Desafiando el corazón -
Capítulo 15
Capítulo 15:
“Estos son los anillos de mejor calidad que tenemos, aleaciones de platino y diamantes de diferentes quilates…”, dijo Malena abriendo el maletín sobre la mesa.
Los diamantes brillaron en cuanto la luz los tocó.
“¿Qué buscaba, Señor Winter?”
“Un anillo especial… el que usaría la mujer del empresario más importante de Alemania. Uno que esté a la altura de su belleza y de su ferocidad. Diferente y único como ella”, dijo Rainer pensando en Carina con cariño y asombro.
Cada imagen que había capturado al estar con ella se volvía a reflejar en el fondo de sus ojos.
“Ya déjate el cabello”, dijo Emma dándole un manotazo a Carina.
“Cuando salgas de la casa, ya estarás despeinada”.
“Solo iremos a cenar”, refunfuñó Carina sabiendo que no habría tintes románticos.
Solo era Rainer y de seguro hablarían de todo, menos de amor.
“¡Carina Gibrand! ¡Quédate quieta!”, exclamó Emma molesta.
“Tienes que verte bonita, no voy a dejar que vayas a esa cita toda fachosa”.
Carina lucía un hermoso vestido negro de tirantes, sencillo, pero elegante.
Pequeños destellos salían de la tela con el movimiento.
Los tacones eran bajos, pues Emma sabía que su hermana no dominaba el arte de caminar en tacones altos.
Un poco de rubor en las mejillas, un poco de sombra en los ojos y unos labios sutilmente coloreados.
Emma estaba orgullosa de su trabajo.
“Listo, te ves preciosa”, dijo emocionada.
“¿Verdad, Will?”
El abogado levantó ambos pulgares, divertido por ver la interacción entre su esposa vanidosa, y su cuñada tan poco glamurosa.
Emma llevó a Carina hasta la recepción, donde Rainer esperaba pacientemente, luciendo un traje negro que lo hacía ver más pálido y frío.
Su mirada de hielo se posó en las hermanas en cuanto las escuchó, pero su gesto se suavizó al ver a Carina.
Se veía elegante, hermosa y refinada, la clase de mujer que lo haría sentir orgulloso de llevar a su lado.
“Señor Winter, no lleguen muy tarde, por favor…”, dijo Emma y al ver que Carina no se acercaba a su supuesto novio, la empujó.
“Cuide mucho de mi hermanita”
“Toda la vida”, respondió Rainer sin pensar.
Logrando que las mejillas de Carina se ruborizaran.
La llevó de la mano hasta el pórtico y justo bajando los escalones, un BMW deportivo los esperaba para llevarlos al restaurante más elegante que Walter había encontrado en la zona.
“Qué agotador es fingir… ¿No?”, dijo Carina con una sonrisa nerviosa.
‘Porque estamos fingiendo, ¿No?’, pensó viendo a Rainer por el rabillo del ojo mientras este sonreía como un hombre condenado al aceptar su destino.
Dentro del restaurante, la gente reconoció de inmediato a Carina y estaban asombrados de vera un hombre como Rainer a su lado.
Les sirvieron con cordialidad y siempre mostrando una enorme sonrisa.
Al finalizar el plato fuerte, Rainer le mostró el contrato, deslizándolo por la mesa hacia ella.
Con atención y meticulosidad, Carina revisó cada párrafo, leyendo dos o más veces lo que creía no entender, para que al final siguiera sin comprenderlo.
“Mi empresa se comprometerá a ofrecer tecnología de punta a un precio bajo al Corporativo Gibrand, también te haré dueña de una de las células pertenecientes a mi imperio, hablamos de la Empresa BlackGold cuando me apodere de ella…”
Carina levantó su mirada hacia él con atención, tanta que lo silenció, hipnotizándolo y seduciéndolo con su belleza.
Rainer tuvo que cerrar los ojos por un momento para poder liberarse de sus encantos.
“Nos casaremos lo antes posible y me darás un hijo, tendrás un año a partir de la fecha en la que contraigamos nupcias”.
