De odiarnos a amarnos -
Capítulo 15
Capítulo 15:
De pronto William puso en sus piernas a Emma, haciendo que esta se abrazara a su cuello para evitar caer, mientras su rostro se puso completamente rojo, haciendo que el color azul de sus ojos contrastara
“¿Te gustó el auto de Tina?”.
“¿De qué hablas?”.
Emma se sentía colapsar, tener a William tan cerca y con sus brazos estrechando su cintura hacía que su cuerpo ardiera, además, el olor de su loción la mareaba.
Ahora se daba cuenta que los ojos de William tenían matices verdes dentro de sus iris avellana. Eran fascinantes, tan cálidos como fríos y le habían borrado la mente dejándola en blanco, haciendo que los latidos de su corazón fueran los únicos retumbando dentro de su cabeza.
“Te compraré un auto nuevo, el que tú quieras. Tina… si mi mujer quiere jugar con este, entonces será suyo”, dijo William despegando su mirada del rostro sonrojado de Emma.
“Actúas como si fueras un esposo consentidor, pero te recuerdo que la tienes de secretaria…”, expresó Tina con una sonrisa molesta
“Hoy en la noche es la cena, espero que no faltes…”.
Le arrojó las llaves del auto a Emma con molestia.
“Todo tuyo, ya no lo quiero”.
Se dirigió a la salida de la propiedad, escondiendo sus lágrimas de la mirada inquisitiva de William.
Cuando las manos de William liberaron la cintura de Emma, esta de inmediato se puso de pie, tomando su distancia.
“¿Dónde aprendiste a conducir así?”, preguntó William con el ceño fruncido, dando media vuelta dispuesto a regresar al interior.
“Ah… Mi padre me pagó un curso de conducción defensiva y ofensiva. No me preguntes para qué… espero jamás tener que usarla”, dijo Emma con media sonrisa.
“Después del desayuno, irás con Lorena por un vestido. Ve a la boutique GB y pídeles el mejor, no importa el costo.”.
Le extendió una tarjeta de crédito negra que Emma tomó con sorpresa
“Por la noche tenemos una cena con mi familia”.
“Señor, ¿me llamó?”, preguntó Mike, el ayudante de William.
“Sí, necesito que le compres un auto de la misma marca y modelo a Tina”.
Deslizó las llaves por la mesa del comedor hacia Mike
“Deshazte después del auto de la entrada”.
“¿Quiere que me deshaga de él? Se ve en buen estado…”
“Lo está… pero Tina no lo quiere y yo menos”.
“Sí, Señor”.
“También necesito que compres un Bugatti La Voiture Noire…”.
“¿Cómo, Señor? ¿Quiere un auto deportivo tan caro? ¡Tiene un costo de casi diecinueve millones de dólares!”.
Por primera vez en mucho tiempo Mike parecía sorprendido por una petición de su jefe.
“No es para mí, es para Emma…”, contestó William y una sonrisa se dibujó en su rostro
“Ponlo a su nombre”.
Emma se veía ante el espejo, esperando que las Señoritas de la tienda regresaran con vestidos. A Frida nunca le había gustado esa marca de ropa y ese día Emma entendería por qué.
La encargada regresó con un solo vestido, era de una tela exquisita y lo traía como si se tratara de una damisela desmayada. Detrás de ella iba un hombre alto y de mirada fría y negra, sus ojos eran idénticos a los de su padre y muy parecidos a los de Bastian.
“Vaya… Emma Gibrand, mi encantadora sobrina. Qué agradable sorpresa”, dijo Marco divertido y se plantó delante de ella
“No me veas así, no soy un monstruo”.
“No lo sé… Tú motivaste a mi madre a buscar a Edward Harper…”.
“¿Sabías lo que él le pediría a cambio de ayudarla?”, preguntó con desconfianza, pero el rostro desconcertado de Marco lo confirmó: no sabía nada del asunto
“Olvídalo”.
