De odiarnos a amarnos -
Capítulo 33
Capítulo 33:
William no podía detenerse, por más que Emma suplicaba, agónica, presa de la locura, aterrada porque su corazón fallaba en cada embestida y su cuerpo temblaba de forma errática.
Cuando William por fin terminó de alimentarse de su feminidad y esencia, dejó a una pequeña y vulnerable Emma, agotada y con las piernas temblorosas.
Pasó de la lujuria a la ternura, manteniendo firme a su pequeña esposa entre sus brazos, lavando su cabello y su piel con delicadeza.
Llevándola en brazos hasta la cama, sabiendo que, al ser primeriza en las artes de amar, su resistencia era fácilmente diezmada por su experiencia. Aun así, con paciencia y dedicación, le ayudó a secar su suave piel, perfumarla y vestirla, como si de una muñeca se tratara.
Una vez que ambos estaban listos, William llevó a Emma por un pasillo hasta su oficina, donde él podría atender unos asuntos mientras veía con atención como aquella modista adornaba con vestidos costosos y elegantes a su joven esposa.
Esa era la última noche que pasaría Emma en el casino, durante la cena no se despegó de William, quien no soltaba su mano y durante las negociaciones, se fascinaba por ver a su esposa dominando la plática con una sonrisa gentil.
Tenía el don de la palabra y hacía que sus encantos hipnotizaran a cualquiera que se acercara.
Un hombre como él solo tenía compañeras que servían para verse lindas. Tina inclusive no solía hablar en las reuniones, tenía el mismo protagonismo que un adorno, pero en el caso de Emma, despertaba toda su admiración.
Era una criatura inteligente, hermosa y feroz, determinada y llena de seguridad al enfrentarse a grandes e imponentes empresarios, domándolos con su inteligencia y belleza.
Esa noche Álvaro pulía los detalles y agendaba citas después de que Emma convenciera a los empresarios de ceder ante sus exigencias.
“Creo que fue un error dejarte en el área de finanzas…”, dijo William viendo a Emma con fascinación
“Eres buena negociando”.
“Mi padre me enseñó todo lo que sé… la diferencia es que yo hablo con paciencia y calma”, dijo Emma con media sonrisa y desvió la mirada al mismo tiempo que cruzó las piernas, haciendo que la abertura coqueta de su vestido mostrara sus largas y tersas extremidades, dominando la conciencia de William.
Dentro del pent-house, Emma estaba absorta viendo por el ventanal, extrañaría esa vista tan espectacular. Mientras ella estaba distraída, William la veía con la misma adoración que ella veía la ciudad.
Se acercó lentamente y como si fuera un sabueso comenzó a olfatearla con sutileza, escondiendo su nariz en el cabello castaño e inhalando ese dulce aroma a vainilla.
“Mañana temprano volverás con tu familia. Todavía tengo cosas que hacer, así que tendrás que esperarme dos meses más. No te metas en problemas, no hables con mi padre, tienes todo el derecho de rechazarlo, y principalmente, no hables con la policía…”.
Emma quería deshacerse de todo ese peso sobre sus hombros. Cuando sus labios se abrieron para aclarar que haría lo que ella creyera conveniente, la delgada y amplia mano de William se posó en su vientre.
“Si mi semilla da frutos, no tendrás que preocuparte por ninguna amenaza de mi padre. Nos dará tiempo”.
Tomó el rostro de Emma entre sus manos y besó su frente.
”Tu esposo es el mejor abogado de la ciudad, encontraré la forma de invalidar ese contrato y cuando eso pase, serás libre de decidir si te quedas a mi lado o me abandonas”.
Las palabras dolieron en el corazón de Emma, era una combinación de esperanza e incertidumbre.
Retrocedió y, mordiéndose los labios, sacó de su bolso una pequeña caja rosa.
“Si voy a traer a un niño a este mundo, será porque tendrá una familia que lo ame… ¿Qué pasará con él, si el día de mañana no puedes invalidar el contrato? ¿Qué será de él si su madre termina en la cárcel? Concebir un bebé no debería de ser parte de ningún acuerdo, es cruel y egoísta…”.
Apretó los dientes y cuando bajó la mirada hacia el medicamento entre sus manos una lágrima escurrió por su mejilla.
“¿Ese es el verdadero problema o te disgusta pensar que yo seré el padre?”, preguntó William escondiendo su miedo debajo de una máscara de arrogancia.
