Del odio al amor -
Capítulo 21
Capítulo 21:
“Había dicho una de las chicas de finanzas al platicar con la recepcionista.
“Es la secretaria del Señor William… ¿Qué esperabas? Es joven y de seguro se presta a cualquier perversión del inválido ese…”, respondió la recepcionista con coraje.
“¡Qué injusto! ¡Mientras nosotras nos matamos trabajando, ella por menos se gana el cielo!”, refunfuñó antes de acabarse su taza de café y regresar a su oficina.
Emma llegó a tiempo a su escritorio. Se asomó por la puerta y vio a William absorto en unos documentos. Parecía tan concentrado que temía distraerlo, pero la mirada profunda de su esposo se levantó hacia ella.
“Ya llegué”, avisó con una sonrisa tímida antes de alejarse de la puerta.
“Emma… entra…”, pidió William con voz fuerte y profunda.
“¿Sí, Señor?”.
William vio la mano de Emma, no tenía el anillo de bodas y eso lo hizo torcer la boca con molestia.
“¿Dónde está tu anillo?”.
“Ah… aquí”, dijo mostrando su collar.
“¿Ahí debería de ir?”, preguntó William regresando su atención hacia sus documentos.
“No lo sé… Dígamelo usted”; dijo Emma confundida.
¿No quería él que su matrimonio fuera secreto en la oficina? ¿Ahora qué estaba haciendo mal?
“Ponlo donde debe de ir…”.
“Yo… creí que…”.
De nuevo la mirada de William se levantó hacia ella, esta vez con el ceño fruncido. No le gustaba que nadie le hiciera repetir una orden.
“Bien, ya voy…”, añadió Emma sacando el anillo del collar.
“¿Hay algo más que necesite, Señor?”.
“Deja de hablarme así…”.
“¿Así cómo?”, preguntó con angustia en la voz.
Cuando por fin había agarrado el ritmo en el trabajo, William parecía cambiar las reglas.
“Soy tu esposo… háblame como me hablas en casa…”.
“Pero…”.
De nuevo la mirada de William se clavó en su rostro, dándole la respuesta a la pregunta que aún no hacía.
“Entiendo…”.
Suspiró y volvió a formular su pregunta
“¿Hay algo que necesites, William?”.
“Sí, te irás a trabajar al departamento de finanzas…”; dijo con seriedad, tomándola por sorpresa.
“Creo que se verá mejor en tu ´curriculum´ que hagas experiencia ahí y no como secretaria”.
“El cambio es porque… ¿Soy una pésima secretaria o porque… estoy estudiando algo relacionado?”, preguntó confundida.
“¡¿Ambas?! ¡Debes de estar bromeando! ¡¿Has visto tal calidad de secretaria en otro lado?! ¡Yo no!”, exclamó indignada y esta vez la mirada de William parecía divertida.
“Emma, es un desperdicio tenerte aquí. Preséntate en el departamento de finanzas, el jefe ya te está esperando. Gana experiencia y demuestra tus conocimientos, lo harás bien”, dijo William reconfortándola.
La forma tan dulce en la que había hablado suavizó el gesto de Emma que de inmediato corrió hacia él y le dio un beso en la mejilla, agradecida no solo por el cambio de área sino por la forma tan linda en la que se lo dijo. Cuando estaba a punto de salir, William la tomó de la muñeca.
“Creo que me merezco más que un beso en la mejilla… soy tu esposo y no has sido capaz de besarme en los labios”.
“Claro que sí, cuando te di el medicamento…”.
“Eso no cuenta…”.
“¿Ah no?”.
Emma rio nerviosa.
William tenía razón, era su esposo y ella se ponía demasiado nerviosa al pensar en besarlo en los labios. Su corazón se aceleraba y parecía que se desmayaría.
“¿Tanto horror te provoco?”, preguntó William con media sonrisa, escondiendo su amargura.
“¡No! ¡¿Por qué dices eso?!”:
Emma se acercó y tomó su rostro entre sus manos
“Me pones nerviosa… me intimida tu mirada…”.
Emma se perdió en esos ojos avellana y su corazón de pronto dejó de latir, así como sus pulmones dejaron de jalar aire. Se inclinó lentamente, ansiosa por besarlo y al mismo tiempo con ganas de salir corriendo y mojarse el rostro con agua fría. Posó sus labios y el calor la invadió.
El beso fue dulce y lento, los labios de William se movían con experiencia, guiando pacientemente la boca de Emma.
Su cuerpo combustionaba y se volvía a apagar para volver a arder. Su corazón deseaba salir de su pecho y acurrucarse en las manos de William.
Cuando Emma comenzaba a ponerse azul por no poder respirar, alguien tocó la puerta, provocando que el beso terminara. Entró aquella mujer que la había criticado. Se mostraba molesta al saber que ahora esa secretaria se volvería parte de su equipo.
“¿Señor Harper? Me mandó el jefe de finanzas para llevarme a su secretaria”, dijo con una sonrisa rígida.
“Es hora…”, respondió William guiñándole un ojo a Emma que aún estaba ruborizada.
“Emma, aquí no solo nos encargamos de las finanzas de la firma, también asesoramos los casos que tienen que ver con comercio internacional, nacional, así como juicios relacionados con finanzas públicas e inversiones”, dijo el jefe del departamento con orgullo mientras caminaban entre los escritorios
“El Señor Harper me comentó que aún estás estudiando, así que aquí vas a aprender mucho”.
“Sí, es lo que espero”, dijo Emma con una sonrisa, aliviada por tener un jefe aparentemente gentil.
“Te presento a Rebecca, es una de las más experimentadas y te ayudará en estos primeros días…”.
Rebecca era la chica que había ido por ella al despacho de William, la misma que la había criticado con la recepcionista. En cuanto se plantó delante de ella, se dio cuenta de su actitud hostil.
“Es la primera vez que recibimos una estudiante aquí”, dijo Rebecca barriéndola con la mirada.
“Supongo que el Señor Harper te tiene ´buena estima´”.
“Mira, Rebecca… noto cierta hostilidad en tu voz y solo quiero decir que…”.
“¿Qué? ¿Qué estás aquí gracias a cómo te le ofreces al Señor William?”.
“¿Qué?! ¡No!”.
“¡Eres casada!”, exclamó sorprendida y tomó la mano de Emma para ver el anillo en su dedo.
Todos alrededor voltearon con disimulo.
´Genial, ahora todos creerán que soy una mujer casada que le es infiel a su marido con el Señor Harper´, pensó Emma y resopló.
´ ¿Por qué la gente tiene que ser tan chismosa? ¡No es justo!´, pensó y contuvo sus ganas por hacer puchero y con una sonrisa rígida decidió aclararlo todo.
“Sí, yo… estoy casada con el Señor Harper”, dijo Emma sin saber que era peor. Ser una mujer infiel o la esposa del jefe.
“¿Casada con el Señor Harper? ¡Debes de estar bromeando!”, agregó Rebecca levantando una ceja, divertida.
“Eres muy joven para estar casada. ¿Tu esposo no ha preguntado de donde sacaste ese auto deportivo?”.
“No, porque él mismo me lo dio…”.
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