De odiarnos a amarnos
Capítulo 30

Capítulo 30:

Cuando el sol estaba a punto de salir por el horizonte, William por fin estaba agotado, pero satisfecho de haber entrado debajo de la piel de esa criatura tan encantadora, que entre temblores y sudor había caído dormida en su cama.

Se quedó un largo tiempo viéndola descansar y se dio cuenta de la adoración que sentía por ella. No era un hombre de fe, pero ahora tenía una nueva religión.

Sin poder conciliar el sueño, se levantó de la cama y al ver las marcas en su piel se le ocurrió una idea.

Emma despertó con el aroma de William cosquilleando en su piel.

En cuanto se quiso estirar se dio cuenta de muchas cosas, el cuerpo le dolía de manera exagerada, su ropa interior estaba desgarrada y esparcida por toda la habitación y el rencor que le guardaba a su esposo había desaparecido demasiado fácil, tanto que se sentía en deuda con su orgullo.

Cuando quiso sentarse sobre la cama, entendió que necesitaría una silla de ruedas.

Se envolvió con la sábana en cuanto la puerta se abrió. Para su sorpresa se trataba de Gina, con un vestido rosa entre sus manos. Lo colgó de la puerta del closet antes de voltear hacia Emma.

“Señora Harper, hoy luce radiante”, dijo con una sonrisa burlona.

“De saber que necesitaría ropa interior…”.

Levantó con su índice un trozo del brassier de Emma y lo vio con lástima al darse cuenta de que había sido una pieza exquisita.

“Te conseguiré algo”.

Gina comenzó a reír, pero pronto guardó silencio al ver esa mancha carmín sobre las sábanas y por un fragmento de segundo su mirada se tornó triste

” Virgen. Eso significa que William se tuvo que haber divertido mucho anoche”.

“No eres precisamente la persona con la que me encantaría hablar de eso”, dijo Emma recordando el rencor que le guardaba.

“William tiene fama de ser muy voraz y tosco. ¿Te lastimó? ¿Necesitas algo? ¿Tal vez analgésicos? “

La preocupación de Gina parecía sincera.

Al ser una de las abogadas más apegadas al Señor Edward, se enteró de muchas mujeres que terminaban molidas después de una noche con William, incluso algunas necesitaron ir al doctor, pues ese hombre parecía una bestia.

“No me lastimó… fue dulce y… gentil”, dijo Emma recordando sus besos y caricias, así como todas esas palabras que habían envuelto su corazón.

“¿William?”, preguntó Gina escéptica.

“Señora Harper… ¿se confundió de esposo?”.

Si Emma decía la verdad, eso significaba que ese hombre prepotente y egoísta había encontrado su talón de Aquiles.

Emma usó la ropa que Gina le dio y aunque quiso caminar ella sola y aparentar que sus piernas no se quebrarían en cualquier momento, terminó agarrándose de la abogada.

“El Señor Harper no se molestaría si hubiera decidido pasar el resto del día en la cama”, dijo Gina divertida, pues Emma parecía venadito sobre hielo y le costaba mucho controlar su risa al verla

“Aunque ahora que lo pienso, de verla en la cama, hubiera continuado la contienda.

Las mejillas de Emma se ruborizaron, pero guardó silencio.

“¡¿Emma?!”, exclamó Lorena preocupada, al borde del llanto.

Se acercó corriendo y la estrechó, pero se dio cuenta de la debilidad de su cuerpo.

“¡¿Qué te hicieron?!”.

De nuevo Emma no pudo decir nada y solo desvió la mirada.

“Estuvo toda la noche con el Señor Harper”, respondió Gina con media sonrisa.

“¡¿Qué?! ¡¿Qué te hizo ese desgraciado?!”, exclamó Lorena sin comprender el significado de la picardía impresa en las palabras de Gina.

“No quisiera hablar de eso…”.

