Cuando sus ojos se abrieron
Capítulo 53

Capítulo 53: 

«Tal vez sea el destino», dijo Chad.

«Qué pena por mi hermanita», respondió Charlie.

«Perdóneme por ser atrevido, Señor Tierney», dijo Chad. «Chelsea es una mujer excepcional, pero a pesar de todos los años que ha pasado al lado del Señor Foster, él todavía no se ha enamorado de ella. Aunque ella pase los próximos veinte, treinta años a su lado… Él nunca la amará».

Un atisbo de malicia brilló en los ojos de Charlie mientras respondía: «Gracias por el recordatorio».

Esa noche, Elliot llevó a cenar a los directivos de la empresa.

Después de eso, Ben lo arrastró a tomar unas copas.

Todos sabían que Elliot estaba de mal humor, pero nadie sabía el motivo.

Por eso, todos decidieron colaborar para emborracharlo.

Una vez que la borrachera empezó a aparecer en los ojos de Elliot, Ben le quitó la copa de vino.

«Hoy no has hablado mucho. ¿No es estresante mantener todo dentro?» dijo Ben mientras cambiaba la copa de vino de Elliot por un vaso de zumo.

Elliot levantó sus delgados dedos hacia su cabeza y comenzó a masajearse las sienes.

«Avery quiere el divorcio», dijo en voz baja con los ojos ligeramente cerrados. «¿Soy tan patético?»

La sala se congeló en un silencio aturdidor.

¿Cómo era posible que alguien pensara que su jefe era patético?

¿Le pasaba algo en la cabeza a Avery Tate?

Elliot Foster no sólo era un hombre con talento, sino que también era un maestro de los negocios.

¡El número de mujeres que lo amaban y admiraban se alinearía desde aquí hasta el polo sur!

¿Quién se creía Avery Tate para herirle de esta manera?

«¿Qué piensas de la Señorita Tate, Ben?» Chad preguntó.

«Es sólo una estudiante universitaria promedio», respondió Ben, y luego cambió de opinión y se corrigió: «Espera, tal vez no. Es muy atractiva. Si la mirada de Chelsea puede matar, entonces Avery emite una vibración dulce y amigable de chica de al lado».

«¡Nunca he conocido a Avery Tate! ¿Deberíamos llamarla y pedirle que se una a nosotros?», sugirió alguien.

Ben miró a Elliot y vio que seguía masajeándose las sienes por el dolor, así que metió la mano en el bolsillo y sacó su teléfono.

«¡Le diré a Avery que venga a llevarte a casa, Elliot!», dijo Ben.

La respiración de Elliot se volvió pesada.

No respondió a la pregunta, así que Ben lo tomó como que estaba de acuerdo con la sugerencia.

En la Mansión Foster, Avery estaba sentada en su escritorio, revisando tranquilamente su tesis.

Se sorprendió cuando descolgó el teléfono que sonaba y vio que era Elliot.

Sin embargo, cuando contestó a la llamada, la voz en la otra línea no era la de Elliot.

«Hola, Señorita Tate. ¿Está ocupada en este momento?»

«No lo estoy… ¿Quién es?» Dijo Avery mientras sentía que su corazón se apretaba por la ansiedad. «Elliot ha bebido demasiado. ¿Podrías venir a buscarlo?»

«¿Yo? ¿No tiene un guardaespaldas? Dudo que el guardaespaldas también esté borracho». Todos los presentes se quedaron sorprendidos por su respuesta.

«El guardaespaldas no está con él esta noche», respondió Ben, «Entonces, ¿vienes?».

Avery se levantó de su asiento, cogió su abrigo del armario y dijo: «Mándame la dirección. Voy para allá».

Ben colgó el teléfono y le envió su ubicación.

Unos cuarenta minutos después, Avery y el conductor llegaron al restaurante donde estaban reunidos Elliot y su séquito

Salió del coche y se encontró cara a cara con el grupo de hombres que estaban en la entrada del restaurante. Todos los hombres la miraron.

Las mejillas de Avery se sonrojaron y, subconscientemente, se metió la barbilla en el cuello del abrigo.

Ben arrastró a Elliot hacia ella, se lo entregó y luego dijo: «Señorita Tate, aunque no le quiera, espero que no le haga daño».

Avery casi perdió el equilibrio y dejó caer a Elliot.

«¿Hacerle daño?», preguntó desconcertada. «¡Ojalá pudiera! Pero no tengo ni idea de cómo».

Su voz tocó un nervio dentro de Elliot. Se levantó de golpe, se dio la vuelta y la inmovilizó contra el coche.

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