Después de la tormenta -
Capítulo 30
Capítulo 30:
En respuesta, le propino un puñetazo en el rostro, que lo hace aullar de dolor, y aun así continúa insultándonos y amenazando con matarnos.
En medio de su retorcimiento y gritos, se jacta de lo que le hará a Anna y lo que Miranda planea para ella y su hijo, describiendo actos tan atroces que mi mente se nubla de ira.
Sin poder soportar más sus palabras, me lanzo sobre él con violencia, soltándolo de la soga y golpeándolo hasta que cae al suelo.
Monto sobre él y comienzo a golpearlo sin parar, olvidándome de todo salvo de la urgencia de asegurarme de que este hombre no pueda dañar nunca más a Anna o a Mia. Mis puños no se detienen hasta que el dolor de mis nudillos sangrantes y la falta de aire me obligan a parar.
Me aparto de él, jadeante y todavía lleno de una rabia cegadora, y contemplo lo que una vez fue la cara de un amigo, ahora irreconocible bajo la masacre que le he infligido. Y aun así, él sonríe espeluznantemente, diciendo.
“Mátame, hijo de p%ta”, negándose a revelar el paradero de Miranda, mostrando una lealtad enfermiza y una adicción que lo lleva a hacer todo lo que ella desea.
“Este maldito no va a decirnos nada”, murmuro con resignación.
Anna asiente en comprensión, y sin necesidad de mirar, sé que Cristhian se levanta de su asiento, toma una pistola de la mesa y se acerca.
Se sitúa al lado y apunta a la cabeza de Miller. Antes de que este pueda continuar con sus provocaciones, Cristhian aprieta el gatillo una y otra vez hasta que la pistola solo emite humo y el cuerpo de Miller queda sin vida bajo mí.
Las gotas de sangre que me salpican y el suelo que se tiñe de rojo no me provocan remordimiento, sino una profunda satisfacción.
Con la muerte de uno de los secuaces de Miranda, una parte de la rabia desaparece, y nuestro futuro lleno de felicidad comienza a abrirse paso. Ahora, el único obstáculo que queda es encontrar a Miranda.
POV ANNA KALTHOFF
El timbre de la enorme mansión resuena y siento cómo mi corazón da un vuelco. Estoy tan nerviosa, quizás más que la primera vez que estuve aquí, tantos años atrás.
La incertidumbre sobre cómo reaccionarán me está matando.
Alexander está a mi lado, su mano apretando la mía con firmeza.
Él también está nervioso, compartiendo la tensa espera de una reacción positiva. Cristhian, detrás de nosotros, es un torbellino de nervios disfrazado de calma.
Alexander tiene una excusa válida; después de todo, estuvo en coma durante tres años, completamente ajeno a lo que sucedía en el mundo. Pero Cristhian… simplemente desapareció conmigo.
Irene y Michael no sabían nada de sus hijos, y todo por mi petición de que se fuera conmigo. La posibilidad de que me odien por llevarme a sus hijos es abrumadora.
“Todo estará bien”, susurra Alexander, intentando tranquilizarme justo cuando la puerta comienza a abrirse. Mi respiración se detiene y mi corazón late con fuerza.
Me aferro a Alexander, temiendo caer al suelo.
Es Irene quien abre la puerta, y al vernos, se congela en shock.
Sus lágrimas brotan mientras llama a Michael para que vea lo que ella no puede creer.
Observo, emocionada, cómo corre a abrazar a sus hijos, tocando el rostro de Alexander, asegurándose de que realmente está vivo.
“¡Estás vivo!”, exclama Irene, llorando.
“¡Por Dios, Alexander! Pensamos que habías muerto…”
“Lo siento, madre”, se disculpa Alexander, claramente conmovido.
Mientras Alexander se reúne con su padre, Irene se vuelve hacia Cristhian, exigiendo saber por qué no había tenido noticias de él.
Las explicaciones están pendientes, y yo, retrocediendo hasta quedar oculta, siento el peso de tener que explicar mis acciones.
Pero ha llegado el momento de enfrentarme a las consecuencias.
Tengo que saber si Irene y Michael pueden perdonarme.
“Irene… Michael…”, murmuro, llamando su atención.
Ellos me miran, y siento cómo mi cuerpo tiembla bajo su mirada.
“Irene, tienes que escucharme”, digo, tomando sus manos en las mías y volviendo mi mirada hacia Michael.
“Quisiera creer que nunca me culparán por lo que sucedió, pero siento mucho haberlos separado de sus hijos. Todo lo que hice fue por Alexander, para protegerlo de Miranda”
Alexander interviene, explicando su largo coma y la necesidad del secreto para su seguridad. Irene, conmocionada, apenas puede procesar la noticia, preguntando cuándo despertó.
“Hace poco, madre”, dice Alexander, omitiendo los detalles de su recuperación y todo lo que siguieron después.
Entonces, con una mirada cómplice hacia mí, indica que hay más que deben saber. Entiendo que es mi turno de hablar, de revelar lo que queda por decir.
“Irene, Michael…”, comienzo, capturando su atención una vez más.
“Queremos que sepan que Alexander y yo nos hemos casado, mucho antes del atentado…”
Sus rostros reflejan la sorpresa, pero es nada comparado con lo que sienten al escuchar la siguiente noticia.
“Y, también deben saber, que son abuelos”, añade Alexander.
“¡¿Qué?!” exclaman al unísono.
“Son abuelos de una hermosa niña”, revela Alexander, lo que provoca que Irene derrame aún más lágrimas.
Michael, buscando con la mirada, pregunta dónde está su nieta.
Cristhian explica que Mia no ha podido venir con nosotros, ya que mientras Miranda siga libre, su vida está en peligro.
La angustia se apodera de Michael al preguntar por qué, y por qué está ocurriendo todo esto.
Alex murmura que pronto explicarán todo, pero antes hay algo más que deben saber.
Michael, con cautela, pregunta qué más hay, temiendo que sean malas noticias.
Cristhian, Alexander y yo intercambiamos miradas antes de que Alexander tome la iniciativa.
“Necesitamos que se vayan de Nueva York hoy mismo”, dice.
La confusión se dibuja en el rostro de Irene.
“¡¿Qué?! Pero, ¿Por qué?”, inquiere.
“¿Qué está sucediendo?”, demanda Michael, más desesperado por respuestas.
A pesar de su resistencia inicial, mis padres acceden a irse lejos de Nueva York.
Los hemos enviado a nuestra casa en Austria, un lugar seguro donde Miranda o Miller no tienen conocimiento de su existencia.
Además, queremos que toda la atención de Miranda esté centrada en nosotros en Nueva York, donde hemos decidido retomar nuestras vidas y volver a Thompson Group.
Nuestro objetivo es atraer a Miranda hacia nosotros, como hicimos con Miller.
Giro el automóvil y lo estaciono en Thompson Group.
Al salir, rodeo el coche para abrir la puerta a Anna.
Mientras caminamos tomados de la mano hacia el ascensor, le pregunto si está lista.
Su respuesta es afirmativa y me besa en la mejilla.
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