Del odio al amor -
Capítulo 34
Capítulo 34:
“Te equivocas… a mí no me interesa destruir a ese monstruo. ¿Crees que con la fortuna que amaso, necesito ese maldito Corporativo?, pero en cambio tú, estás desesperado por tener algo que no se esté cayendo a pedazos. La empresa de la familia Bafel es una burla y me imagino que tu madre, la arrastrada de July Bafel, ha alimentado tu ambición…”.
“¡No te atrevas a mencionar a mi madre!”, exclamó Bastián furioso.
“¿No fuiste tú quien dijo que era una mujer sin amor propio? No concibo que un hijo hable tan mal de su madre. Si no te acuerdas, tengo la grabación del bar, justo en el momento en que te esmeras por envenenar a Emma y ponerla en mi contra…”.
El rostro de Bastian palideció.
“¿Sabes cuál fue el resultado de tu plan? Mi lengua recorriendo cada centímetro de su cuerpo después de haberla cubierto con crema batida. Fue un postre delicioso”, añadió William regocijado por ver la rostro de Bastian.
“Aunque no sé si supera al momento en el que le arrebaté su virginidad. Pese a ser nueva en esto, ¿Es un deleite estar entre sus piernas…?”.
El odio rugía dentro del pecho de Bastian y de pronto se dio cuenta que imaginar a Emma sucumbiendo entre los brazos de ese hombre le daba náuseas.
Su instinto posesivo le gritaba que Emma era suya y que William no la merecía, y lo llenaba de pena imaginársela vulnerable e intimidada, tal vez llena de terror al no encontrar otra forma de lidiar con su opresivo esposo.
“¡Eres un maldito hijo de p%ta!”, exclamó Bastián acercándose de forma amenazante.
“¿Te tortura pensar que su pureza me pertenece? ¿Crees que tú la habrías hecho g$mir tan duro como yo lo hice? “
William deseaba poner a prueba su paciencia y antes de añadir algo más, los puños de Bastian intentaron alcanzarlo, pero lo esquivó levantándose de su silla de ruedas y tomando por sorpresa a su atacante
“Eres un niño caprichoso y manipulable… Emma necesita un hombre que la haga sentir protegida, así que quítate de nuestro camino, no quiero verla llorar en tu tumba”.
“¿Me amenazas de muerte? ¡Eres un enfermo, mentiroso! Dices querer protegerla, pero solo quieres someterla a tu voluntad, mintiéndole sobre tu condición, causándole lástima. Cuándo ella se vuelva completamente sumisa ante ti, ¿qué harás? ¿Te aburrirás y la dejarás?”.
“¿´Sumisa´?… Ese término solo aplica cuando la someto en la cama”, agregó William con una sonrisa arrogante.
“En lo personal me encanta su ferocidad…”.
Bastian no pudo contenerse más, y sin que William se lo esperara, lo golpeó con fuerza en la rostro, rompiéndole el labio y haciéndolo retroceder.
“Aunque quieras alejarme de ella, ella nunca se alejará de mí y menos al enterarse de lo que me hiciste…”.
“¿De lo que te hice?”, preguntó William desconcertado.
“Tú acabas de golpear a un hombre inválido, eso fue lo que pasó. Pero quiero tanto a Emma, que no levantaré cargos, por el contrario, te perdono. Ambos sabemos que eso la hará odiarte…
“Maldito manipulador de m”erda”, contestó Bastián con los dientes apretados
“¡Ella jamás te creerá!”.
“Ya veremos…”.
Le guiñó un ojo, sabiéndose victorioso.
“Y, por cierto, no me crees tan estúpido, ¿verdad?…”.
Mike en ese momento avanzó hacia las puertas dobles que dividían la recámara del pequeño recibidor, y de un jalón, sacó a July, quien había grabado todo lo ocurrido con su celular, mismo que Mike le arrebató.
“Señora Bafel, un gusto conocerla. Admiro su labor como enemiga número uno de Román Gibrand, tantos años guardando rencor debe de ser agotador”, agregó William.
“Creí que sería más inteligente, Señor Harper… Al igual que nosotros quiere un trozo de esa familia y ponerse en nuestra contra es un grave error”, dijo July con los dientes apretados, ignorando el dolor que le causaban los dedos de Mike clavados en su carne.