Era la primera vez que temía ser rechazado.
“¿Lo amarás y cuidarás con tu vida? ¿Lo darías todo por él? ¿Qué tanto hay de tu padre en ti?”, preguntó Emma con la misma seguridad que usó durante la cena
“Yo puedo soportar ser la esposa de un hombre desleal y soberbio, pero un niño no se merece un padre así. ¿Serías capaz de quitarte el pan de la boca solo para dárselo a tu hijo?”.
“No te importa si lo que siento por ti es sincero, pero… si te importa saber si seré un padre sacrificado y virtuoso…”.
“Yo puedo sobrevivir sin el amor de un hombre… pero mi hijo no se merece un padre que no lo quiera y no lo dé todo por él”, dijo Emma con las manos en su vientre, como si estuviera segura de que esos momentos de pasión con William habían dado frutos.
William se acercó y posó sus manos sobre las de Emma, acariciándolas con el pulgar mientras pegaba su frente a esa cabellera castaña tan suave.
Sabía que él no quería ser como su padre y eso implicaba que no usaría a su hijo como un medio para un fin.
“Si deseas tomar la pastilla, no me opondré, encontraremos otra forma de librar la ambición de mi padre, pero… si me das la oportunidad de que tengamos a ese niño, no lo abandonaré, se volverá mi completa adoración y, ¿Cómo no lo sería?, si nacerá del vientre de la mujer a la que quiero…”.
“El hombre cruel y egoísta que había conocido el día que se casó, parecía haber sido reemplazado por un hombre dulce y protector”, continuó.
“Lo único que te pido es que me esperes dos meses y cuando regrese todo mejorará. Te pedí una oportunidad, confío que me la darás”.
“Cuando Emma iba a responder, la silenció con un beso tierno”.
“No me lo digas… no podría soportar la respuesta, pero sé que cuando regrese a la ciudad, lo descubriré”.
Emma asintió y se abrazó a él. ¿En verdad estaba dispuesta a ceder?
Esa noche no hubo pasión, solo caricias tiernas y miradas profundas hasta que el sueño se apoderó de ellos. Emma durmió entre sus brazos y ambos pudieron descansar profundamente, sintiéndose reconfortados y protegidos.
Al día siguiente Lorena le ayudó a Emma a empacar y William los llevó directo al aeropuerto, despidiéndose de su esposa en privado dentro del auto.
“Solo dos meses…”, dijo William cuando pudo desprenderse de los labios de Emma.
“No más…”, agregó Emma con temor de no volverlo a ver.
Bajó del auto sintiendo que un pedazo de su corazón se había desprendido, como si hubiera saltado en el último segundo buscando refugio en las manos de William. ¿En verdad se había enamorado tan profundamente de él? Vio el auto partir y su corazón comenzó a detenerse.
“Será mejor apurarnos para no perder el vuelo…”, dijo Álvaro al notar el semblante de Emma.
La puerta se abrió abruptamente, pero no tomó por sorpresa a Bastian, pues él ya esperaba a William y su demostración de poder.
Empujado por Mike, William entró a la habitación mientras sus hombres rodeaban a su víctima.
“Señor Harper, no puedo decir que es una sorpresa verlo, pues ya lo esperaba…”, dijo Bastian con una sonrisa.
“Permítame llamarlo ´Señor Bafel´, pues no concibo que tenga alguna relación con mi esposa, ni siquiera por el apellido”, contestó William con sorna.
“Mi relación con Emma va más allá de un simple apellido… Después de todo, nos conocemos desde que éramos niños. Entenderá que somos muy cercanos”.
“Lo entiendo y vine a acabar con eso. ¿Crees que no sé cuáles son tus intenciones? Emma es muy noble para desconfiar de ti, pero por suerte estoy yo a su lado, para protegerla de la gente que la quiera usar”.
“Si esa fuera tu intención, ¿No tendrías que protegerla de ti mismo?”, preguntó Bastian divertido.
“¡¿Qué tenemos aquí?! ¡Un cómico!”, exclamó William y sus hombres rieron.
“Veamos si después de la golpiza que te dé, sigues haciendo tus bromitas”.
“Ambos deseamos acercarnos a ella para destruir a Román Gibrand… ¿Es necesaria nuestra rivalidad?”.
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