“Tuvieron se%o salvaje”, atajó Gina y suspiró, restándole importancia a la mirada llena de pánico de Emma.

“Espera… ¡¿Qué?!”.

Lorena vio a Emma como sino la conociera.

“¡Ahí están!”, exclamó Álvaro al verlas

“¡Se nos hace tarde para el desayuno! ¡Hay que correr!

“¿Correr?”, preguntó Emma tragando saliva.

El casino contaba con un enorme restaurante y un comedor privado para reuniones especiales. En cuanto llegaron, Emma sentía que los músculos se le acalambraban y sus piernas estaban a punto de doblarse.

“Señora Harper, por aquí…”.

Emma reconoció a Mike, quien con una sonrisa educada le ofreció su mano.

“Los asientos para usted y sus acompañantes están por acá”.

“¿Asientos reservados?”, preguntó Álvaro con desconfianza.

Mike ofreció su brazo y apoyó a Emma mientras rodeaba el comedor, como si supiera que necesitaba de su ayuda para caminar.

´¿Él también sabe lo que ocurrió anoche? ¡Qué vergüenza! ´, pensó Emma y no pudo evitar hacer un puchero.

“¡Señorita Gibrand! ¡Tan hermosa y radiante como siempre!”, exclamó el Señor Ávila en cuanto la vio.

“Señor Ávila, buenos días…”.

“Les pediré a los presentes de la manera más atenta que de ahora en adelante no se refieran a Emma Gibrand, como Señorita Gibrand. Lo correcto es llamarla Señora Harper”, intervino Gina con arrogancia haciendo que todos los presentes quedaran sorprendidos.

“¿Señora Harper?”, preguntó el Señor Ávila viendo a Emma, queriendo confirmarlo.

“Así es, su encantadora Señorita Gibrand, su rayo de luz, me pertenece. Es mi mujer”, contestó William al entrar en su silla de ruedas y ponerse a la cabeza de la mesa

“Aunque nuestra boda fue una celebración privada que careció de prensa y anuncios, les pediré que respeten a mi esposa y la llamen de la manera correcta”.

Emma se sentó con cuidado al lado de William mientras lo veía desconcertada. Se sentía halagada, pero al mismo tiempo oprimida.

William hablaba de ella como si fuera un objeto o una mascota que ahora le pertenecía, incluso parecía celoso con el resto de los caballeros que la habían elogiado.

De pronto William tomó su mano con delicadeza y al notar que seguía sin usar su anillo, se inclinó hacia ella, haciéndola creer que deseaba un beso, cuando en realidad tiró del collar en su cuello, desprendiéndolo con facilidad, sacando el anillo y dejando el corazón de zafiro en la mesa.

Puso el anillo de vuelta en su dedo y continuó con su intención de besar su mano, entonces se dio cuenta de la mirada nerviosa que tenía Emma al ver ese zafiro tan lejos de ella, ansiando recuperarlo.

Cuando William pensaba tomarlo, notó que Bastian, sentado no muy lejos de ellos, también veía la joya con incertidumbre, y un retortijón torturó a William.

“Dime, mi amor… ¿Quién te dio esto?”, preguntó William en un susurro mientras tomaba el zafiro.

“Un amigo…”, respondió Emma y Bastian no pudo esconder su incertidumbre.

Si deseaba ser presentado como el primer amor de Emma, se había llevado una gran desilusión.

´¿Eso soy, Emma? ¿Solo un amigo?´, pensó Bastian apretando los dientes, lleno de rencor y queriendo arrancar la sonrisa del rostro de William.

“Qué lindo detalle… supongo que ese amigo te estima mucho para darte algo así…”, dijo William jugando con el zafiro entre los dedos.

“¿Me lo das?”, preguntó Emma extendiendo su mano hacia William.

“Claro… es tuyo”, respondió con una sonrisa socarrona

”Pero no me culpes si pido una recompensa por él”.

“¿Recompensa?”, preguntó Emma frunciendo el ceño.

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