Buscando recuperarla
Capítulo 52

Capítulo 52:

Celia jamás había pensado en ello de esa manera.

La sentencia le había parecido una condena, un castigo por un crimen que no había cometido.

Terri Ann siguió adelante.

“Tu padre hizo posible todo eso. Movió algunos hilos con uno de sus colegas jueces y mandó a Malcolm a ese colegio. De lo contrario hubiera terminado en la cárcel”.

Celia pensó en el pasado y en ese secreto que su padre había mantenido durante tanto tiempo.

¿Por qué no le había contado nunca lo que había hecho por Malcolm?

“Mi padre nunca me lo dijo. Pero yo también tenía muchas cosas en la cabeza por aquel entonces”.

Durante el embarazo había caído en una depresión que no había hecho más que empeorar con el nacimiento del bebé.

Terri Ann sonrió y se limpió una mancha de pintalabios en la comisura del labio.

“No voy a negar que me alegré mucho cuando dejaste de formar parte de la vida de mi hijo. Yo sé lo que es ser madre siendo tan joven, y quería que él tuviera algo mejor de lo que yo hubiera podido darle”.

Hizo una pausa.

“Pero Malcolm se ha convertido en un hombre excepcional. Se ha labrado un futuro increíble”.

Celia se preguntó si su madre sabría lo de la Interpol.

“Hiciste un buen trabajo criándole”.

“Fue duro, pero se lo debía. Al fin y al cabo fui yo quien le trajo a este mundo. ¿Crees que yo quería hacerle pasar por lo mismo que yo pasé cuando le tuve?”

Terri Ann la miró fijamente.

“Creo que me entiendes cuando digo que hice lo que creía mejor para mi hijo. A veces no podemos hacer mucho más de lo que nos permiten nuestros recursos”.

Celia se llevó una gran sorpresa.

Jamás hubiera esperado encontrar apoyo en la madre de Malcolm.

La sonrisa de Terri Ann se desvaneció.

“Bueno, eso no quiere decir que tengamos que ser las mejores amigas, como has dicho. Ahora eres una persona adulta y no te conozco. Por lo que a mí respecta, podemos empezar de cero”.

Se puso en pie, se alisó la falda, tomó dos sándwiches y los envolvió con cuidado en una servilleta.

“Voy a dejaros solos. Por favor, dile a mi hijo que le he dejado su barbacoa favorita en el frigorífico y que hay una tarta de pacana sobre la encimera”.

Celia admiró las reliquias que estaban en el salón y suspiró al ver la sala de música.

“¿De qué hablaron mi madre y tú?”

Le preguntó Malcolm, incapaz de contener la curiosidad.

“Hablamos de ti. Y hablamos de cómo terminaste en esa escuela militar. Ella piensa que mi padre te hizo un favor mandándote allí. ¿Ella sabe lo de la Interpol?”

“No. No quiero preocuparla. Lo decía en serio cuando te dije que habértelo dicho conllevaba una gran implicación por mi parte”.

Celia le miró a los ojos.

Todavía estaba un poco confundida.

A lo mejor él estaba yendo demasiado deprisa y tal vez debía centrarse en la mejor forma de comunicación que podían tener: el se%o.

Más tarde, cuando estuviera lista, podría decirle que sus sentimientos por ella eran más que algo puramente físico.

Malcolm se echó a un lado y le enseñó uno de los caprichos con los que quería mimarla.

En un rincón de la vieja bodega había un chorro termal.

En realidad el sitio era más que una simple bodega.

El espacio había sido reformado y se había convertido en un lujoso spa con las comodidades más modernas.

El chorro termal era natural, y a su alrededor habían hecho una plataforma de piedras con peldaños que descendían hacia el agua.

Una nube de vapor ascendía sobre la piscina de agua caliente, en dirección a los ventiladores escondidos en el techo.

En otro extremo de la estancia había varias sillas en torno a una barra de madera recuperada de un viejo pub.

También había una nevera, y sobre esta había velas, jarrones con flores y un cubo plateado con una botella de champán dentro.

Aquel lugar era un refugio perfecto, un rincón secreto para un hombre al que le era difícil tener algo de paz y privacidad.

Celia suspiró, maravillada.

“Este lugar es increíble”.

“Miré unas cuantas casas, y un par de castillos. Pero en cuanto entré en este sitio y vi las aguas termales, supe que era este. Este sitio tenía que ser mío”.

Esa era la casa que había soñado con comprarle a Celia tantos años antes.

Sacó una botella de champán y la descorchó.

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