjame protegerte!”, exclama sobre mis labios.

“Déjame hacerlo, Dmitry se equivocó al intentar sobornarte, porque sé que ha hecho eso, conozco la calaña que es y la avaricia que posesa. Los protegeré”, gruñe y me desoriento por lo que él emana con intensidad, es una mezcla de lujuria con furia; la perdición para mí y tiene ojos oceánicos.

“Tengo que evitarlo…”.

Entierro mis dedos en su cuero cabelludo dejando que mi celular caiga al suelo. Sus labios buscan los míos y muerdo mi labio inferior admirándole mientras mi corazón arde.

“¿Qué tienes que evitar?”, pregunto en un jadeo tenue.

Sus ojos se intensifican en los míos.

“Que nadie pueda herirte, no mientras yo viva… porque ya lo hicieron demasiado conmigo, seré tu escudo, cielo”, manifiesta con intensidad, dejándome ver otra faceta de Vlad; una más intensa, humana y muy quebrada faceta.

“Déjame protegerte”, insiste en mis labios.

“Soy tuya, lo sabes, ¿No?”, digo y él aprieta sus dientes ante mi pregunta.

“Lo sé”, la ronquez de su voz me provoca un cosquilleo en la entrepierna. Tironeo de sus mechones para acercarlo más a mí.

“Ahora déjame sentirte”, gruñe tomándome la boca con salvajismo, de una forma cruda pero excitante. Mi cuerpo grita de emoción por sus besos vehementes.

No sé cómo podremos con todo, pero… creo que lo haremos juntos, es la única certeza que tengo y no deseo a nadie más que a Vladimir Novikov.

Pov Vladimir.

Sus labios son tan suaves, lujuriosos y apetitosos. En este momento solo pienso en hundirme dentro  de Valeria, proclamar la lascivia que yace en mi interior ardiendo y que se une con los recuerdos que me perturbaron hace un instante…

Años atrás…

Camino de un lado a otro enervado mientras pateo las cosas, la puerta principal de la casa se abre y mi corazón late con fuerza, sin poder creer aun lo que me dijo Hannah en una llamada.

Me acerco al recibidor y detengo pies haciendo un mohín; mis heridas aún duelen. Hannah cruza la puerta con algo en brazos, deja salir un resoplo mirándome.

“¿Es…?”.

“Si Vladimir, es tu hija”, responde ante mi  shock.

“Mi padre me llamó indicándome que la indica que fue la mujer inseminada por accidente, lamento que haya sucedido esto, el Doctor que se equivocó murió y…”.

Acallo sus palabras levantando la mano, nunca imaginé que me convertiría en padre de esta manera y tan pronto. Me acerco a Hannah, ella me entrega al pequeño ser humano envuelto en una manta rosada, está dormida, pero puedo ver lo hermosa que es.

“Prometo buscar información y todo lo que necesites saber, entiendo si quieres denunciar al hospital, otras pruebas que estaban congeladas fueron usadas de manera accidental por el mismo Doctor que no estaba en sus cabales para ejercer”, habla, pero ignoro lo que dice, mi atención se nubla por la criatura en mis brazos. Mis ojos se escuecen admirándola.

‘Es mi hija, tengo una hija’, repito en mi mente.

“¿Vlad…?”, mirándola, Hannah pestañea sorprendida.

“Vlad ¿Estás seguro de querer esta responsabilidad?”, pregunta.

“Es mi hija, por supuesto”.

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