“¿Solo un año?”, preguntó Carina haciendo cuentas.
“Si un embarazo dura nueve meses, entonces ¿Tengo tres meses para embarazarme?”
“Descuida… yo me encargaré de eso”, contestó Rainer con una sonrisa lasciva que sonrojó a Carina.
“También hay inseminación artificial… creo que es más certero”, contestó nerviosa.
“No… será de manera natural”, respondió Rainer inclinándose hacia ella sobre la mesa.
“Cada noche y cada mañana, todos los días, durante tres meses…”
“¿Durante tres meses? Creo que no es necesario por tanto tiempo… creo que con un par de días podrías lograrlo”, dijo Carina con el rostro completamente rojo.
“Tal vez te embaraces desde el primer día, pero… para estar seguros, tendrán que ser mínimo tres meses…”, insistió con esa arrogancia y sensualidad que derretía a Carina.
“Señor Winter… lo creía más… reservado”, dijo Carina desviando la mirada, conteniendo su risa cómica que siempre la atacaba cuando estaba nerviosa.
“Nos empezaremos a conocer mucho mejor, Señorita Gibrand…”, respondió divertido y le ofreció una pluma, cuando Carina la iba a tomar, este la retiró.
“Si deseas divorciarte, solo podrás hacerlo después de que nazca el bebé… no antes”.
Carina notó cierta molestia en él, su mirada se oscureció y sus mandíbulas se apretaron sutilmente.
Esos ojos azules, más claros que los de ella, se clavaron en su rostro, como silo analizaran, antes de entregarle la pluma.
“Entiendo… ¿El divorcio hará retroactivo cualquiera de las condiciones?”
“No… si decides divorciarte, no te quitaré nada de lo que te dé durante el matrimonio”, respondió Rainer recargándose en su asiento.
“¿Por qué hablas como si yo fuera la primera en querer renunciar?”, dijo ocultando su molestia con una sonrisa antes de firmar.
“De los dos, tú eres quien menos quiere esto, o… ¿Me equivoco?”
Separó su atención del contrato y lo deslizó sobre la mesa hacia Rainer, quien permanecía serio y sin ganas de responder.
“Si voy a hacer esto, lo haré bien”, dijo Rainer levantándose de la mesa, ignorando la pregunta anterior e hincándose frente a Carina, ante la mirada de todos los comensales y meseros, levantando susurros llenos de asombro y emoción.
“Carina Gibrand… ¿Te quieres casar conmigo?”
Carina vio el hermoso anillo, la piedra era de un color verde azulado precioso. Rainer deslizó el anillo con delicadeza por su dedo, provocando el aplauso de todos alrededor.
Cuando levantó la mirada de nuevo hacia su futura esposa, se quedó fascinado por su belleza.
“Grandidierite es en nombre de la piedra… solo existen un par de docenas en todo el mundo. Son tan extrañas como hermosas y cada quilate cuesta más de 30 mil dólares”
Se levantó y se acomodó el traje.
“Creí que… no habría mejor joya adornando tu mano que una tan hermosa como difícil de encontrar, así como tú. Diferente de todas las mujeres que he conocido, fuerte, necia, independiente… salvaje y libre… sin cadenas. Capaz de enfrentarte a lo que sea, tú sola y con una mano atada a la espalda. Como si… entre más difícil fuera el reto, se volviera más atractivo”
Los ojos de Carina se llenaron de brillo, conmovida por las palabras de Rainer y de pronto este se dio cuenta de que una sensación cálida embargaba su pecho.
Le gustaba como lo veía su futura esposa, le encantaba tener su atención y ese par de ojos viéndolo con ternura y no con odio.
Carina se puso de pie y tomó el rostro de Rainer entre sus manos, aún conmovida, con el corazón explotándole dentro del pecho. Lo que le había dicho no eran palabras dulces, no era un intento de dominar su corazón, era un reconocimiento, el que ella siempre había ansiado escuchar sin darse cuenta.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar