Destinada a amarte -
Capítulo 103
Capítulo 103:
“¿De qué está hablando Simón?”, indago.
“Dmitry quiere reducir su condena ayudando a la policía a resolver un caso con información verídica, habló de tener pruebas que ayudarán a esclarecer lo que ocurrió ayer”, interviene Mikhail quien permanecía en silencio. Arrugo mi cejo.
“¿Cómo sé que no intentará lo contrario?”.
“Eso le dije”, gruñe Vladimir.
“Vlad, es tu hermano…”.
“¡No lo es! Y antes de querer defenderle recuerda que por su culpa está Tanía con una máquina respiradora”, manifiesta mi esposo enfurecido.
“Él no intentará hundirse más en la cárcel, también le duele lo que le ocurre a mamá… denle una oportunidad”, propone Katia.
“Que decida Valeria, si no lo desea, tampoco yo”, espeta molesto Vlad.
Ofelia aparece con un paquete amarillo y lo sostengo cuando me lo entrega.
“Lo trajo la policía”, explica.
“Gracias”, digo desenvolviéndolo, encuentro dentro mi anillo, otras joyas y mi celular. Me coloco el anillo en mi dedo anular, mirando el azul brillar de la roca.
“Díganle a Dmitry que acepto”, anuncio colocando mis ojos en los de Vlad. Él toma una bocanada de aire levantándose de la mesa, su cejo está arrugado.
“Juro que, si Dmitry intenta uno de sus trucos, lo voy a hundir en la p%ta cárcel y ustedes nunca sabrán de él”, advierte con dureza.
“Eso no será necesario”, dice Simón.
“Él es un idiota, pero, no tanto. Como para provocarte a ti”, recalca. Vlad se acerca a mí encarándome.
“¿Segura que quieres hacer esto?”, pregunta.
“Por ellos, sí, quiero intentarlo”, comento mirando a los mellizos que comen y dibuja animadamente. Vlad resopla suavizándose las sienes, sostengo sus muñecas llamando su atención.
“Algo que me dice que tengo que darle esta oportunidad a Dmitry y que también me beneficiaré”, recalco a lo que él asiente luego de un suspiro.
“Confío en ti”, menciona pegando su frente de la mía.
“Gracias”, murmuro.
“Ya tengo mi anillo”, comento con emoción, enseñándoselo.
“Es tan hermoso como tú”.
Besa mis labios de forma dulce y escuchamos el carraspeo detrás de él.
“Tu celular está sonando, pero cuando ustedes están juntos, nada existe a su alrededor, no lo escucharon”, anuncia Simón señalando el celular de Vladimir que se posa en la mesa. Él lo toma y contesta la llamada llevándoselo a la mejilla luego de disculparse.
“Entendido”, dice colgando la llamada.
“¿Quién era?”, cuestiono al ver su semblante.
No me responde, solo sostiene mi mano y me lleva con él al despacho, cuando entramos escuchamos los pasos del resto de la familia siguiéndonos. Enciende el televisor y coloca las noticias. Vlad se cruza de brazos observando la pantalla.
“Se encontró a la artista y heredera Hannah Taylor en estado de shock sin querer hablar, desnuda y con una cicatriz sangrante en el abdomen, también con su cabello drásticamente cambiado… está viva pero siendo tratada con especialistas”.
“Al parecer esto confirma el ajuste de cuentas de la lamentable pérdida de los Taylor, además de que los detectives han anunciado que está implicada en un crimen que está por revolverse y no estará en libertar por mucho tiempo. Esperamos más noticias de estos hechos…”, abro los ojos al escuchar a la periodista, Vlad me observa.
Con extrañeza, me siento animada al enterarme de que sigue con vida, porque… finalmente estará pagando por todo lo que nos hizo. Su muerte iba a ser solo un escape y ahora en vida vivirá un infierno.
“Qué horror”, manifiesta Mikhail sorprendido.
“El mal está cayendo por su propio peso”, expresa Vladimir llamando la atención de todos y apaga la televisión para encararme.
“Ella no nos podrá hacer más daño”.
Trago con dificultad.
“¿Nos estamos perdiendo de algo?”, pregunta Simón.
“Hannah es la culpable de que Vlad y Valeria no hayan conocido a sus hijos, además de que ella fue quien alteró la muestra en el hospital, aparte de lo que ya se sabe… ella fue capaz de pagar por un francotirador cegada por la obsesión”, explica Mikhail. Simón hace un gesto de sorpresa.
“Esa p$rra nunca me agradó”, espeta Katia con gracia llevándonos a sonreír.
“Me despediré de los mellizos, supongo que tienen un día planeado”, comenta Mikhail.
“Quisiera que me dieran un día para estar con ellos, claro, si me lo permiten”, agrega y observo a Vlad quien me da un asentimiento.
“Por supuesto, Mikhail, ellos amarían pasar un día con su abuelo y el único que tienen”, declaro.
“¿Tu padre…?”.
“Prefiero no hablar de él”, intervengo a lo que él acepta con su cabeza y me da una sonrisa.
“Será un honor ser tu padre cuando me necesites, Valeria. Somos familia”, dice con sinceridad.
“Me ofrezco como hermana”, suelta Katia levantando su brazo.
“Y yo como hermano, mi hermana es insoportable”, comenta Simón.
“¡Oye!”, exclama Katia golpeándole el hombro a su hermano.
Río al verlos y agradezco la familia que me está dando Vladimir, todo lo contrario, a la mía. Mikhail y los hermanos de Vlad se despiden de todos y se van con una promesa de volver y con la esperanza de que sea con buenas noticias sobre Tania.
Vlad y yo volvemos con los mellizos a terminar de desayunar e indico querer quedarme en casa. Pues la compañía entró en investigación y los proyectos se han congelado igual que los activo. Suelto un resoplido por eso, siento que estoy arruinando el legado de mi madre y mi abuelo de alguna manera.
“Todo estará bien, cielo”, menciona Vlad acariciando mis nudillos.
“Claro que sí, cariño”, digo guiñándole un ojo.
“Zayn, ¿Quieres que papá te lleve al jardín?”, pregunto llamando la atención del pequeño de ojos azules.
“¡Sí!”, responde efusivo.
“Será un honor, campeón”, expresa Vlad levantándose, pero, se inclina hacia mí besando mi frente con un beso dulce.
“Ansío tenerte solo para mí en unas horas”, murmura erizándome la piel.
“Lo mismo digo, grandote”, declaro.
Él me esboza una sonrisa.
“Hoy tenemos cita con la terapeuta.
“Y tú tienes una cita conmigo en la habitación”, dice de manera juguetona.
“Ansío esa cita”, comento besando sus labios para despedirme de Zayn.
“¿Quién te ama un billón?”, pregunto al pequeño acomodando su cabello azabache.
“Mi mami”, responde y beso sus mejillas.
“Es correcto mi pequeño”, digo. Veo cómo Vlad mima a Anastasia despidiéndose de ella y mi útero pide darle otros hijos que se parezcan a él. Me levanto junto con Anastasia sujetando su manita y caminamos a la puerta con ellos.
“¡Te adoro!”, exclamo en cuanto él hace ademán de subirse al auto. Coloca sus océanos intensos en mí.
“Te adoro cielo mío”, dice provocando que mi corazón lata con fuerza.
“¡Adiós!”, dice Anastasia ondeando su manita. El auto avanza desapareciendo. Miro a mi pequeña y me inclino a su altura.
“¿Horneamos un pastel?”, pregunto a lo que ella abre los ojos de forma efusiva.
“¡Si, si!”, asiente rápidamente y sonríe.
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