Después de la tormenta -
Capítulo 39 (FIN)
Capítulo 39: (FIN)
“Lo que tú desees, mi amor”, respondo, y tomados de la mano, salimos de la casa.
Caminamos en silencio, envueltos en la tranquilidad de la noche.
A pesar del frío y los vientos frescos de otoño, el paisaje que nos rodea es hermoso y mágico, igual que la primera vez que lo vi.
El cielo despejado, la luna llena y las luces del pueblo se reflejan en las aguas tranquilas del lago, creando una atmósfera de paz y serenidad.
“¿No te parece extraño?”, le susurro, consciente de que esta felicidad que ahora disfrutamos contrasta con los años de sufrimiento que hemos vivido.
Alexander me abraza con fuerza, y siento su calidez envolviéndome.
“Es normal que te sientas así”, me dice con ternura.
“Fuimos tan desdichados por tanto tiempo que ahora la paz y la felicidad parecen ajenas”
Sus palabras me reconfortan, y sé que él también se siente abrumado por la dicha que ahora nos rodea.
“Tengo más de lo que alguna vez imaginé que merecía”, confiesa, y me asegura que todo lo que es le pertenece solo a mí.
Un beso lento y anhelante sella su promesa de amor.
La pasión comienza a arder entre nosotros, pero decido que aún no es el momento.
“¿Sabes qué otra cosa necesito?”, le pregunto con una sonrisa traviesa.
“Un esposo más joven que aún pueda correr y alcanzarme”, le digo, y antes de que pueda reaccionar, me separo de él y comienzo a correr por la orilla del lago.
Alexander me persigue, riendo y gritando mi nombre.
Le lanzo pequeñas salpicaduras de agua mientras me burlo de su supuesta vejez.
Finalmente, exhaustos, nos detenemos y nos abrazamos.
“Lo ves, ya estás viejo”, bromeo, pero él se defiende, asegurando que aún se siente joven.
Nuestro juego nos lleva a recordar aquellos días de juventud y locura, cuando nada nos detenía.
“¿Aún te sientes tan joven como entonces?”, le pregunto, y su carcajada viril me hace sonreír.
“¡Cómo me corrompías!”, exclama, y yo confieso que aún me encanta corromperlo.
Decidida a llevar la noche a un nuevo nivel, me separo de él y lo desafío:
“Esta noche quiero corromperlo, Licenciado Thompson”.
Alexander me mira con asombro cuando, sin miedo a ser vistos, comienzo a deslizar mi vestido por mis piernas.
“¡Desnúdate!”, le ordeno, y él, contagiado por mi audacia, se despoja de su ropa.
Bajo la luz de la luna, nuestros cuerpos desnudos se funden en un abrazo, pero antes de que la pasión nos domine, me separo de él.
“Primero, vamos a nadar”
La temperatura del agua nos golpea con una frialdad punzante, y nos reímos a carcajadas del atrevimiento y de la sorpresa que el frío nos provoca.
Alexander intenta zambullirme, jugando a cumplir mi capricho de nadar en el lago helado.
“Dijiste que querías nadar”, dice entre dientes castañeantes.
Me defiendo con una oleada de agua hacia su rostro y, vencidos por el frío, salimos del agua.
Temblamos, nuestros cuerpos vulnerables al gélido abrazo del lago, mientras Alexander me cubre con nuestras ropas en un intento de restaurar el calor perdido.
Nos acurrucamos en la tierra, buscando el calor mutuo, cuando las palabras que tengo que decirle emergen de lo más profundo de mi ser.
“Alex”, susurro con un hilo de voz.
“Tengo algo importante que decirte”
El temblor de su cuerpo se detiene un instante, y me mira con una mezcla de preocupación y expectación.
“Vamos a ser papás”, revelo, y observo cómo su expresión cambia de la incredulidad al asombro más puro.
“¿Qué has dicho, Anna?”, me pregunta, su voz reflejando la sorpresa de mi anuncio.
Reitero la noticia, y su cara se transforma en una expresión de júbilo absoluto.
“¡Era eso!”, exclama con una sonrisa que ilumina su rostro, recordando el secreto susurrado a Mia.