“No tienes que decírmelo, no hay coincidencias en esta vida, Emma… la liberación de tu padre y tu boda con el hijo de ese abogado son la prueba. No sé si felicitarte o consolarte”.
“Entonces dame un consejo…”, dijo Emma regresando la mirada al espejo.
“¿Cómo trato con un hombre tan difícil como mi padre o como tú?”.
“Eso se lo deberías preguntar a tu madre, pudo con los dos”, respondió Marco colocando una gargantilla de diamantes alrededor del cuello de su sobrina.
“Ambos estaban enamorados de ella… eso le daba cierta ventaja”.
“Te equivocas, ninguno de los dos estábamos enamorados. Román se enamoró con el tiempo, con el pasar de los daños, dándose cuenta de lo excepcional que era. En mi caso, yo no me enamoré… solo la admiro y la respeto”.
“¿Cómo lo consigo? ¿Cómo logro que mi esposo se enamore de mí y me admire?”, preguntó Emma acariciando los diamantes en su cuello.
“Sonará trillado y tonto, pero… sé tú misma, que tus acciones y tus palabras no sean para complacer a nadie más que a ti. Todo lo que hizo tu madre en su momento fue para ti y en cierta forma para ella, sin importarle que a Román le gustara o no”.
Por un momento Marco vio a Frida reflejada en Emma y no pudo evitar sonreír con melancolía
“Sé fiel a ti misma y no esperes que nadie te aplauda”.
“En pocas palabras, no debería importarme si se enamora de mí…”.
Emma suspiró y se sintió tonta. No sabía en qué momento había comenzado a importarle tanto William.
“Él se lo pierde…”, agregó Marco antes de permitir que la Señorita le ofreciera el vestido a Emma.
“Seda del loto, alguna vez le regalé un vestido igual a tu madre, ahora te regalo uno a ti, espero que tú no termines vendiéndolo por comida”.
“No puedo aceptarlo…”, exclamó Emma preocupada.
“Es mi regalo de bodas…”, añadió con una sonrisa mientras seguía su camino.
“Úsalo con elegancia y orgullo”.
William esperaba pacientemente en el recibidor. No había visto a Emma en todo el día. Cuando escuchó los pasos y dirigió su vista, se quedó congelado.
Emma lucía un hermoso vestido largo de color vino que contrastaba con su pálida y nívea piel. Tenía un escote sutil al frente y uno más atrevido a la espalda, así como una abertura coqueta que dejaba ver una de sus piernas hasta el muslo.
Se veía elegante, se veía atractiva e inalcanzable, pero se sonrojó en cuanto la mirada de William la inspeccionó.
“¿Te gusta?”, preguntó dando una suave vuelta para que pudiera verla desde cualquier ángulo, haciendo que el corazón de su esposo dejara de latir.
“’Te ves hermosa”, contestó William sabiendo que no admitirlo sería un pecado.
Cada vez que deseaba mantener su distancia de esa encantadora criatura, se daba cuenta que se sentía más atraído
“Vamos, antes de que se nos haga tarde”.
Emma estaba paralizada, viendo el hermoso auto negro delante de ella. Su rostro era un deleite para William quien parecía satisfecho con su reacción, era mejor de lo que había esperado.
La chica se acercó lentamente como si temiera que el auto fuera a desaparecer. Acarició la carrocería y de pronto se sintió sin oxígeno, se había olvidado de respirar.
“Es un Voiture Noire…”, dijo casi sin aliento.
“Es tuyo…”.
La respuesta de William la hizo dirigir sus enormes ojos azules hacia él con sorpresa. Sus mandíbulas se desencajaron y tragó saliva.
“¿De qué estás hablando?”.
“Tu habilidad como conductora me hizo decidir que era momento de que tuvieras tu propio auto para moverte de la escuela al trabajo. Creí que sería oportuno”.
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