Desafiando el corazón
Capítulo 56 (FIN)

Capítulo 56: (FIN)

“Esta es mi familia…” dijo con emoción y apretó la mano de Rainer.

“Es perfecta”

Rainer, al notar esa lágrima tímida que se asomaba por el rabillo del ojo de su esposa, no pudo evitar pasar su brazo por encima de sus hombros y atraerla a él para besar su mejilla con ternura.

“Nuestra familia…”

Agregó orgulloso.

Por fin, después de toda una vida enfocada en los negocios, tolerando la frialdad de un padre egoísta y la ausencia del calor de su madre, había encontrado lo que necesitaba con los Gibrand.

El fuerte e intenso amor de una mujer hermosa y la calidez de su familia.

“¿Carina?”, preguntó Román acercándose a la pareja, notando esa mirada brillosa al borde del llanto.

“¿Todo bien?”

Carina asintió con la cabeza, viendo a su padre, con esas arrugas que antes no tenía y esas canas adornando los costados de su cabellera.

Los años habían pasado y aún podía recordar a ese hombre dominante y altanero al que un día fue a buscar de la mano de Emma cuando Frida había sido atropellada.

En cuanto lo vio, supo que era él, no necesitó presentaciones, sabía que algo los unía, su sangre vibró.

Era su padre y ahora, después de tantos años, no se arrepentía de cada día que se sintió orgullosa de ser su hija.

“Hay algo que quiero mostrarte”

Extendió su mano hacia ella como cuando era pequeña, y juntos fueron directo al despacho que alguna vez perteneció al viejo Benjamín.

Cuando abrió la puerta notó que cada librero estaba vacío, todo había sido reemplazado por fotografías y objetos.

Estaba el boleto del cascanueces que alguna vez Benjamín compró y donde conoció a Frida, también ese anillo con púas que Román le había obligado a usar, era tan hermoso como peligroso.

Todas las fotos eran de la familia, de sus hermanos y sobrinos, así como las fotos de cada boda que se había festejado.

El corazón de Carina se estremeció al ver tantos recuerdos.

En un rincón se encontraba la silla de ruedas de Will y por supuesto, el Señor Orejas no podía faltar.

Levantó la mirada y notó que, al lado de las fotos de sus tres hijos, estaba la foto de la mamá de Rainer, aquella que vio en su vieja habitación.

De nuevo apreció la belleza de esa mujer llena de ilusión, cargando a su bebé.

“Todo está aquí…”, dijo Román viendo la foto de Sarah, su prima más querida, tan sonriente como la recordaba, y frente a esta, ese anillo de zafiro que encontraron en su mano marchita y que alguna vez le perteneció a Frida.

“Esta casa será un refugio y un santuario, no solo para mí, quiero que lo sea para mis hijos, para mis nietos y para cada generación. Quiero que este despacho se vuelva un lugar lleno de recuerdos”.

Carina levantó el rostro hacia su padre y con lágrimas en los ojos se lanzó a sus brazos, conmovida por el hermoso momento.

“¿Señor Gibrand?”

Alguien lo llamó a la puerta, haciendo que tanto padre e hija voltearan.

“Al parecer lo solicitan para apagar las velitas de su pastel. Debe de darse prisa, son tantas que puede provocar un incendio…”

Se trataba de Hugo, quien, recargado en el marco de la puerta, les ofreció una sonrisa amplia.

“¿Me extrañaron?”

“¡Tío Hugo!”, exclamó Carina y abrazó a su tío con emoción.

“Hugo… es bueno verte de nuevo”

Agregó Román con media sonrisa.

“Es bueno estar de regreso”, respondió ofreciendo su mano a Román.

En cuanto Román la estrechó, lo jaló hacia él, para darle un abrazo acompañado de fuertes palmadas en la espalda.

Hugo abrió sus ojos y con duda respondió el abrazo mientras volteaba hacia Carina, compartiendo su emoción.

En tantos años era la primera vez que le perdía el miedo a su cuñado.

Carina, entre risas y un par de lágrimas perdidas, levantó sus pulgares, felicitando a su tío por su logro.

Cuando el abrazo terminó, ambos hombres voltearon hacia la estancia y al ver pasar a su víctima favorita no dudaron en gritar al unísono.

“¡Lorena!”

La pobre mujer pegó un brinco, tirando el pescado a la mantequilla que había preparado a Carina.

“¡Los odio tanto!”, respondió haciendo puchero y viendo con resignación el pescado en el suelo.

“¿Quién dijo que necesitamos un plato fuerte para la comida?”

Agregó Carina levantando los hombros, yendo a consolar a Lorena mientras ambos hombres reían a carcajadas.

Y de esa forma, lo que empezó como una hermosa obsesión y un matrimonio por contrato, se volvió una fuerte y cálida familia que por fin recibiría un futuro tranquilo y lleno de abundancia.

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FIN

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