Pregunto si está feliz, y su respuesta no deja lugar a dudas.
“Me has hecho el hombre más dichoso del mundo”, dice, y habla de los sueños de una gran familia, de niños corriendo a nuestro alrededor que harían de nosotros la pareja más afortunada.
En ese momento, el frío desaparece, reemplazado por una calidez que nos envuelve.
Nos besamos con pasión, confirmando nuestra unión y amor bajo la mirada de la luna.
En la intimidad de la noche, nos entregamos el uno al otro, con la promesa de pertenecernos mutuamente, de ser uno solo en cuerpo y alma.
Mientras el placer nos consume, le hago saber cuánto lo amo, que mi amor por Alexander Thompson es eterno.
En este capítulo final, con la luna como testigo, sellamos nuestro amor y la promesa de una nueva vida que juntos comenzaremos.
…
La sala de partos resuena con las voces de aliento mientras la doctora me instruye con firmeza. “
¡Puja, Anna! ¡Puja! ¡Ya casi viene!”
Cada palabra suya es un recordatorio de que este embarazo ha sido diferente a los anteriores; cada uno ha llevado consigo sus propias historias y emociones.
El de Luka estuvo marcado por la ausencia de amor de parte de Roddy, un contraste doloroso con la calidez y el cuidado que Alexander me ha proporcionado esta vez.
El embarazo de Mia estuvo lleno de incertidumbre y miedo, a pesar del apoyo incondicional de Cristhian, pero la soledad solo se disipó con la presencia de Alexander.
Este embarazo, en cambio, ha sido el mejor de todos.
Alexander ha estado a mi lado cada paso del camino, dejando sus negocios para dedicarse a cuidarme con un amor y ternura que han hecho de cada día un sueño.
A veces, me pregunto qué hice para merecer un hombre como él.
La doctora me pide un último esfuerzo, y con toda la fuerza que me queda, pujo.
El llanto de Cristhian llena la sala, anunciando su llegada al mundo.
Agotada, pero inundada por la emoción, miro a Alexander, quien se deshace en lágrimas junto a mí. Este es un momento de pura emoción para él, una experiencia que le fue negada con Mia y que ahora vive plenamente.
Cuando la enfermera coloca a Cristhian en mis brazos, la emoción de Alexander es palpable.
Se desmorona, un gigante rendido ante la fragilidad de su hijo recién nacido.
Es un cuadro de amor paternal que derretiría el corazón más duro.
“Gracias, mi vida. Gracias por darme tanta felicidad. Me haces el hombre más dichoso del mundo”, dice entre lágrimas, y yo no puedo hacer más que compartir su felicidad.
Unas semanas después…
Reflexiono sobre la verdadera naturaleza de la felicidad.
El dinero puede proporcionar comodidad, pero no amor ni los momentos de paz que disfruto ahora, observando a Alexander con nuestros hijos.
Las tormentas de la vida nos pusieron a prueba, pero la calma llegó, y con ella una felicidad que brilla más fuerte que cualquier sol.
El futuro puede ser incierto, pero mientras estemos juntos, cualquier tormenta será superable.
Nos hemos fortalecido en el amor y en la adversidad, y eso nos da la confianza para enfrentar lo que venga.
Me acerco a Alexander y tomo en brazos al pequeño Cristhian, dándole un beso en sus mejillas sonrosadas.
Alexander me envuelve con sus brazos y pregunta en un susurro:
“¿Eres feliz?”
“Demasiado feliz”, respondo, y la pregunta se refleja en él. Su respuesta es un eco de la mía, y mientras nos abrazamos, reafirmamos nuestro amor mutuo, un amor que ha sido nuestro refugio y nuestra fortaleza.
“También te amo, Alexander. Con todo mi ser te amo”, comparto con él, y en ese abrazo, sellamos nuestra felicidad, un lazo indestructible unido por el amor y la vida que hemos creado juntos.
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FIN
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Nota de Tac-K: Espero les gustará la novela lindas personitas, Dios les ama y Tac-K les quiere mucho. (>‿=)✌
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