De odiarnos a amarnos
Capítulo 12

Capítulo 12:

“¡Mentirosa! ¡Director, ella nos agredió, me tiró el café encima y quiso golpear a Eddie…!”

“¡Maldita mentirosa embustera!”.

Emma se puso de pie, queriendo enfrentarse a Jessi quien permanecía escondida detrás del gorila de su novio.

“Emma, siéntate”, pidió el director sobándose las sienes.

“No saldrás de aquí hasta que le pagues la blusa a tu compañera…”.

“No traigo el dinero para pagarle… déjeme ira casa y…”

“Llama a tus padres, que ellos vengan y paguen”.

“¿Está bromeando? ¿No se ha dado cuenta que estamos en la universidad y mis padres no tienen por qué venir?”, dijo ofendida, odiaba ser tratada como niña.

“Entonces hablaremos con el honorable consejo técnico para que resuelvan el problema… ¿Qué te parece mejor?”; sentenció el director con altanería

“Ya me tienes harto de tu actitud, Emma. ¿No quieres pagar? Entonces quedarás expulsada y se acabó”.

´Si viene papá y comprueban que, si soy su hija, se acabaron mis esfuerzos por mantener un bajo perfil´ pensó molesta.

Aunque parecía tentador ver a Román con su arrogancia poniendo a todos en su lugar, no era una opción.

Ella no quería un trato diferente por ser hija de alguien adinerado o influyente, incluso temido. Se había esforzado para que la reconocieran por su esfuerzo personal.

De pronto encontró el contacto de Lorena y decidió que esa sería su mejor opción. Marcó y en pocos segundos su amiga contestó.

Esperaban en la sala de juntas en silencio. Jessi seguía con su actitud de víctima, siendo consolada por el idiota de su novio, mientras Emma veía como las manecillas del reloj caminaban, burlándose de ella. Sabía que William se enojaría por llegar tarde al trabajo.

De pronto la puerta de la sala se abrió y el alma se le escapó a Emma del cuerpo. Era William con su traje pulcro y perfecto, siendo empujado por su ayudante. Su mirada fría e intolerante se paseó en cada persona, viéndolos como inferiores, incluso con asco.

“¿William?”.

Se acercó Emma desconcertada.

“Ponte tu anillo…”, dijo con indiferencia.

“¿Mi anillo?”.

“¿Estás sorda? Póntelo…”.

“Disculpe… ¿usted quién es?”, preguntó el director convencido de que ese hombre era demasiado joven para ser el padre de Emma, con el cual solo había interactuado por teléfono.

“Soy el esposo de la Señorita Emma”, respondió William como si fuera algo obvio.

“Supe que estaba en aprietos y vine de inmediato…”.

“¡¿Es en serio?!”, exclamó Jessi.

“No sé qué es más patético, que te hayas casado con un inválido o que él sea quien te tenga que defender”.

“No le veo problema, tú eres una retrasada y tu novio un idiota, y se cuidan bastante bien, debo aclarar”, dijo Emma con sorna.

“¡Solo un inválido podría aceptar casarse con una mujer tan nefasta como tú!”.

“¡Señoritas! ¡Silencio!”, reclamó el director.

“Disculpe, pero se habrá dado cuenta de que Emma es demasiado violenta y eso le ha traído muchos problemas. Le tiró el café encima a su compañera e iba a golpear con una carpeta a su compañero. Ese es un comportamiento que no puedo tolerar”.

“¡Le habla como si fuera mi papá, por si no escuchó bien, es mi esposo!”, dijo Emma molesta.

“Además, no fue intencional, solo choqué con ella y le tiré el café encima…”.

William vio fijamente el rostro de Emma y su gesto se volvió más frio y hostil. Alzó su mano hasta tocar el mentón de su esposa y la hizo levantar el rostro, mostrando las marcas que la mano de Eddie había dejado en su piel.