“Lo que quiero de esa familia ya es mío, no me importa lo demás, yo solo quiero a esa fiera con apariencia de princesa y puesto que no quiero perderla, haré lo que sea necesario para protegerla. Así que manténganse alejados usted y su hijo…”.
Sacó el zafiro en forma de corazón que le había quitado a Emma a escondidas y entró al baño ante la mirada sorprendida de July y Bastian.
“No tienen ni idea de lo que soy capaz para proteger lo que me pertenece. Así que sean inteligentes y mantengan su distancia”.
Dejó caer el collar en el excusado y jaló la palanca, haciendo que la piedra preciosa desapareciera al irse por el caño.
Después del cálido recibimiento en la residencia
Gibrand, Emma se dirigió directo a su cuarto, donde, a puerta cerrada, comenzó a desempacar.
Entre sus cosas sacó la pastilla anticonceptiva, ese era el último día que tenía para usarla. Aunque aún había riesgo de quedar embarazada, podía disminuirlo si se la tomaba en ese momento.
La sacó de su empaque y la vio pequeña e inofensiva en su mano. Inhaló profundamente mientras recordaba las palabras de William.
¿En verdad sería un buen padre? ¿Cómo podía estar segura de que no mentía? Era el mejor abogado de la ciudad, ¿podía confiar en él y sus aparentes buenas intenciones?
“¡A ver, Emma! ¿Qué c*rajos quieres en verdad?”, se preguntó desesperada y la duda la carcomió.
Los dos meses pasaron lentos y Emma sentía que lo ocurrido en el casino había sido un sueño. Parecía un alma en pena y cada vez más desconectada del mundo, incluso olvidando que su cumpleaños se acercaba.
“¡Mira! ¡Este vestido es perfecto para esta noche!”, exclamó Frida viendo aquel vestido azul marino tan elegante.
“¿Para esta noche?”, preguntó desconcertada.
“Tu cumpleaños, ¿recuerdas? “Frida estaba preocupada por lo dispersa que parecía su hija
“Lo estuvimos planeando toda la semana. ¡Anda! Pruébatelo.
Con un resoplido cansado, Emma se desnudó y por un momento se vio extraña ante el espejo, había algo que no cuadraba, pero no alcanzaba a distinguir qué era.
Se puso el vestido con cuidado y cuando Frida le ayudó a subir el cierre, notó que le quedaba justo.
“¿Subiste de peso?”, preguntó desconcertada y el rostro de Emma palideció.
“¿A qué te refieres?”, Emma sintió que no podía respirar.
“Le costó al cierre subir…”, dijo Frida y presionó el abdomen de Emma con suavidad, notando que estaba sutilmente más abultado que antes.
Emma pegó un brinco, tomando distancia. Parecía un ladrón sabiéndose descubierto.
“La comida del casino te está pasando factura”, agregó Frida risueña
“Pero no te preocupes, te ves hermosa”.
“Sí, supongo que… fue demasiada crema batida”, respondió con ambas manos en el abdomen.
“¿Crema batida? Creí que la odiabas…”.
“Yo también pensé lo mismo…”.
Emma sacudió la cabeza antes de comenzar a ruborizarse
“¡Anda! ¡Ve a arreglarte! Yo me encargo de peinarme y maquillarme…”.
“¿Segura? ¿No quieres que te ayude?”, preguntó Frida notando cierto nerviosismo culposo en su hija.
Como buena madre sabía cuándo su pequeña había hecho alguna travesura.
“¡Sí! ¡Segurísima!”, exclamó empujando suavemente a Frida hacia la puerta.
“Bien… Si necesitas ayuda, me avisas”, dijo entrecerrando los ojos y saliendo por la puerta.
Cuando sintió que no había moros en la costa, Emma salió de su cuarto a hurtadillas y corrió hacia la cocina donde sabía que se encontraría a Lorena.
Nadie había sido avisado de la presencia de William en esa reunión de negocios. Lorena y Álvaro consideraron que Emma era quien tenía que avisarles a sus padres y Emma consideró que no sería necesario.
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