Cortejando a su exesposa -
Capítulo 14
Capítulo 14:
Jonathan estaba de pie frente al despacho de Liza. Golpeaba nerviosamente el suelo de madera con el pie. Los demás empleados le miraban con curiosidad al pasar a su lado. No era habitual que vieran a Jonathan fuera de su despacho.
En los últimos días, Liza y Jonathan habían compartido algo más que una sonrisa, habían entablado conversaciones triviales, se habían reído un poco e incluso él la había hecho sonrojar una o dos veces, aunque estaba seguro de que era más por vergüenza que por timidez.
Su relación iba viento en popa y se atrevería a decir que eran casi amigos. Así que estaba delante de su despacho, intentando reunir valor para pedirle que le acompañara al baile de celebración.
Llamó a la puerta una vez.
“Adelante», dijo ella distraídamente. Jonathan entró en su despacho. Tenía las cejas fruncidas, concentrada, mientras leía el guión que tenía en las manos. Se apartó irritada un mechón de pelo detrás de la oreja que le caía delante de los ojos.
“Liza, ¿tienes un minuto?», le dijo. Liza levantó la vista y se volvió a apartar el pelo que le caía delante de los ojos.
“Sí, claro», dijo girándose hacia él.
“Um… así que me preguntaba que si usted iría a la bola de celebración conmigo?» él preguntó, esperando que su voz no sonara tan nerviosa como él realmente sentía. Liza suspiró mientras se quitaba las gafas de leer y se frotaba los ojos.
«La cosa es Jonathan que ya tengo una cita para ir al baile de celebración» dijo ella.
“Oh, vale» fue lo único que él pudo decir mientras se daba la vuelta y salía de su despacho. Sabía que no debería sentirse tan dolido. Ya sabía que las posibilidades de que Liza aceptara eran muy pocas, pero tampoco había pensado que Liza iría con alguien más.
Le dolía, pero no podía hacer nada excepto darle tiempo y hacer que confiara en él. Con un suspiro derrotado, cogió un expediente y empezó a leerlo.
Liza vio cómo Jonathan salía de su despacho. Tenía los hombros caídos en una postura de derrota. En los últimos días había llegado a disfrutar de su compañía. Aunque había intentado mantenerse alejada de él, recurriendo a sonrisas corteses y asentimientos profesionales, se había encontrado a sí misma rondando más cerca de Jonathan.
Lo vio transformarse en el chico que había conocido en la universidad. Se encontró riendo más con él, hablando más con él, y aunque todavía no volvería a confiar en él, le resultaba agradable fundirse en la comodidad de la familiaridad que él le proporcionaba.
Era extraño cómo podía hablar tan fácilmente con él, incluso después de su traición. Sin embargo, no estaba lista para ir al baile con él. No confiaba en sí misma lo suficiente como para no caer en sus encantos. Ya no era la mujer débil de antes, pero seguía teniendo el mismo corazón y no podía permitirse que se rompiera de nuevo.
No le había mentido a Jonathan cuando le dijo que ya tenía una cita. Ya le había pedido a Alex que fuera su acompañante. Su mente repitió la expresión triste en su cara cuando ella había rechazado su oferta y su corazón se rompió un poco cuando se dio cuenta de que había sido ella la que había puesto esa expresión en su cara, pero no había nada que pudiera haber hecho, no podía haber aceptado su oferta, no podía haber puesto su corazón en juego otra vez.
Alice estaba sentada en la ventana de su apartamento mientras observaba cómo el cielo cambiaba de azul brillante a naranja fluorescente a medida que el sol se ponía. Había estado trabajando duro todo el día y, sin embargo, había sido incapaz de apartar a aquel desconocido de su mente ni un solo momento. Siempre estaba ahí.
No había vuelto a pasar por el restaurante después de aquel día y sería una mentira decir que no se había sentido decepcionada. De alguna manera, en ese corto espacio de tiempo, había conseguido enamorarse de aquel desconocido. Le parecía muy infantil, pero muy real. Se sonrojó al pensar en la servilleta de papel que había guardado a buen recaudo en el armario junto con otros muchos valiosos bocaditos.
Se le cayó la cara de vergüenza al darse cuenta de que ni siquiera le había dado su número. Iba a visitar a Jonathan dentro de unos días y se preguntó si él se pasaría por el restaurante en su ausencia. Se rió de sí misma al darse cuenta de que se había comportado con él como una colegiala sonrojada.
“Al, tenemos que empezar a preparar la cena» le gritó una voz de niña recordándole que su descanso había terminado.
“Ya voy, Lou», contestó asomando la cabeza por la ventana y sonriendo a la rubia pixie. Todavía riendo en voz baja de sí misma saltó del alféizar de la ventana mientras se dirigía a la cocina y comenzó a preparar la cena.
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