“¿Quién te hizo eso?”, preguntó disgustado.

“Eddie… me tomó por el cuello y…”.

“Acércate, quiero ver mejor tu rostro”, la interrumpió y en cuanto sus hermosos ojos azules se posaron en él, vio su ceja herida.

Jamás se había sentido de esa forma, con esa violencia creciendo en su corazón

“¿Quién te hizo eso? ¿También Eddie?”.

“No, fue Jessi. Me pegó con una piedra y huyó como cobarde cuando se dio cuenta de lo que hizo”, contestó Emma con reproche.

“Eso no me lo dijo, Señor Director. ¿Por qué evitó mencionar los actos de violencia contra mi esposa?”

“Ah… yo… creí que…”.

“Déjeme terminar de presentarme. Soy William Harper, dueño de la firma de abogados Harper”.

Tomó de su saco su chequera y, apoyado en la mesa, comenzó a garabatear

“Bien, Señorita Jessica…”.

“Aquí está el dinero suficiente para que se compre una blusa nueva, también para la tintorería y un 30% de compensación por el daño moral, así como un extra para los servicios médicos que pudiera necesitar su novio…”.

Jessica tomó el cheque y una enorme sonrisa se apoderó de su rostro.

Se sentía victoriosa y ya estaba pensando en cómo seguir burlándose de Emma.

“Pero si me permite darle un consejo, le recomendaría que conservara el dinero, pues se vienen tiempos oscuros y funestos para usted y su pareja, así como para esta escuela”.

“¿Perdón? ¿A qué se refiere?”, preguntó el director con las manos temblorosas.

“Mi esposa sufrió de un altercado grave. La tomaron por el cuello y la golpearon con una piedra… después, los culpables huyeron, haciendo que el incidente se volviera delito”.

Una sonrisa comenzó a formarse en sus labios.

“Creo que no puedo tolerar que un acto así quede impune y con la importancia que ha cobrado el bullying en las escuelas, me imagino que el juez que lleve el caso estará gustoso de ponerle a esta universidad un castigo ejemplar”.

“¡¿Qué?! ¡Pero…!”.

“Es grave cuando el director fomenta la violencia y acusa al inocente… ¿No cree? Hacer pagar a la víctima después de haber sido agredida no se verá nada bien, por eso… pienso dedicarle al caso principal atención, formaré un grupo con mis mejores abogados. Así que, nos veremos en la corte…”

“¡No puede hacer eso! ¡No es para tanto!”, exclamó Jessica nerviosa, sus manos estaban sudando y arruinando el cheque.

“¿Bromea? Puedo manejarlo como intento de homicidio y lograr que los metan a la cárcel. Será interesante”, agregó William haciendo más grande su sonrisa.

Emma llevaba un buen rato con la mandíbula desencajada, si William era imponente sin abrir la boca, alardeando como el abogado que era, lo hacía ver como un demonio y había despertado admiración en ella.

´Creo que me acabo de enamorar´, pensó sorprendida y su corazón dio un latido tan fuerte que retumbó en su cabeza.

“Señor Harper, no puede hacer algo así, es excesivo”, dijo el director suplicante.

“Eso hubiera pensado antes de ser injusto con mi mujer”, explicó William como si estuviera ante un niño de cinco años.

“Ahora que… si está tan aterrado, creo que podemos llegar a un acuerdo a puerta cerrada”.

“¡Claro! Estoy dispuesto a negociar” dijo el director más relajado.

“¿Negociar? Creo que se está confundiendo…”.

William se acercó al director haciendo más grande su sonrisa.

“Quiero que expulsen a los agresores y no solo eso, haga un comunicado a otras escuelas mencionando que son problemáticos y no deben de ser aceptados”.

“¡No puede hacer eso! ¡Arruinará lo que llevamos de la licenciatura!”, exclamó Eddie.

“No pienso mover el dedo del renglón… a menos…”.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar